'Callejegateando'
Ya es hora de hablar en serio de las calles de Madrid. De la inseguridad en Dolby Surround, de esta capital que lo mismo te roba la cartera que te parte la cadera. Y perdón por la rima, pero es que sale sola en estas prosas gatas y andariegas. Vayamos a un ejemplo de libro. La solería de una de nuestras arterias, la Gran Vía (que creo que la puso Gallardón aconsejado por nórdicos que no la alfombraron precisamente de claveles ), acumula la miasma, el resol, y hace juego con uno de esos carteles medio escondidos en sus alturas, con caligrafía también medio escondida. Carteles que nos hablan de una ciudad que tiene sus sombras, sus pensiones de perfume malo de las que salen, a la postre, los peores arrepentimientos conyugales. Luego está la remozada plaza de España, que tiene no sé qué de escenario de capítulo de los Telettubies , como si los Telettubies se hubieran rodado en Qatar y no en un estudio que era todo césped y felicidad: como Madrid Río en aquellos verdes planos. Y no salgo de ese triángulo urbano. Noticia Relacionada LAPISABIEN opinion Si Vida de Pepelito Jesús Nieto Jurado El sano pueblo madrileño de detrás de las barras nunca le niega un cafelito a un buen cristiano Está la calle de Leganitos, navaja urbana y antiguo arroyo donde toda fealdad tiene su asiento y eso que, antes, cuando queríamos dedicarnos al espectáculo, le veíamos encanto y todo. Qué sé yo. Esa calle que fue Chinatown, donde estaba El Boni con sus desayunos chacineros, y que ahora yo ya no sé lo que es; acaso una calle por la que los policías andan encapsulados en el Centro y con el espacio mínimo para un cafelillo de recuelo entre carterista que entra y carterista que sale. Por detrás, en otro plano, la calle de la Ballesta, con su fauna habitual que recuerda a esa escena de cuando disparan a los padres de Bruce Wayne tras salir de un cine con sus padres. Ballesta tiene secretos y niebla, aunque niebla como tal cae poca y viene del Sahara. Luego andan por ahí Hortaleza y su hermanastra Fuencarral (esto creo que es de Trapiello ); pues bueno, pues vale, pero el paseante que soy yo busca las amplitudes de los bulevares, los tejados afrancesados y ese ambiente. Por eso se va uno al quiosco de la glorieta de Bilbao y se encuentra, de repente, con Europa. De golpe y porrazo. Cuando se pasea por Madrid y no se ha tomado la medicación para las melancolías de octubre, cada calle embriaga de sensaciones contradictorias. Dependiendo incluso de la numeración de la 'rue'. O sea, que mañana lo mismo le encuentro el punto a la plaza de España. Madrid está ahí, guapa y fea, a la vez, con el encanto abigarrado de las tiendas de la calle Antonio López y la luz de esas cafeterías de otoño con el verano aún dentro, que creo que diría Umbral.