La aventura más desastrosa de la aviación española comenzó con una carta enviada en 1927 por el piloto Ignacio Jiménez al ingeniero Francisco Iglesias. En ella le proponía acometer un reto: superar el récord de distancia recorrida en vuelo, en esos momentos, 6.290 kilómetros. A pesar de que hacer un viaje de esas características suponía un serio riesgo, su colega aceptó. Aunque primero había que resolver algunos problemas. Para llevar a cabo la proeza, los españoles necesitaban un avión que pudiera cargar con una cantidad de combustible fuera de lo normal. La solución vino en forma de Breguet XIX, uno de los aeroplanos más modernos de la época.
Mil problemas
Fabricado por una de las empresas aéreas más conocidas en España, Construcciones Aeronáuticas S.A (C.A.S.A), este biplano tenía, sin embargo, un problema: un tanque de combustible demasiado pequeño. Por ello, los españoles solicitaron la versión ‘Bidón’ o ‘Gran Raid’, la cual disponía de un depósito mayor de carburante. Con los aviadores preparados para la aventura y el avión seleccionado, ya sólo faltaba que estos dos militares pidieran el correspondiente permiso a las autoridades para hacer su particular raid hacia América. Así, dos años después del viaje de Ramón Franco a Argentina, Jiménez e Iglesias planeaban añadir una nueva muesca a la empuñadura de la nuestra castiza aviación.
Pero, como si estuvieran gafados, los aviadores se encontraron con que las autoridades militares prohibieron este viaje. «Jiménez e Iglesias tenían ahora puesta la mirada en Cuba, donde tantos españoles vivían. Pero esta ruta presentaba una peculiaridad: la mayor parte de su recorrido tenía que hacerse sobre el océano, y el mando no terminaba de convencerse de la seguridad de un avión terrestre sobre una extensión de agua tan prolongada», determina el Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica (IHCA) en su libro ‘Grandes vuelos de la aviación española’.
Construcción del avión Breguet XIX «Jesús del Gran Poder»
-
ABC
Como alternativa, se les propuso dirigirse hacia Pakistán, cuya distancia permitía también batir el récord internacional. Sobre el papel, los aviadores aceptaron sin rechistar, pero, de forma secreta, organizaron paralelamente el viaje hacia las Américas. Su idea parecía sencilla: hacer creer al ejército que partirían hacia Asia y, tras haber despegado, cambiar el rumbo y dirigirse hacia La Habana.
Tras llevar a cabo varias pruebas, se determinó que el aparato y la tripulación estaban listos para partir, cosa que se realizaría tras bautizar como era debido el aparato. «El 30 de marzo, el Breguet XIX Gran Raid nº 72 se bautizaba solemnemente en Sevilla con el nombre de ‘Jesús del Gran Poder’. El oficiante en la ceremonia de bendición fue el cardenal arzobispo de Sevilla y la madrina, nada menos que la Reina doña Victoria Eugenia, que rompió sobre el buje de la hélice una botella de vino, como era tradicional», afirma el IHCA.
Construcción del avión Breguet XIX «Jesús del Gran Poder»
-
ABC
Con todo listo, y por enésima vez, el destino atropelló a los buenos de Iglesias y Jiménez. Y es que, tras un desafortunado accidente, el entonces coronel Kindelán descubrió sus intenciones justo antes de que despegaran. El follón adquirió dimensiones épicas. El militar, al mando de la operación, les dio a elegir: o partir hacia Asia, como se les había ordenado, o volver a su casa. No quedaba otro remedio, así que los españoles se resignaron y empezaron los preparativos para viajar hasta Oriente; qué otra cosa podían hacer.
Desastre anunciado
Sin más opción para cumplir su sueño, los pilotos iniciaron el viaje hacia Oriente el 29 de mayo de 1928. «Desde Sevilla, Jiménez e Iglesias salieron al mediterráneo por Gibraltar, luego continuaron volando hacia el cabo de Gata. Al final entraron en Asia Menor por la zona de Alepo», determina la institución en su libro. Todo iba bien hasta que alcanzaron los 5.100 kilómetros de recorrido. En ese momento, los españoles tuvieron que enfrentarse a uno de los mayores retos de su vida de pilotos: una terrible tormenta de arena que no pudieron esquivar.
Su pericia y habilidad les permitió volar durante horas en la tormenta. Sin embargo parece que el motor del Breguet no estaba dispuesto a pasar por tantas penurias como ellos para lograr conseguir el récord. El aparato no aguantó la entrada masiva de arena en su mecanismo y comenzó a fallar. Después de 28 horas, Jiménez e Iglesias no tuvieron más remedio que aterrizar; la marca no había sido batida. Y vino el desastre. Tras aterrizar en aquellas lejanas tierras con el ‘Jesús del Gran Poder’, fueron hechos prisiones por los beduinos durante unos días. Solo pudieron escapar gracias a la ayuda de la RAF británica.
Construcción del avión Breguet XIX «Jesús del Gran Poder»
-
ABC
Pero esto no fue todo. Una vez liberados, los pilotos solicitaron a la Península una serie de piezas dañadas para reparar el biplano y regresar a casa. Sin embargo, y por alguna extraña razón, las autoridades se equivocaron y las mandaron nada menos que a Japón. Se pasaron todo el verano soportando una temperatura media de más de 50 grados a la sombra que acabó por estropear la goma de revestimiento de los tanques de gasolina del aparato. Y, como las desgracias nunca vienen solas, en Bagdad se les informó de que el récord mundial de distancia en vuelo había sido batido de nuevo por los italianos Ferrarin y Del Prete: 7.188 Km.
Construcción del avión Breguet XIX «Jesús del Gran Poder»
-
ABC
A pesar de todas las penurias, los aviadores no pensaban rendirse y, en cuanto llegaron de nuevo a España, solicitaron otra vez el permiso para llevar a cabo un raid hasta América. En este caso, la suerte les sonrió, pues las autoridades militares les dieron el visto bueno tras observar, mediante el viaje del Savoia, que era un vuelo factible. Partieron de Sevilla en dirección a Río de Janeiro el 24 de marzo de 1929.. Por desgracia, tuvieron que capitular y aterrizar en Cassamary, cerca de Brasil, dos jornadas después. Eso dejaba en una cruda situación el récord, pues habían recorrido un total de 6.550 kilómetros en 43 horas y 50 minutos; insuficiente para entrar en la Historia.
Pero, aunque la marca de distancia no había sido batida, lo que sí consiguieron Jiménez e Iglesias fue otro récord: el de mayor permanencia en vuelo sobre el mar con un avión terrestre. Aunque eso es otra historia.