Chile, los BRICS + y la autonomía estratégica
La invitación del presidente Lula al presidente Gabriel Boric para asistir a la reunión de los BRICS+, a realizarse en Brasil, los días 6 y 7 de julio de este año, ha provocado una polémica sobre la conveniencia de ser parte o no de este grupo, con alternativas polares que van desde las oportunidades que dicha pertenencia significaría en función de una autonomía estratégica, hasta las dificultades que nos traería el hecho de asistir a la Cumbre de Río de Janeiro.
El origen de los BRICS (término acuñado en 2001 por el economista Jim O’Neill) data en 2010 en búsqueda de mayor autonomía estratégica. Importantes naciones, como China, Brasil, India, Rusia y Sudáfrica, fueron los que le dieron el vamos a esta iniciativa, y lentamente se fueron incorporando otras naciones como Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Egipto, Etiopia, Indonesia e Irán y se convierte en BRICS+. Y en la reunión de los Cancilleres del BRICS+ realizada en Río de Janeiro el 22/04 pasado, se han sumado Bielorrusia, Bolivia, Kazajistán, Cuba, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda y Uzbekistán. El último incorporado como socio pleno fue Vietnam, un país de casi 100 millones de habitantes, de rápido crecimiento económico, incorporado plenamente a las cadenas de valor globales y parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
En conjunto, hoy los países BRICS+ representan hoy alrededor del 50% de la población mundial, más del 42,2% del PIB mundial, cerca del 28% del comercio internacional y el 44% de la oferta de petróleo. Con doce estados miembros que representan una amplia diversidad geográfica y cultural, con potencias globales, regionales y países. De esta forma, el BRICS+ está en una posición única para entablar un diálogo, con énfasis en el desarrollo del Sur global, la cooperación multilateral y la gobernanza global, ejes definidos por el presidente Lula para la reunión de julio y que orientan la presidencia.
Para Chile, la actual disyuntiva no es decidir ser miembro pleno de inmediato o no, sino ver cómo funciona, oír lo que se proponga en dicho encuentro y valorar si es convergente con nuestros intereses, para ahí decidir cómo avanzar: ingresar, tener acuerdos parciales o temáticos o simplemente quedar como observadores. Para ello debemos tener clara la naturaleza de los BRICS+, qué queremos y cuáles son los objetivos estratégicos de Chile.
Vivimos un mundo desbocado e inestable, de rápidos cambios y no solo por la tecnología que ya nos pone en aprietos con el manejo de datos y realidades como la robótica y la inteligencia artificial. Uno de continuidades y cambios, con guerras y conflictos simétricos y asimétricos, con amenazas nucleares de por medio (más de 56 conflictos, con efectos proxys donde hay más de 90 países involucrados). Uno de debilitamiento y desmantelamiento de las estructuras multilaterales (especialmente la ONU) y del Derecho Internacional y el Derecho Humanitario, de calentamiento global, de inmigraciones, crimen organizado transnacional, democracias “fallidas” (militarizadas) y que han levantado liderazgos políticos ego-populistas autoritarios que interpelan el estado de derecho, la diversidad e inclusión en varios países. Uno de policrisis y permancrisis con efectos muy diversos.
Muchos actores hoy están cruzando el Rubicón, ese punto de no retorno que tiene como referencia a Julio César con su guerra civil y el punto de inflexión en la historia romana. Ante ello, la racionalidad humana y el mundo deben procurar confianzas dentro de la gran diversidad (fragmentación) que ha dejado la globalización (con pandemia incluida) y la deconstrucción de la PAX Americana que impulsa el mismo presidente Trump. Precisamente, el eje conceptual anclado al diálogo, la cooperación en función de una prosperidad mutua, y de un multilateralismo democrático y en la diversidad, se convierte en imprescindible para países como Chile para hacer frente a esta realidad compleja, desafiante, de amenazas muy destructivas y anti-civilizatorias.
Los BRICS+ son un Foro multilateral flexible (unidad en la diversidad) y no un bloque, lo que permite actuar en conjunto cuando conviene a los intereses nacionales y no en todos los escenarios. Este Foro funciona por consenso con realidades particulares muy diversas de acuerdo a los actores que lo componen: hay democracias y monarquías, gobiernos progresistas y conservadores, economías más liberales y más centralizadas. Hay potencias mundiales (China, India y Rusia), regionales (Brasil y Sudáfrica) y países que han adherido. En este sentido, recuerdan al Grupo de los 77 (los No Alineados) que tanta relevancia tuvo durante los tiempos más álgidos y complejos de la Guerra Fría y su esquema bipolar.
Esta alianza, cuyo formato flexible parece más pertinente para la realidad compleja y cambiante del mundo actual, llamada a veces también “multilateralismo a la carta“, de “geometría variable” o “coaliciones de voluntarios“, se basa en: a) interés común, no ideología común; b) participación variable o selectiva; c) adaptabilidad; d) preserva mayor grado de soberanía nacional que una alianza formal; e) multilateralismo ad hoc al incluir diversos actores de acuerdo al tema; f) Complementaria, no sustituye a las organizaciones multilaterales; g) se forman coaliciones flexibles para tratar temas puntuales (minilaterales); y h) resultados orientados, soluciones prácticas y rápidas.
Un multilateralismo flexible o a la carta en función del desarrollo económico y la gobernanza global como éste, por otro lado, favorece lo que se denomina autonomía estratégica, porque permite a los países unirse a iniciativas sin comprometer su soberanía per se; da margen para seleccionar con quién y cómo cooperar; y, más allá de los conceptos marcos, evita quedar atados a reglas universales que a veces no se adaptan a intereses nacionales.
La autonomía estratégica de los países es un concepto que hace referencia a la capacidad de un Estado o grupo de Estados para tomar decisiones soberanas y actuar de manera independiente en asuntos claves (como defensa, economía y cadenas de suministros, tecnología o política exterior) sin depender excesivamente de otros actores externos. En esta perspectiva, los BRICS representan una diversificación geopolítica y alternativa (no de oposición) al esquema creado en Bretton Woods del orden post II Guerra y, específicamente, al G-7 formado por las economías desarrolladas de Alemania, Canadá, EE.UU., Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, que comparten gran homogeneidad ideológica.
Esta ganancia estratégica permite a los países miembros ganar independencia de instituciones dominadas por países desarrollados y el gran capital a través de instituciones como el FMI o el Banco Mundial, ofreciendo alternativas de financiamiento a través del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) para el desarrollo de infraestructura y desarrollo y una alternativa al dominio y condicionamiento del dólar, impulsando alternativas como monedas locales o una moneda común futura. Incluso para países que no son miembros fundadores o plenos, acercarse a BRICS puede representar mayores oportunidades comerciales en nuevos mercados; mayor margen de maniobra frente a potencias y mercados tradicionales; e iniciativas conjuntas en ciencia, tecnología, salud y educación, entre otras. Celso Amorim, actualmente Asesor Especial del presidente Lula, precisamente, ha señalado que hay conversaciones con países como Francia, Hungría o Suiza para ejercer status de observador.
El fortalecimiento de capacidades nacionales a través de la diversificación, a su vez, tenderá a fortalecer la estatura político-estratégica de estos actores. Para países como Chile, por ejemplo, además de mejorar las opciones para fortalecer su poder duro (ej. nuevos ofertantes y mercados), le implicará reforzar su capacidad de anticiparse a los cambios en función de los objetivos nacionales (visión estratégica), lo que redundará positivamente en la legitimidad institucional y la articulación y coherencia de política exterior, con impacto en la influencia internacional (poder blando) a través de presencia en foros, generación de alianzas e influencia en normas y agendas.
La eficacia del bloque dependerá de su capacidad para evitar riesgos y desafíos implícitos y actuar de forma cohesionada y horizontalmente a pesar de los pesos diferenciados, evitar la fragmentación global y la guerra de bloque, y mantener una visión multipolar e incluyente del desarrollo. Teniendo esto presente, la invitación hecha a Chile para asistir a la reunión de los BRICS+ (y aceptada por el presidente Boric) constituye una gran oportunidad para el país para diversificar opciones y discutir sobre las perspectivas de inserción internacional en un mundo complejo y conflictuado, a partir de una estrategia de aproximación pragmática e incremental (ej. pedir ingreso al Nuevo Banco del Desarrollo), trabajando en conjunto con Brasil, elaborando una hoja de ruta que acompase metas, objetivos e instrumentos, en el contexto de un plan general de convergencia con los BRICS+ que nos permita evaluar cada fase y avanzar si corresponde. Al final, con un acercamiento a los BRICS+, Chile ganaría en capacidad de poder inteligente.
