Lisboa no puede esperar

Sostiene Garabito que ya que estaba en Lisboa prefirió escribir del gótico, que allí es manuelino, y de que sólo había españoles por la ciudad. Y rusos y alemanes e ingleses y de todo, menos un sólo portugués con el que hablar. Los portugueses habían huido aquellos días a descubrir el mundo otra vez, como hicieran sus tataratatarabuelos en el siglo XV, pero esta vez obligados por los turistas. Sostiene en su declaración que decidió cortarse el pelo en Lisboa por hablar con un peluquero ya que fue el único portugués que pudo encontrar allí. Que el tipo era de Setúbal, pero llevaba cuarenta y seis años en Lisboa, según afirmó, encargado de las cabezas de los demás. Era una peluquería de las de toda la vida, sin artificio, en la que sólo había unas tijeras, un peluquero, unos peines y unos cuantos pelos por el suelo. Dice que se parecía a la de cerca de casa de sus padres de cuando era pequeño porque Portugal sigue siendo aquella España de 1992. Que gusta de frecuentar las peluquerías cuando sale al extranjero porque le dan la medida exacta de la ciudad mejor incluso que cualquier bar. Dice que antes de escribir fue a rendir pleitesía y a pedir favor a los Jerónimos donde descansa Pessoa, porque Lisboa la parió el poeta, lo dice Armando Zerolo. Antes de él la ciudad gemía con dolores de parto y el terremoto de 1755 sólo fueron las primeras contracciones. También que su amigo Pedro, nada más pisar Portugal, y como un navegante camino del Nuevo Mundo, espetó: «¡Vosotros seguidme, que yo sé donde hay jaleo!» Algo así le dijo Colón a Isabel la Católica y principió la modernidad. Que cuando iban por la calle y empezaba la aventura, Ignacio y Pedro querían darse la vuelta y buscar otra más peatonal. «Os queréis calmar… ¡Así no se escribe una novela!» Pero que como era un artículo lo que tenía que escribir no ocurrió más. Explica en su declaración que estaba a punto de escribir sobre la democracia, sobre la crisis de Estado que vive España, sobre cómo juega el presidente a estirarla y a deformarla hasta que rompa y de las ganas que le entraron de buscar casa frente al Tajo y beber oporto y ganarse la vida cantando fados, de haber sabido cantar. «É varina, usa chinela / tem movimientos de gata. / Na canastra, a caravela / no coração, a fragata… / Vende sonho e maresia, / tempestades apregoa / seu nome própio: Maria / seu apelido: Lisboa». Sostiene Garabito que al paso que pervierten las instituciones en España, Portugal no está nada mal.