Los clásicos españoles salen a buscar lectores
La[[LINK:TAG|||tag|||633615701e757a32c790bc78||| Real Academia Española]] ha emprendido un ambicioso proyecto: la divulgación de los grandes clásicos de nuestras letras a través de una edición popular y asequible para todos los lectores. Una colección, que enseguida será reconocible por sus características tapas rojas, y que parte de su conocida Biblioteca Clásica (BCRAE), que nació en 2011 y que contempla reunir en total 111 volúmenes. En esta ocasión se ha prescindido de apuntes introductorios y se ha apostado por ofrecer un texto contrastado de los libros imprescindibles en castellano. Se ha empezado por publicar «El Quijote», «La Galatea» y «Los entremeses», pero a lo largo de 2026 llegarán a las librerías otras obras de [[LINK:TAG|||tag|||63361bfbecd56e3616932988|||Cervantes:]] «Comedias y tragedias», «Las novelas ejemplares» y «Viaje al Parnaso».
El propósito, explica a este diario Aurora Egido, académica de la RAE, es que el público pueda acceder a estos títulos sin el lastre del aparato crítico, muy dirigido a especialistas por lo general, pero ofreciendo «los mismos textos y con las notas a pie de página que faciliten su lectura». Para ella, explica, «los clásicos lo son por su permanencia frente a los estragos del tiempo. Ellos, con su genio anticipado, crearon un mundo nuevo, que además se parece mucho al nuestro». A su comentario aporta, además, un buen motivo para que los más jóvenes se aproximen a ellos: «Leer les hará más libres, además de ofrecerles la posibilidad de empezar un largo viaje, que, según Cervantes, se puede repetir tantas veces como uno desee. Leer mejorará además su forma de escribir y de hablar con un vocabulario más amplio y preciso. Pero, sobre todo, les dará una nueva perspectiva a la hora de pensar, comprender y hasta sentir».
Este proyecto de la RAE, impulsado por [[LINK:TAG|||tag|||63361c655c059a26e23f85dc|||Santiago Muñoz Machado]], su director, coincide con la necesidad de divulgar las obras que han aposentado nuestra lengua y que han dado alas a los ingenios que ha dado nuestro idioma en un momento, precisamente, muy delicado: cuando parece que los alumnos se han apartado de su conocimiento a pesar de las lecturas obligatorias en los temarios que se imparten en los institutos. En este punto, Aurora Egido es muy clara: «El problema no lo tienen los clásicos, sino los planes de enseñanza establecidos, que han rebajado el estudio de la Literatura y además lo han separado del de la Lengua. El descenso en la comprensión lectora, en la expresión hablada y en la escritura es, desde luego, alarmante. Deberíamos tomar ejemplo de los países de la Comunidad Europea en los que las Matemáticas y la Lengua se consideran asignaturas mayores».
«El problema no son los clásicos, sino los planes de estudio establecidos», afirma Aurora Egido
Un punto en el que coincide con Horacio Silvestre, director del Instituto San Mateo: «En general, en la docencia, han quedado relegados por varias razones. Una de ellas es porque son difíciles y se tiende a hacer todo fácil, aunque existen excelentes ediciones adaptadas al español moderno y la labor de difusión de la RAE en este sentido es muy buena. Pero, en general, son textos para estómagos ya formados. Pero, dicho esto, en las escuelas, los clásicos se han arrumbado, se han metido en un rincón».
Él mismo reconoce que en sus clases se lee a rajatabla «el canon de la literatura española», aunque, admite, que «en general se lee poco. Hoy parece que solo importa saber inglés, que es esencial, pero emplean todo el tiempo en eso. Después leen la nueva literatura contemporánea, pero apenas leen clásicos». Añade una razón para comprender lo que está sucediendo: «En el futuro tendremos problemas de comprensión lectora. Los alumnos no leen y no escriben y, con las pantallas, menos. El uso de las pantallas es nefasto, porque hace vaga a la persona, y si lo puedes buscar todo con un botón o te puedes sacar un resumen wikipédico... La lectura, igual que el aprendizaje, necesita tiempo, poso y atención. Para leer un clásico o para aprender griego, latín o español, hace falta tener atención, y esto lo estropea el bombardeo de imágenes. Estamos fastidiados, porque no se fomenta».
«Los clásicos han sido relegados porque solo se busca lo fácil», asegura Horacio Silvestre
Aurora Egido coincide con él: «El peligro no está ni en los clásicos, que no son reliquias sino memoria viva del pasado, ni en los jóvenes, que son nuestro futuro. El peligro está en la sociedad que hemos creado y en una educación que ha puesto más énfasis en los métodos pedagógicos que en los contenidos. Pero no hay que perder la esperanza, pues los clásicos son fuente de inspiración permanente, dialogan con nosotros y hasta nos leen».
A este panorama se suma la voz de Álvaro Tato, que contribuye al programa de encuentros «Por qué leer a los clásicos» que organiza el Ministerio de Educación. Una experiencia que le ha procurado un conocimiento próximo y certero con los alumnos. Él es testigo directo de lo que está sucediendo: «Es verdad. Empieza a surgir un problema de pérdida de la atención y comprensión lectora, de esa capacidad de afrontar las sintaxis largas. Pienso en[[LINK:TAG|||tag|||633613861e757a32c790b9b4||| Shakespeare]] o Cervantes. Son prosas para navegar sobre ellas y la atención contemporánea provocada por el bombardeo de la tecnología es más corta. Pero no quiero ser apocalíptico y creo que en la próxima generación volverá a equilibrar esta relación entre lectura y tecnología, y seguro que se encuentran increíbles posibilidades y nuevas formas de expresión».
«Si los estudiantes se acercan a la literatura desde la práctica teatral o musical, el puente con la lectura será más sencillo», comenta Álvaro Tato
Su táctica es que los estudiantes asuman que estas obras son próximas y no son fronteras lejanas, como en ocasiones parece: «No hay nada más parecido a un adolescente que un clásico, y viceversa, porque los clásicos son jóvenes permanentes. Cuando lo piensas, los clásicos nos plantean preguntas como la búsqueda del amor y están en el abismo del deseo, la justicia, la muerte. Es un grupo de voces que merecen la pena ser leídas. Es lo que trato de comunicarles». Para Álvaro Tato hay dos puertas de entrada a los clásicos que deberían aprovecharse: la poesía y el teatro». «La respuesta de los jóvenes al teatro es magnífica, muy positiva. Después de hacer teatro en funciones infantiles, nos hemos dado cuenta de que los jóvenes y adolescentes conectan de manera inmediata con los rituales colectivos y con el teatro en directo. Estas ceremonias te hacen vivir una experiencia como uno de los máximos valores. Por eso creo que las artes vivas se deberían valorar más en este sentido».
Aurora Egido apunta también en esa dirección: «A los alumnos no hay que atosigarles. Las lecturas deben adecuarse a la edad e ir acompañadas de literatura oral y de representaciones teatrales, que les ayuden a percibir la musicalidad, el sentido comunicativo y la belleza de las palabras. Recitar, por ejemplo, romances o poemas de Garcilaso, de Bécquer o de Rosalía de Castro en voz alta, memorizarlos; interpretar un entremés cervantino o leer el Lazarillo les abrirá el apetito para degustar luego obras más largas y complejas».
Necesidad de cambio
Horacio Silvestre admite que algo debe cambiar: «Me gustaría pensar que en un momento tiene que haber un cambio de tendencia en los legisladores y que se dieran cuenta de que establecer distintos itinerarios en el sistema educativo no es malo, ni para el individuo ni para la sociedad, porque lo contrario es lo que tenemos ahora. Por eso hay tanto problema de déficit de atención, porque no se fomenta. Están como drogados con las pantallas. Las familias que lo ven venir, ponen medios, pero el sistema educativo no lo corrige y está dejando de la mano de Dios a una gran parte de la población. Son los menos favorecidos. Eso va en detrimento de la sociedad».
Horacio Silvestre subraya el esfuerzo de los profesores, que «dan las herramientas para poder entender esta literatura y cuál es la ventaja de los clásicos, que son un sello de calidad, que han dicho cosas interesantes, lo han expresado muy bien y sirven como modelo, que perduran y no pasan de moda. El clásico, lo lees, y reconoces que eso es lo que te pasa. La literatura tiene la ventaja de ponerte el mundo ante los ojos. La buena literatura, claro; la mala es banal, superficial».
Álvaro Tato apuesta por un modelo para que los clásicos empiecen a formar parte de los estudiantes: «Habría que reforzar y multiplicar las artes en primaria y secundaria. Si los estudiantes se acercan a la literatura desde la práctica teatral o musical, ese puente entre lectura y lector será tendido de una manera más sencilla. Es imprescindible hacerlo porque la literatura es uno de los activos de nuestra cultura y nuestra nación. Habría que cuidarla más desde la misma educación».
