Nicanor Villalta, el torero que murió el día de Reyes soñando una máxima: «En los toros, emoción, emoción y emoción»
Nació en el pueblecito turolense de Cretas en el final del siglo XIX, tomó la alternativa en San Sebastián, cortó la primera oreja de oro de la Corrida de la Prensa ahora hace cien años y mantiene el récord de trofeos cortados en Madrid. Entre la vieja plaza y Las Ventas, a Nicanor Villalta le coronan un total de 54 orejas como un auténtico héroe que, según sus palabras, mantuvo siempre ante los toros «un reto constante al peligro». Fue una de las figuras más destacadas de la denominada Edad de Plata del Toreo, la que comenzó tras la trágica muerte de Joselito en Talavera en mayo de 1920, con un físico alto y desgarbado, que suplió con un valor y una entrega que hicieron que los públicos se le rindieran. Su máxima fue la de arrimarse todo lo posible. En 1930, el torero aragonés disfrutaba de uno de sus mejores momentos, reconocido por la afición y la crítica, era uno de los diestros más populares, lo que le valió para ser elegido como uno de los Triunfadores del Ruedo , una colección de libros que dibujaba la personalidad en las plazas y fuera de ellas de las figuras del momento. El escritor, dramaturgo y crítico taurino Adolfo Sánchez Carrere analizó a Villalta en una entrevista en la que el diestro responde con la misma sinceridad que se comportaba ante los toros. En un paralelismo con la época actual, insistía en que los toros con demasiado peso, «con dos puyazos recargando, ¡se acabó la fiera!, y no hay quien los toree. ¡Cuántas veces dejo que a mis bichos los pique solo el reserva, o que no los piquen casi, para que conserven en el último tercio poder y bravura!». -¿Cuál es el momento más emocionante de toda la lidia?, le pregunta Sánchez Carrere. -La contestación no admite duda. Para mí, el momento de emoción más fuerte es aquel en que, con la muleta en la mano, me paso el toro por la cintura a la distancia deseada por mi. -Que son, ccuántos centímetros? -Ninguno. -Eso es buscar la exposición, y, con la exposición, el sobresalto de los espectadores-, Le replica el crítico. -¿Y el toreo qué es si no, un reto constante al peligro para conseguir la emoción fuerte y escalofriante que constituye la base y el efecto fundamental de la Fiesta? Los toros, mírese por donde se mire, no son, a la postre, más que eso: emoción, emoción y emoción. Villalta se retiró en 1935, pero el paso de la Guerra Civil y unas malas inversiones le obligaron a volver a los ruedos en 1939. Soñaba con una retirada idílica y un futuro muy distinto al que vivió: «Me iré de los toros antes que los toros puedan conmigo. Ya, para entonces, tendré mi finiquita en el campo, y en ella pasaré el resto de mi vida, consagrado a las faenas agrícolas, porque mis padres fueron labradores». MÁS INFORMACIÓN noticia No El Ayuntamiento de Zaragoza recupera su premio taurino, eliminado por Podemos noticia No Carteles: solo Morante en una Feria del Pilar con las figuras de espaldas La vida le aguardaba otro camino. Dio su adiós definitivo en 1943 en la plaza de Zaragoza, en donde «más le exigieron siempre», y vivió en Madrid, en donde fue asesor de la plaza de Las Ventas hasta su muerte en 1980 el 6 de enero, día de Reyes.