Con los embarazos no se juega
Si los padres de la Constitución de 1978, conocida como 'la pactada', al ser fruto del consenso entre las distintas fuerzas políticas, hubieran sabido que devenía en lo que es hoy, se hubieran vuelto a casa con una frase que retumbó en los tiempos de la Segunda República; «No es esto, no es esto». En efecto, nada tiene que ver con aquellas ansias de democracia, paz social y desarrollo económico de los primeros años de nuestra Transición. Para empezar, hoy en España no gobiernan los partidos más votados. Gobiernan los que les prestan sus votos a precio de oro. Luego, de consenso y moderación, nada de nada. Se trata de partidos radicales, en la extrema derecha y en la extrema izquierda, decididos a imponer su programa cueste lo que cueste. La parte se ha comido al todo. Así, hemos visto al PSOE socialdemócrata de los tiempos de Felipe González pactar con los comunistas, sus enemigos tradicionales; eliminar el delito de sedición del Código Penal, lo que deja al Estado sin defensas ante quienes lo asaltan, y minimizar el delito de malversación de fondos públicos, que invita a todo tipo de corrupciones en la Administración. No se crean que el Partido Popular le anduvo a la zaga al PSOE, con escándalos como el de la trama Gürtel, que le costó perder el Gobierno durante el segundo mandato de Mariano Rajoy. ABC viene informando en sus páginas de los trampantojos de un antiguo dirigente suyo en Asturias, y en Baleares se piden cien años de cárcel para un juez y un fiscal. Si alguien pidiera que quien esté libre de pecado tirase la primera piedra, no habría, como en el Evangelio, voluntario. La cosa incluso se agrava al convertirse en munición electoral. El caso de Castilla y León sobre las embarazadas da vergüenza ajena. Que el vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, de Vox, lance a campana herida un protocolo para apuntarse un tanto define al personaje, que no tiene poderes para ordenar a ginecólogos y enfermeros lo que deben hacer. A ello se une que tal documento no ha sido expedido ni recibido por nadie, que sepamos. Pero el presidente de la Junta regional, Alfonso Fernández Mañueco, anduvo un tanto remiso en denunciarlo y en clarificar que nada había cambiado en el asunto. Apuntando todo esto a que se trataba de presentar a su partido, Vox, como el que lleva la voz cantante en el Gobierno autonómico. Algo peligrosísimo. Como se corra el rumor de que el PP intentara recortar los derechos que las mujeres han conquistado últimamente ya puede despedirse de ganar las elecciones generales, sin que le sirva que Vox sufrirá aún más. A ese precio, no vale la pena gobernar, regional o nacionalmente, como estamos viendo con el Frankenstein de Pedro Sánchez, más viejo que los tanques rusos abandonados en Ucrania.