¿El ocaso de la democracia?
De mi última estancia en Estados Unidos, va ya para tres años, me traje varios libros con el mismo tema: ¿está la democracia en peligro? El clima lo propiciaba. Eran tiempos de Trump, del Brexit, de la ascensión como uno de sus misiles de China, y de Europa convertida en comodín de las superpotencias. De entonces a acá han ocurrido todo tipo de acontecimientos: Trump ya no está en la Casa Blanca, sino buscando cómo no le metan en la cárcel; China, aparte de obsequiarnos con una pandemia que ha causado millones de muertos, ha frenado su crecimiento demográfico y económico, aunque no renuncia a ser la primera potencia mundial en 2050; y Europa ha sido escenario de una nueva guerra , cuando su mayor estado, Rusia, atacó alevosamente a uno de sus vecinos, Ucrania, con tan mala conciencia que ni siquiera se atrevió a llamarla por su nombre, sino «operación militar especial». Ésa es la mala noticia. La buena, que los ucranianos, con un valor inaudito, hicieron frente a la invasión, e incluso fueron capaces de reconquistar buena parte de su territorio, estando la lucha confinada hoy al Donbás, la región oriental colindante con Rusia. Ante lo que el resto de los europeos han cerrado filas y están ayudándola con armas, dinero, material sanitario y todo tipo de ayuda. La desigualdad de fuerzas es tal que se hace difícil imaginar que lograrán imponerse. Pero no sería la primera vez que en una guerra no se impone el más fuerte, sino el que tiene razón, junto al valor de defenderse, incluso costándole la vida. Esperemos que ese sea el desenlace para pasar al tema de esta Tercera. Por cierto, el mayor defensor de que la democracia está en crisis es Putin, al considerarla madre de la decadencia que sufre Occidente, que él intenta enderezar con mano dura. 'The Twilight of Democracy' ('El anochecer de la democracia') es el libro de Patrick E. Kennon, analista de la CIA durante veinticinco años de los acontecimientos mundiales, y su sentencia no puede ser más radical: la democracia es un fracaso. «Aquellas naciones que se dejan llevar por la popularidad de sus políticos –escribe– están condenadas a fracasar. Para Platón, e incluso Tocqueville, la democracia fue un sistema político como cualquier otro, con sus defectos y virtudes, no el supuesto fin de la evolución social. Y, desde luego, no el paraíso en la Tierra». Lo que nos pone en camino de la definición de Churchill: «La democracia es la menos mala de las formas de gobierno». Para llegar a tal conclusión, Kennon arguye que «el mundo se ha hecho tan complicado y los cambios son tan rápidos que sólo tecnócratas anónimos muy bien entrenados e investidos con enorme autoridad son capaces de llevar los asuntos de una nación. De ahí que encargar a políticos mediocres y vulnerables a la corrupción sea la mayor de las tonterías». Les traslado la sentencia literal, para que cada cual saque su propia conclusión si Kennon acierta al proponer lo que hacían los atenienses cuando su democracia se convertía en anarquía ; buscar un ciudadano famoso por su honestidad y darle plenos poderes para enderezar su curso con un régimen por lo menos autoritario. Para mí, visto lo que estamos viendo, al exanalista de la CIA no le faltan razones. Pero tampoco hay dudas de que se pasa varios pueblos. Con mucha menos contundencia y objetivo mucho más amplio, William D. Eggers y John O'Leary advierten en 'Revolución en sus raíces' que las viejas formas de gobierno están caducadas debido a la globalización y el formidable desarrollo que ha experimentado el llamado Primer Mundo, al que intentan acceder riadas de personas desde el mundo aún no desarrollado, jugándose la vida, y en muchos casos, perdiéndola. Él propone lo que podríamos llamar una solución 'verde', tanto en gobiernos como en ciudadanos. Debemos contentarnos con menos, tanto en consumo como en objetivos. No gastar tanto, no ensuciar el planeta como lo estamos haciendo, pero, sobre todo, gobiernos mejores, más pequeños y más próximos a las personas de la calle. Me recuerda un librito que se puso de moda en los años 60, titulado 'Small is Beautiful' ('Lo pequeño es hermoso'), no recuerdo escrito por quién. Pero resulta que la revolución 'hippie', con sus flores, su «haz el amor y no la guerra», ha tenido consecuencias como los crímenes de la tribu de Manson y la invasión de Ucrania de Putin. O sea, que sigue en pie la máxima romana «para evitar la guerra hay que estar preparado para ella». El tercer libro es 'The New Realities', de Peter E, Druckers, nacido en Viena, profesor de distintas universidades norteamericanas y autor de varios libros con el mismo argumento: hemos entrado en una nueva era, a caballo de la técnica y la informática, que cambian constantemente la realidad, por lo que no sirven las viejas fórmulas políticas, sociales y económicas, y como ha ocurrido a lo largo de la historia, hay que adaptarse a ellas tanto en la forma de gobernar como en la forma de comportarnos. Ni siquiera los más fuertes sobrevivirán. Sólo quienes se adapten a las nuevas circunstancias políticas, sociales, como han hecho los 'tigres asiáticos', podrán seguir adelante en un siglo XXI en el que el mundo dará la vuelta. Como ven, nos quedamos casi como estábamos. No hay fórmulas mágicas para nada en absoluto. Ni el ultracapitalismo ni el ultracomunismo nos llevan a la sociedad perfecta. La creencia de que el progreso es ilimitado, de que los hijos vivirán mejor que los padres, de que la sociedad se corrige sola, sin esfuerzo por nuestra parte, es falsa. Tenemos que seguir haciendo lo que nuestros antepasados hicieron: adaptarse a los cambios, que son cada vez mayores y más rápidos, mientras nuestros políticos, tanto de derechas como de izquierdas, se empeñan en aplicar las viejas fórmulas. Fracasando, naturalmente. Porque la naturaleza no ha cambiado. Al revés, está cambiando, o la estamos cambiando constantemente. Nada es eterno en este mundo. Piensen que el paraíso terrenal se sitúa en lo que es hoy Siria, Irak e Irán, un infierno. Que todos los imperios acabaron, que lo más eterno que nos dejó Roma fue su Derecho, que aún se estudia, que la democracia griega admitía la esclavitud, que se aprende más de las derrotas que de las victorias, que el mal existe, como existe también el bien, que, en fin, España se ha visto en situaciones más dramáticas que ésta, las guerras civiles en los siglos XIX y XX , por ejemplo, y ha salido adelante. Pero fue gracias a los españoles que creían en ella, no a quienes sólo creían en ellos y se querían a sí mismos. SOBRE EL AUTOR José María Carrascal es periodista