La mano de mi padre
Un 20 de mayo de hace setenta y tres años hice la primera comunión en la capilla de San Marcos de Toledo, que durante la Guerra Civil sirvió de garaje a los republicanos , después pasó a ser de nuevo iglesia para los nacionales y ahora es un templo ateo y vivo para el arte. De la ceremonia recuerdo, principalmente, lo que me apretaban los zapatos y el miedo a olvidarme del juramento que, con la mano en el evangelio, teníamos que proclamar después de la misa. Lo ensayé en el colegio con la hermana Aurora, en casa con mi madre y lo repetía una y otra vez. Tanto lo repetí que después de setenta y tres años no lo he olvidado: « Renuncio a Satanás, a sus pompas y a sus obras y me consagro de nuevo al servicio de Jesucristo.» Lo de «a sus pompas y a sus obras» no lo tenía claro en esos momentos. Lo de las «pompas» nunca lo tuve claro. Las «obras» fue otro cantar. Noticia Relacionada ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA estandar No Vuelve Hilario Barrero con 'El escondite inglés', una gran antología bilingüe con 152 poemas María José Muñoz El poeta toledano residente en Nueva York ha traducido a los mejores poetas ingleses, 30 de ellos galardonados con el Pulitzer Me imagino que la indumentaria, (el traje, la cruz, el rosario, el libro con tapas de nácar y un broche difícil de abrir, el lazo en el brazo y los guantes) sería la misma que llevó mi hermano mayor, excepto los zapatos… y el recordatorio, del que no quedó ningún ejemplar en la familia . Lo único que recordaba vagamente eran unos corderitos y la cita que (ahora copio íntegra) y que venía en el reverso debajo de un cáliz y una hostia con rayos: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en Mí permanece. Y Yo en él», dice Jesucristo». Otro enigma (con mayúsculas) para un niño de siete años. Enfrente de casa había una tienda de pipas y caramelos que regentaban la señora Leocadia y su sobrina Daniela. Daniela que era joven se hizo amiga de mi familia y a veces me llevaba con ella a comprar las chucherías a una tienda que estaba en la calle Tornerías que olía a canela , azúcar derretida y tierra mojada. El recordatorio recuperado Daniela estuvo en la comunión y guardó en el misal un recordatorio. Pasaron los años, tiraron el edificio y donde estaba la tienda de pipas y caramelos levantaron una de damasquinados y antigüedades, los misales y el latín desaparecieron, llegaron las turistas con las primeras minifaldas , cerraron La favorita, la tienda de hilos, la pescadería del señor Mariano, la librería del Señor Guzmán, la alpargatería de la señora Cecilia, se murió la señora Leocadia y se murió años más tarde Daniela y el barrio cambió . El misal llegó a manos de Jesús, un hermano de Daniela, que se puso en contacto conmigo ofreciéndome tan preciada «joya» que había estado más de setenta años dormida . No sabe Jesús el tiempo recuperado que yo creía perdido, el regreso de rostros, nombres de compañeros que había olvidado , el olor a incienso, la sonrisa de la hermana Aurora al verme salir de la iglesia donde me hicieron una fotografía, la mirada de mi madre , el cansancio de mi hermano mayor, el sabor del chocolate y los churros del desayuno especial y, sobre todo, la mano de mi padre.