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Январь
2023

Competencia perfecta: Mucho ruido, pocas nueces

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El problema y el riesgo de los populistas de cualquier rivera ideológica es que, en el mejor de los casos, su discurso y acción es una simple pose efectista; pero en el peor promueven aviesas e ilegítimas estratagemas para acumular más poder

Las promesas de cambio seducen con facilidad, al igual que los discursos de fuerza y acción cargados de testosterona, a las ciudadanías indignadas y a las que, abandonadas a su suerte, se sienten sin esperanza y futuro.

Los liderazgos populistas siempre han intuido esto y hoy, con la posibilidad de medir casi en tiempo real lo que piensan y sienten las ciudadanías, saben con más claridad – literalmente – cuáles teclas presionar o los hilos de qué marionetas halar con el fin de obtener las respuestas útiles a sus intereses.

En nuestras democracias modernas – sociedades de masas e información, hipersensibles pero con espacios de atención efímeros – esto parecería tener mucho sentido: para lograr cumplir con los compromisos frente a los electores y conjurar los retos diarios de los complejos problemas que surgirán inevitablemente cada día, es necesario mantenerse “en campaña” permanente, siempre movilizando a la opinión pública y creando espacios de presión, negociación y acuerdo con los diferentes grupos políticos y de interés y con los movimientos sociales.

Pero justamente el problema y el riesgo con los populistas – de cualquier rivera ideológica – es que, en el mejor de los casos, su discurso y acción es una simple pose efectista con el fin de alimentar egos desmedidos y sobrevivir políticamente; mientras que, en el peor, se trata de aviesas e ilegítimas estratagemas pensadas para acumular más poder y promover los intereses cercanos.

En su versión más benigna, el populismo simplón terminará siendo más tiempo perdido en banalidades que alimentará más descontento en la población y activará, de nuevo, el peligroso juego de ruleta rusa en la que se han convertido los procesos electorales. Mientras que, el peor, el populismo autocrático y de compadrazgos destruirá las instituciones y la convivencia democrática en unos pocos años, ante la mirada ingenua de unos y la interesada de otros.

Ante los riesgos de estos discursos y estrategias políticas, los grupos responsables y democráticos no pueden ser tolerantes. No deben dar excesivos compases de espera – esperanzados en que sea cuestión de tiempo que se empiece a gobernar realmente – ni permitir que las ocurrencias, los egos y los prejuicios manipuladores terminen tomando las políticas públicas, desmantelándolas y tornándolas inservibles.

En una sociedad democrática moderna, el controlar temporalmente el Ejecutivo no debería incluir como prerrogativa la capacidad de desmantelar instituciones y políticas públicas – sea por ineptitud o por premeditación – que ha tomado décadas construir cimentadas en acuerdos y conocimientos sólidos, en especial, de aquellas que son imprescindibles para enfrentar los retos del desarrollo económico, social y político incluyente, equitativo, sustentable y resiliente.

El ruido detrás de las pocas nueces es, en el caso de estos liderazgos, un distractor y debe evitarse, a toda costa, caer en esta trampa.

José Luis Arce, economista, plantea que en una sociedad democrática moderna, el controlar temporalmente el Ejecutivo no debería incluir como prerrogativa la capacidad de desmantelar instituciones y políticas públicas, sea por ineptitud o por premeditación.










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