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Libros de la semana: Jeremías Gamboa se consagra como escritor con su última novela

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«El principio del mundo», de Jeremías Gamboa

El novelista publica una extensa novela donde demuestra su gran talento como narrador

Por Diego GÁNDARA

¿Hay una historia? Sí, la hay. Y si la hay, dónde comienza, cuál es su principio,de dónde proviene si no de otra historia, de otras historias que fueron conformando y pincelando una vida, un barrio, un país, un mundo. En este caso, el mundo según Manuel Flores, el protagonista de la nueva e inmensa novela de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), de casi mil páginas y que, lejos de acobardar al lector, lo atrapa y lo lleva a vivir un viaje tan sensible como profundo. Gamboa, que llamó la atención de los lectores en 2013 con «Contarlo todo» (en 2007 había publicado los relatos de «Punto de fuga»), una novela excelente que llegó avalada por Mario Vargas Llosa y que siguió, en 2021, con «Animales luminosos», confirma con «El principio del mundo» que es un escritor maduro, capaz de, si no de contarlo todo, de iluminarlo como un destello, en sus partes más oscuras, con un lenguaje rico y una escritura de hermosa locuacidad.

El reencuentro

El punto de partida proviene de Manuel Flores, peruano de treinta y tres años que, después de un máster en EE UU, regresa a Lima sin saber qué hacer pero con ganas de quedarse. Ante, tendrá que enfrentarse a otra cosa: reencontrarse con su historia, con aquello que fue su pasado y que, como él, también se empecina en volver al punto de partida. El resultado es una novela que, a la vez que va en busca de un tiempo perdido, propone un viaje por la memoria personal y colectiva. Como una suerte de Virgilio, Gamboa introduce a quien lo lee en un doloroso torbellino, lleno de fantasmas y de amores lejanos y de momentos que tienen que ver con su vida y con la vida de su país, con los años del terrorismo y con su educación literaria, humana y sentimental. Una novela en la que nadie queda ileso pero que, gracias al talento de Gamboa, puede llenarse de una intensa e inteligente luminosidad.

  • Lo mejor: Es inmensa, monumental, perfecta y, quizá, la novela latinoamericana más importante de los últimos años
  • Lo peor: Nada que reprocharle a Jeremías Gamboa, que con esta obra sube al podio de los grandes escritores hispanoamericanos

«Lo que no se ve», de Cristina Fernández Cubas

La narradora publica una colección de cuentos que van de Babe Jane a las realidades alternativas

Por Jesús FERRER

La excelente dedicación literaria de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) a la narrativa breve la ha convertido en un referente de este género. Sus historias se caracterizan por un calculado suspense, leves ingredientes de ambigua fantasía, situaciones de densa carga moral, el protagonismo del insospechado azar y la presencia de lo irracional en la vida cotidiana; a lo que cabe añadir el cuidado estilo de una depurada prosa. Libros como «Mi hermana Elba», «Los altillos de Brumal», «Parientes pobres del diablo» y «La habitación de Nona» avalan una sólida trayectoria cuentística, a la que se une ahora «Lo que no se ve», seis relatos donde se reafirma la genialidad narrativa de su autora.

Hermanas, amistades y adolescencia

En «Tú Joan, yo Bette» hallamos la convivencia entre dos hermanas, trasunto figurado de la película «¿Qué fue de Baby Jane?»; «¿De qué se habla en las fiestas?» indaga en el proceso adolescente de la formación de la personalidad; sobre la rivalidad fraterna y la construcción de los sentimientos trata «La hermana china»; «Momonio» ahonda en la amistad que se establece entre cinco estudiantes universitarios; con «Candela Viva» nos adentramos en la dimensión misteriosa de lo cotidiano al entrar una mujer en una tienda que acaso le cambie la vida; y en «Il Buco», este agujero del título se abre ante un personaje abocado a una realidad alternativa; leemos aquí: «En este punto el recuerdo se emborrona. Confundo voces, estados de ánimo, sentimientos. Creo que me invitan a permanecer con ellos. No estoy seguro. Sigo sin verles los rostros; son sólo sombras». Ambiguas percepciones, inquietantes espectros, engañosos espejismos, marcan la rutina de unos sugestivos y atormentados personajes que transitan por estas historias de intrigante conformación y sorprendentes desenlaces.

  • Lo mejor: La acertada inclusión de lo misterioso en la vida habitual de los personajes que aparecen en estas narraciones
  • Lo peor: No existe ninguna objeción, se trata de unos textos de ineludible referencia en la cuentística actual que se está publicando

«Auge y caída del conejo Bam», de Andrés Barba

El escritor sigue la estela alegórica de Orwell

Por Ángeles LÓPEZ

Andrés Barba compone una fábula de fundación y ruina: una comunidad de conejos aprende a nombrarse, a temerse y a narrarse alrededor de un héroe ambiguo. La historia, contada por Copito, levanta una mitología doméstica y colectiva en la Gran Madriguera, donde cada galería es memoria y destino. Barba describe, así, la iluminación colectiva –la invención del nombre propio– y el modo en que el miedo se vuelve ceremonia: el grito coral «Bol no» instituye un «nosotros» y convierte la pérdida en rito, núcleo emotivo y político del libro. El descubrimiento de que «no se puede desobedecer a un nombre» funda la novela: recibir uno es aceptar un mandato, un lugar y una herida. Su prosa avanza como excavación: precisa, hipnótica, con imágenes que se incrustan por su rareza –Bam comiendo entre las patas de los ciervos– hasta volver natural lo insensato.

Del fulgor a la asfixia

Aquí el gesto alegórico es más desnudo y el laboratorio social, más radical: liderazgo carismático, fijación ritual, deriva persecutoria y la frase hecha consigna –«Ser conejo es que no haya alternativa»– trazan la curva entera del mito, del fulgor a la asfixia. Sus padres literarios son más que visibles: Orwell y Richard Adams –la granja política y la épica coneja–; Kafka, por la ley sin centro; Golding, por la tribu que juega a ser Estado; y Borges, por la ceremonia que funda mundo a fuerza de nombrar y repetir. Barba los convoca sin ventriloquía: impone un registro propio, rotundo, de belleza seca y pensamiento vibrante. ¿Objeciones? El fervor alegórico exige paciencia y algunos secundarios respiran como figuras. A cambio, la obra regala una meditación contundente sobre cómo el lenguaje levanta ciudades bajo tierra y cómo un relato –para salvarnos– empieza diciendo nuestros nombres en la oscuridad..

  • Lo mejor: Su prosa hipnótica, un mundo verosímil, las múltiples interpretaciones y una poderosa reflexión sobre la comunidad
  • Lo peor: Es denso a veces, alegórico y exigente; debido a su ritmo lento y el simbolismo no resulta apto para la lectura apresurada

«En la profundidad del agua», de Seraina Kobler

La escritora hunde una buena novela policial por un exceso de detalles

Por Lluís FERNÁNDEZ

a trama policíaca se ha convertido en el comodín de la novela popular. A Seraina Kobler le sirve para ambientar con una ligera intriga «En la profundidad del agua». Lo que la autora suiza quiere escribir es una obra sobre una mujer policía y su entorno profesional y familiar. Toma de la novela policíaca mediterránea los elementos que la han hecho popular y deja a un lado la trama. A ella, la detective Rosa Zambrano, de ascendencia española, le gusta cocinar platos repletos de especias; describir el lago y la ciudad vieja de Zurich con abundancia de detalles y su vida, un tanto solitaria, marcada por un entorno familiar disfucional. La novela, a pesar de ser corta, carece de fluidez. Se atasca en detalles colaterales que ahogan una historia sobre la ingeniería genética que prometía de haberse desarrollado sin obstáculos preciosistas. La idea de que los genomas manipulados pueden volverse inestables después de varias generaciones es atractiva para que además de la cuestión ética de la investigación médica se traduzca en una historia de espionaje industrial novedosa.

Los desahogos filosóficos

Pero Kobler prefiere centrarse en la filigranas verbales y los desahogos filosóficos y descubrir el alma femenina antes que perseguir al asesino, por lo mucho que se detiene en estos aspectos carentes de interés. El libro brilla con descripciones en el borde de lo alambicado: «Le encantaba su olor. Piel de cítricos con una nota de madera verde bajo sudor limpio». Se diría que le hubiera gustado escribir una «novela literaria», seria y formal, sobre las relaciones humanas desde la perspectiva de una mujer a la que se le ha pasado el arroz del amor y la maternidad. Loable, pero se ahoga en lo anecdótico. De superar estas pequeñeces el lector puede encandilarse con su pirotecnia verbal y dejar que el relato culmine con la resolución del crimen.

  • Lo mejor: La voluntad de estilo que desarrolla la autora en la novela, que está bastante por encima de la del policial del género
  • Lo peor: La lentitud de la trama y con la que avanzan las pesquisas detectivescas a lo largo de una historia que prometía

















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