¿Por qué el Nobel de Literatura ya no habla español?
Algo se ha dicho, pero poco se ha reflexionado sobre la escasa presencia del español en la nómina de premiados con el Nobel de Literatura. Surge el tema como las setas en octubre, cuando se conoce la procedencia del galardonado, y desaparece de los airados medios patrios pasados apenas unos días. Lo que, en un principio, se interpretó este año como un olvido trágico e incorregible por el fallecimiento de nuestro eterno candidato, Javier Marías, se convirtió, horas después, en un desprecio a nuestra lengua, para desaparecer, finalmente, del debate público con la sensación de que, en realidad, nada se puede hacer para remediarlo. La escritora Annie Ernaux se ha convertido en la primera autora francesa, después de catorce colegas varones compatriotas suyos, en recoger el premio más prestigioso y mejor dotado de la literatura universal de manos del rey de Suecia. La moneda de oro con el perfil de Alfred Nobel y la suculenta recompensa económica la recibe Ernaux, «por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal». Al menos así reza la justificación con la que la Academia sueca describe el estilo y las dotes literarias de la escritora nacida en 1940 en la ciudad de Lillebonne en Normandía. Ninguna mención a la lengua o la cultura francesa. Mujer e innovadora, que no es poco, es lo que ha valorado la Academia sueca para que sea merecedora de la más alta distinción literaria existente. Línea Londres-París-Berlín Sospechosa resulta, en cambio, la insistencia con la que la Academia sueca se refiere a la lengua española y al origen de los premiados cuando estos proceden del ámbito geográfico del español. Así, destaca la Academia «la renovación de las tradiciones de la poesía española», en el caso de Vicente Aleixandre , galardonado en 1977; el estatus de «símbolo de todo el mundo latinoamericano» que le otorga a la lírica de Gabriela Mistral en 1945; o el «ejemplo de alta espiritualidad y de pureza artística… en la lengua española» que reconoce en la poesía de Juan Ramón Jiménez en 1956. Por poner solo algunos ejemplos. Aceptémoslo: para la Academia sueca pertenecemos a esas regiones alejadas que solo cuentan para realizar «espaciadas excursiones fuera de las literaturas euroamericanas», como describía el admirado y recientemente fallecido académico y poeta sueco Kjell Espmark. Literaturas periféricas de las que la Academia se sirve para proporcionar una difusión global al premio. La línea Londres-París-Berlín y el Atlántico norte nunca han dejado de ser las fronteras culturales de la vieja Escandinavia. El resto somos periferia. Sin poder entre los asesores Tampoco nos ayuda que, con la globalización, hayamos perdido –Latinoamérica también– el imán de lo exótico. Precisamente esa es una de las razones que se esgrimen en los cenáculos literarios para justificar que no le concediesen el premio Nobel de Literatura a Javier Marías: lo poco español que resulta Marías. En un país como el nuestro, tan dado al amiguismo, siempre cabe la tentación de buscar otra vía y preguntarse, pero ¿a quién tenemos en la Academia sueca? Tampoco en esto tenemos mejor suerte. Aunque la Academia cuenta con asesores que le aportan datos actualizados sobre autores de las más diversas lenguas, en este momento no cuenta con ningún miembro especializado que traduzca o que lea directamente el español. Por eso cabría pensar que, pasado el esfuerzo realizado con motivo de la reciente Feria del Libro de Fráncfort , el sueco obtuviera la calificación de lengua estratégica para que las editoriales suecas, y no solo las alemanas, puedan recibir el apoyo económico necesario para la traducción. Porque, a pesar de que el español es el idioma más demandado por los estudiantes suecos, el porcentaje de obras literarias en español traducidas al sueco se encuentra en un discreto 1%, y bajando, del total de obras traducidas, muy por debajo de las traducidas del alemán (3,8%) o del francés (5,15 %). Las obras traducidas del inglés al sueco suponen el 73,9 % del total. El español se encuentra pues al nivel del ruso, del que se traducían un 0,9 % antes de la invasión de Ucrania, según datos de 2019 aportados por Hanna Kiviniemi Köngäs de la Universidad de Lund. Hacer lobby Influir en las decisiones de la Academia sueca no es tarea fácil y algunas iniciativas son más propias del mejor Berlanga, con el permiso siempre del gran Rafael Azcona. Por poner un ejemplo, en los años 80, y con Pujol en la Generalidad, el escritor y periodista catalán, Baltasar Porcel, recibió el encargo del presidente catalán de entregar un único ejemplar de la Enciclopèdia Catalana a la Academia sueca para favorecer la candidatura de un escritor catalán. En el momento de la despedida, tarde por la noche, en el recibidor de la casa familiar de los Pujol y antes de la partida de Porcel hacia Suecia, el muy honorable dejando caer sus párpados monacales le conminó, tan preocupado como ha estado siempre por la economía, a no gastar más de lo necesario en la operación. Otro ejemplo sería el del Instituto Cervantes de Estocolmo, que en 2005 abrió sus puertas con dos objetivos. El primero y principal, el premio Nobel de Literatura que se concede en esta ciudad y el segundo, y no menos importante, el de devolver a España al eje del bien, del que nuestra participación en la guerra de Irak nos había distanciado. La embajadora de España, Cristina Barrios, convenció al Goethe Institut para compartir con el Instituto Cervantes unos locales en el centro de Estocolmo e ideó el germen de un futuro centro cultural europeo en Escandinavia. Con semejante visibilidad y sin perder de vista la viabilidad económica del proyecto basada en los ingresos procedentes de la enseñanza del español solo había que empezar. Y así lo entendió también su sucesor, el embajador Javier Garrigues, que desde la inauguración del Instituto Cervantes de Estocolmo promovió y apoyó, entre otras iniciativas, la celebración en 2006 del congreso sobre Mario Vargas Llosa, 'Una vida dedicada a la literatura', que con motivo de su setenta cumpleaños reunió en la capital escandinava a los principales especialistas y traductores de la obra del autor hispano-peruano. Vargas Llosa participó además en el prestigioso foro Internationell författarscen al que asistieron miembros de la Academia sueca y en el encuentro multitudinario con universitarios celebrado en el Aula Magna de la Universidad. Pero Vargas no fue el único escritor incluido en el porfolio que manejaba entonces el Instituto Cervantes durante sus primeros años de existencia. El Instituto Cervantes y la Embajada de España promovieron, además, la traducción al sueco de, entre otras, las obras de Francisco Ayala y de Antonio Gamoneda, que España y el español fueran los invitados de la Feria del Libro de Gotemburgo, la mayor feria del norte de Europa, y que se estableciera un convenio entre la Universidad de Estocolmo y la Academia sueca para traducir su página web al español. Desgraciadamente tras este impulso inicial, la traducción española de la web de la Academia desapareció pasados apenas un par de años, con el tiempo se relativizaron los objetivos iniciales y la actividad y por tanto la visibilidad del Instituto Cervantes de Estocolmo cayó hasta el punto de verse recientemente amenazado con el cierre. En cualquier caso, Vargas Llosa recibió el premio Nobel cuatro años después, en 2010, y desde entonces no lo ha recibido ningún otro autor del ámbito geográfico del español. El procedimiento establece que, tras las cribas iniciales, al final solo quedan cinco candidatos, lo que se conoce como la lista corta. En ella se concentran los académicos suecos para decidir el galardonado. Cualquier escritor puede ser candidato, siempre que sea nominado por una persona competente, bien sea por un miembro de la Academia sueca, de otras academias, como la Real Academia Española, por instituciones o agrupaciones de composición y cometidos similares, como el premio Princesa de Asturias, catedráticos de asignaturas literarias o de lenguas de universidades y escuelas superiores, escritores que hayan sido galardonados con el premio Nobel o por los presidentes de las organizaciones de escritores representativos de la producción literaria del país, como la Asociación Colegial de Escritores de España. No parece que pueda ser tan complicado concentrarse pues en una lista corta de candidatos en lengua española. Eso sí, la Academia sueca insiste en que es importante que tanto los que nominan como los que son nominados traten el asunto en secreto.