En un gesto meramente cosmético, ineficaz para blanquear su aquilatada estampa de tirano y tratar de adecentar su hoja de servicios, analizada por el Tribunal Penal Internacional, Nicolás Maduro ha querido celebrar la Navidad con uno de esos indultos medievales con que los sátrapas tratan de mostrar su apego al mismo pueblo que esclavizan. La excarcelación de 99 presos políticos –«expresión concreta del compromiso del Estado con la paz, el dialogo y la justicia», señala el chavismo– no va a ser suficiente para que Estados Unidos rebaje su presión sobre el régimen de Nicolás Maduro y deje de señalarle el camino hacia el exilio. Ni siquiera se trata de una liberación de los rehenes que Caracas hizo en las redadas que siguieron al pucherazo de julio de 2024: los beneficiarios de esta mendaz medida de gracia abandonan las cárceles bolivarianas para regresar a la gran prisión de Venezuela, país que sigue cautivo, y pendiente de un indulto que solo puede proporcionar el fin del chavismo.