El hombre que devuelve la vida a los 'gigantes' contra los que luchó don Quijote
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Esta famosa frase, que don Quijote le suelta a Sancho al comienzo del capítulo octavo de la primera parte de la novela escrita por Miguel de Cervantes, jamás la podríamos poner en boca del protagonista de otra bonita historia; la que protagoniza Juan Bautista Sánchez-Bermejo. Oriundo de Campo de Criptana (Ciudad Real) y nacido en 1980, este criptanense de 42 años es el que da vida, precisamente, a los molinos de viento que el ingenioso hidalgo de La Mancha confundió con gigantes.
Casi estaba predestinado a dedicarse a este oficio, puesto que los molinos de su pueblo, según la mayoría de los investigadores, son los que inspiraron a Cervantes para situar la batalla de don Quijote contra los 'gigantes'. No en vano, tal y como asegura el Catastro del Marqués de la Ensenada, en 1752 en Campo de Criptana había censados 34 molinos. De todos ellos, en la actualidad se conservan diez, de los que tres son originales del siglo XVI (Infanto, Burleta y Sardinero) y los siete restantes (Lagarto, Culebro, Pilón, Cariari, Inca Garcilaso, Quimera y Poyatos) fueron construidos a partir de 1900.
«Nací en el sitio apropiado para tener un vínculo directo con este patrimonio que son los molinos de viento. Si hubiera nacido, por ejemplo en Sevilla, no me habría dedicado a esto», cuenta jocoso a ABC este cirujano de 'gigantes'. A Juan Bautista la inspiración le vino desde muy joven, pues ya con 16 años empezó a formarse durante dos años en la escuela-taller 'Molinos de viento' y participó en la rehabilitación del molino 'Sardinero', uno de los tres molinos más antiguos del siglo XVI y uno de los diez que se conservan en la localidad ciudadrealeña.
Pasado ese tiempo, se marchó a hacer un módulo de formación profesional de mueble a medida y talla al Instituto de Educación Secundaria Antonio Calvín de Almagro, también en Ciudad Real. Pero no lo llegó a terminar porque se inscribió en otra escuela-taller, la de la 'Casa Torrecilla' de su localidad, donde fue contratado para hacer las cubiertas de este palacete con más de 100 años de historia, que ahora es un alojamiento turístico.
Juan Bautista Sánchez-Bermejo, carpintero molinero de Campo de Criptana (Ciudad Real)
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De ahí dio el salto y comenzó a volar por su cuenta, haciéndose autónomo con tan solo veinte años. Y desde entonces no ha parado de reparar molinos por toda la geografía española. Incluso tiene proyectos fuera de nuestras fronteras, como la rehabilitación de un molino provenzal en la ciudad francesa de Perpiñán, todos aparcados por culpa de la pandemia.
Juan Bautista explica que los molinos de viento dejaron de utilizarse hace mucho tiempo porque dejó de ser rentable económicamente, pero el objetivo ahora es «transmitir a las generaciones venideras lo que fue un oficio tradicional y perdido en La Mancha, como fue el de molinero». Algo que él consigue gracias a otra profesión como la suya, pues muy a menudo participa en moliendas que en ellos se hacen y así da una segunda vida a estas maquinarias que dieron de comer a muchos castellanomanchegos a lo largo de los siglos.
Su taller en la avenida de Juan Carlos I, en Campo de Criptana, ya se le ha quedado pequeño por el volumen de pedidos. Entre elementos de madera y maquinaria, Juan Bautista tiene a tiro desde allí todos los pueblos de La Mancha que cuentan en su oferta patrimonial con molinos de viento. Los mejor conservados son aquellos que preservan su maquinaria original, nueve en total en la región que se levantan majestuosos; además de en su pueblo natal, en Consuegra, Camuñas, Madridejos, El Romeral y Mota del Cuervo. «Al igual que los vehículos matriculados hace muchos años, son prioritarios y tienen que pasar la ‘ITV’ con mayor asiduidad para evitar que sufran deterioros y la pérdida de piezas originales», explica con este símil.
Juan Bautista, encaramado a las aspas de uno de los molinos de viento de La Mancha
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Como buen criptanense, otro de los secretos bien guardados por este artesano de la madera es el porqué los molinos de Campo de Criptana tienen 12 ventanas en su parte superior, un número mayor al de otros lugares. «Esto no es casual», afirma, pues su distribución tiene que ver con los 12 vientos localizados en esta localidad, que él cita de memoria: Mediodía, Solano bajo, Solano hondo, Solano fijo, Solano hondo, Matacabras, Cierzo, Moriscote, Toledano, Ábrego alto, Ábrego fijo y Ábrego hondo.
Juan Bautista se considera algo así como un 'quijote' más de los muchos que hay en La Mancha, puesto que su oficio tiene «algo de romántico y muy duro a la vez». «Restaurar molinos -avisa- tiene su parte de peligro; se trabaja en altura y con materiales pesados en una maquinaria que desarrolla una potencia bastante considerable, lo que hace que cualquier error te puede costar la vida». De hecho, recuerda que en 2005 tuvo un accidente bastante grave porque un molino se puso en funcionamiento sin avisar cuando un golpe de viento hizo girar las aspas a gran velocidad y movió la estructura entera mientras se encontraba trabajando sobre el eje.
Pero lo romántico de la profesión viene por el hecho de que, cuando comenzó a restaurar molinos, se dio cuenta de que «el campo de la carpintería molinera estaba abandonado totalmente y no había habido una continuación del oficio desde que se construyeron, tan solo un pequeño mantenimiento». Por eso, para él, «poner en valor todo este patrimonio costó mucha concienciación de los municipios donde hay molinos», algo que cree que ha conseguido a lo largo de los 26 años que lleva trabajando con estos gigantes; a los que, en lugar de luchar contra ellos, les ha devuelto la vida.