La ética de la guía
El problema de la guía ética es la desmesura. No que los militantes de un partido político compartan algunos valores, sino que eso se haga explícito así, bajo la forma de un programa completo a base de sentencias numeradas. Los políticos dan clases de moral como dan clases de historia, a veces de biología o de medicina, y tienen para eso la autoridad que uno quiera concederles —mucha, poca o ninguna en absoluto. Y desde luego nadie tiene intención de imponer ese código ni podría hacerlo. Pero es razonable pensar que esas ideas influyan sobre las iniciativas de ley, sobre las decisiones del gobierno, y por eso hay que prestarles atención.
La solemnidad con que se presenta, la ambición, el orden como de catecismo, el tono admonitorio y paternal de las máximas hacen que el texto resulte ridículo. Pero hay que tomar en cuenta que ni Ramírez ni Ortiz ni ninguno de los otros tiene la obligación de saber filosofía, ni siquiera tienen que saber escribir en español: lo que hacen es juntar el conjunto de prejuicios fundamentales del movimiento de regeneración. El contenido concreto de los preceptos no tiene mayor interés, tan solo traduce lo que los redactores piensan que es “portarse bien”. El resultado es una pepitoria de cristianismo new age, pensamiento positivo y publicidad de Benetton: un conjunto abigarrado e inconsistente de palabras que suenan bonito, como respeto, amor, libertad, perdón.
Insisto, eso no tiene importancia, son ocurrencias. Pero detrás de las ocurrencias hay una idea del orden —y eso importa. En primer lugar, hay una idea cíclica de la historia como proceso de decadencia y regeneración: el texto está lleno de la caída en la barbarie, caer en la ley de la jungla, el camino de la desintegración, el declive moral, la decadencia, y como contrapunto siempre la cultura tradicional del pueblo mexicano, la ética que ha caracterizado al pueblo, la recuperación de los valores tradicionales. De modo que la regeneración consiste en eso, retornar a lo que siempre ha sido. Si parece un programa nostálgico es porque lo es, abiertamente.
La clave de ese otro orden posible está en la familia. Literalmente: la familia es la principal institución de seguridad social, la primera escuela, el primer dispensario médico, un núcleo de ayuda mutua. Esa idea ha inspirado leyes, decisiones de gobierno, políticas, y por eso vale la pena recordar que la familia es el principal espacio de violencia contra las mujeres y los menores (más del 60 por ciento de las agresiones). En la familia se produce la mayor parte de las violaciones (más de 100 mil casos anuales, 70 por ciento familiares). En la familia se produce la inmensa mayoría de las agresiones sexuales, las lesiones y homicidios de menores. Y no es una novedad de hace 20 o 30 años.
Seguramente esa realidad monstruosa explica en parte la idealización de la familia que permite que el movimiento de regeneración quiera encargar a los abuelos que eduquen moralmente a sus nietos. En serio, a lo mejor habría que pensar más bien en que los nietos empiecen a educar a sus abuelos: hablemos de ética, ¿por qué no?