Hoteles habaneros, fotografía y detalles (I)
CONSERVA el aura de una época. Tiene tradición y sellos propios. La distinción, la elegancia y el lujo se combinan con la eficacia de los servicios en una instalación que a lo largo de los años acogió a huéspedes como el rey Eduardo VIII, de Inglaterra, Ava Gardner y Frank Sinatra, Graham Greene y Gabriel García Márquez, Robert Redford, Benicio del Toro y Steven Spielberg y una larga lista de famosos que incluiría a Alejo Carpentier, Jean Paul Sartre, María Félix, Jorge Negrete, Pierre Cardin, Nat King Cole… Inaugurado el 30 de diciembre de 1930, el Hotel Nacional de Cuba, el más majestuoso e imponente de la Isla, es, sencillamente, clásico.
Se levanta sobre un promontorio rocoso a la entrada de la barriada habanera de El Vedado, lo que lo convierte en un punto obligado en el paisaje habanero, y esa ubicación, en lo que fue el asiento de la batería de cañones españoles de Santa Clara, hace que desde el hotel se disfrute una vista insuperable de la ciudad y el mar, con los que se integra, pues sus jardines delanteros se proyectan hacia el ámbito citadino mientras parecen internarse en las aguas del golfo los jardines traseros de esta edificación hermosísima, que conjuga en su arquitectura lo ecléctico y lo moderno, con presencia del art déco y el llamado estilo colonial cubano.
Se muestran en sus salones más de 300 piezas artísticas de valor patrimonial. La Galería de la Fama, con los retratos de los huéspedes más ilustres del hotel, propicia un acercamiento a la historia de la instalación. En ella tuvieron lugar acontecimientos de primer orden. Un Presidente de la República, que lo sería por solo seis horas, prestó juramento a la luz de una vela en una de sus habitaciones (la 412) en 1934. Fue escenario de la cruenta batalla de octubre de 1933, cuando más de 400 oficiales destituidos de sus mandos fueron desalojados del hotel a cañonazos por sus antiguos subordinados. Y allí se celebró, en diciembre de 1946, convocada y presidida por Lucky Luciano, la gran reunión de la mafia.
El más antiguo
Si el Nacional es el establecimiento insignia de la hotelería cubana, el Inglaterra es, en funciones, el hotel más antiguo de la Isla. Se inauguró el 23 de diciembre de 1875 y puede enorgullecerse de haber acogido a una larguísima relación de huéspedes ilustres, desde Winston Churchill, entonces un desconocido teniente del IV Regimiento de Húsares de Su Majestad Británica, quien celebraría en Cuba su cumpleaños 21 y luego llegaría a ser una de las figuras cimeras del siglo XX; hasta Sarah Bernhardt, la célebre trágica francesa que, al decir de Alejandro Dumas, tenía cara de virgen y cuerpo de escoba, y vivió en esa instalación un tórrido romance con el torero español Luis Mazzantini.
Mucho se ha hablado acerca de esos amores. Los años transcurridos, sin embargo, difuminaron los detalles. Se dice que ella supo calibrar, por encima del traje ajustado y de luces del torero, los atributos de Mazzantini, y comprendió que podían hacerle olvidar las amarguras de la vida y sobre todo el peso de la edad. Se dice que él fue a verla actuar en el teatro Tacón y ella se le presentó, a su vez, en una corrida de toros. Se dice asimismo que ella lo veía fumar en el restaurante del Inglaterra y se atrevió a pedirle que la enseñara a hacerlo, pero no en público. El entrenamiento, una noche en la habitación de la francesa y otra, en la del español, duró toda una semana.
Allí se alojó asimismo el cubano Villalta Saavedra, escultor del monumento a Martí en el Parque Central y de la estatua de La Milagrosa, en el panteón más visitado en el cementerio de Colón, entre otras obras. El dramaturgo Jacinto Benavente, autor de Los intereses creados, celebró en el Inglaterra, en 1922, el Premio Nobel que acababan de concederle, y en ese establecimiento pasó sus días cubanos Alberto Santos Dumont, ingeniero e inventor brasileño, pionero de la aviación.
Su cocina fue, se dice, la mejor de La Habana durante las décadas iniciales del siglo XX. Familias de la alta burguesía como Hidalgo, Truffin y Montalvo requerían de los servicios del hotel para sus celebraciones, en las que, en vajillas de plata, se servían faisanes con todo su plumaje, jabalíes trufados y perniles de oso que para tales ocasiones se guardaban en las neveras del hotel.
En el Inglaterra se elaboró el buffet ofrecido, en 1916, en el llamado baile de las casacas rojas, que auspició en su casa de calle 11 entre A y Paseo, en El Vedado, la señora Lily Hidalgo de Conill, fiesta que, por su fastuosidad, esplendor y belleza, se mantuvo fija en el recuerdo de las familias de la vieja sociedad habanera y es uno de los grandes acontecimientos sociales de la Cuba republicana.
Allí se cocinó para el gran Caruso. El 2 de septiembre de 1910, la intelectualidad cubana rindió homenaje con una comida en el Inglaterra a Rubén Darío, quien pasó unas horas en la capital en tránsito hacia México.
También los escritores
En 1937, don Ramón Menéndez Pidal, el autor de La España del Cid y presidente de la Real Academia de la Lengua, pasó una larga estancia (febrero-julio) en el hotel Florida, en la esquina de Obispo y Cuba, donde casi todas las tardes lo visitaba el erudito cubano José María Chacón y Calvo. Fueron encuentros a los que en ocasiones se sumaba el poeta Juan Ramón Jiménez, que se alojaba entonces en el hotel Vedado (hoy Victoria).
El argentino Ezequiel Martínez Estrada fue huésped, durante largo tiempo, del hotel Presidente, que en su momento acogió asimismo al notable periodista brasileño Fernando Morais, y en 1992 al portugués José Saramago. Manuel Navarro Luna pasaba sus largas estancias en La Habana en el hotel Colina, y Pablo Neruda se alojó en el Habana Riviera durante su última visita a la Isla, ocasión en que presentó su poemario Canción de gesta. También el Riviera acogió al poeta norteamericano Allen Ginsberg, cuando en los años 60 vino invitado por la Casa de las Américas, y asimismo fueron huéspedes de esa instalación Julio Cortázar, Augusto Monterroso, Antonio Skármeta y Paco Ignacio Taibo II, invitados todos por la Casa como jurados de su importante premio literario.
Jorge Amado y su esposa, la también escritora y fotógrafa Zelia Gattai, se alojaron en el hotel Capri durante su participación en la octava edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en 1987. Y ese mismo año, pero en el Hotel Nacional se alojó Ian Gibson cuando buscaba información sobre la estancia cubana de Federico García Lorca. Mario Benedetti fue huésped del Hotel Nacional. Y en 2001, Valerio Massimo Manfredi se alojaba en el hotel Santa Isabel cuando su novela Aléxandros había vendido ya más de dos millones de ejemplares.
Gabriela Mistral, como Juan Ramón, y también Premio Nobel como el autor de Platero y yo, se alojó en el Victoria, lo que haría que el cubano Cintio Vitier proclamara ese establecimiento como «el Hotel de los poetas».
Riviera
El hotel Habana Riviera, con una excelente ubicación frente al mar, es, en Cuba, uno de los edificios más representativos de la llamada arquitectura moderna. Es notable asimismo por las obras de arte que para su establecimiento realizaron especialmente Cundo Bermúdez, Florencio Gelabert y Rolando López Dirube.
Para muchos, el Riviera fue, en La Habana, el hotel de la mafia. Ciertamente, gran parte del capital que requirió su edificación fue aportado por la mafia norteamericana, que hizo de su casino de juegos, el más lujoso de los diez existentes en la capital cubana. Meyer Lansky, cabeza de lo que se ha llamado el imperio de La Habana, se instaló en una ya inexistente suite del piso 20. Se dice que el Financiero de la mafia, como se conoció a Lansky, aparecía en la nómina del Riviera como el administrador de su cocina, lo que no ha podido probarse.
Grabado en las losas del piso del segundo lobby, un símbolo se repite con marcada insistencia. Son tres tarros de diferentes colores unidos por su base. El azul representa el poder del cielo. El verde, el poder del dinero, mientras que el rojo representa el poder de la sangre. Es, aseguran fuentes que el escribidor no ha podido comprobar, el emblema de la familia Genovesse.
En el Riviera se refugió Santo Trafficante, otra de las cabezas de la mafia en Cuba, propietario del mítico cabaret Sans Souci y con intereses en los hoteles Deauville y Comodoro, cuando ya avanzado el año de 1959 se hacía inminente su expulsión de la Isla. Trafficante arrastraría consigo a Herminio Díaz, que fue jefe de la seguridad del Riviera y a quien las autoridades cubanas vinculan con el asesinato del presidente Kennedy. (Continuará)