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Январь
2023

Las pioneras que contaron la Guerra... y las que siguen contándola

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Abc.es 

La Guerra Civil española ha sido considerada como una de las contiendas más mediáticas de la historia hasta 1936, pero la investigación acerca de la presencia de las corresponsales extranjeras durante a cobertura informativa había permanecido incompleta hasta la fecha. El periodista e investigador Bernardo Díaz Nosty ha procurado corregir ese silencio en 'Periodistas extranjeras en la Guerra Civil' (Renacimiento) , un libro en el que reúne los perfiles biográficos de las casi 200 reporteras que viajaron a España para informar sobre lo que ocurría. Noticias Relacionadas reportaje Si Libros Mujeres periodistas durante la Guerra Civil, otros relatos Mercedes Monmany estandar Si EXPOSICIÓN Las Sinsombrero: presencias contra ausencias Francisco Carpio La identificación política con la causa republicana movilizó a mujeres de entornos privilegiados, algunas de ellas de origen judío, diferentes grados de militancia comunista y anarquista, así como con un alto nivel formativo, según describe Bernardo Díaz Nosty . A todas las unía curiosidad innata y, por supuesto, la juventud: la mayoría tenía entre 25 y 29 años y provenían del Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Alemania y Rusia. Algunas procedían de otros países europeos como Italia o América del Sur, pero en menor medida. Zona republicana El grupo más compacto lo constituyeron las francesas, menos conocidas que las anglosajonas, y con una representación amplia de la prensa parisina: desde la escritora y reportera Andrée Viollis, quien, tras ser enfermera voluntaria en Primera Guerra Mundial y haber estudiado en Oxford, comenzó a escribir para el periódico 'Le Petit Parisien', donde se orientó hacia el gran reportaje, hasta la veterana Renée Lafont ('Le Populaire'), asesinada en Córdoba antes de enviar la primera crónica. Uno de los rasgos más significativos de la presencia de estas corresponsales es el cambio en el punto de vista. En sus crónicas, la violencia no se circunscribe al campo de batalla. Ellas se acercaban a la anomalía del sufrimiento y de la muerte no solo de los soldados en los frentes, sino de la población civil asolada por los bombardeos. La escritora y periodista estadounidense Martha Gellhorn , una de las corresponsales de guerra más importantes del siglo XX, describió el hotel Palace de Madrid reconvertido en quirófano y ambulatorio. «Ahora es el primer hospital militar de Madrid. Los quirófanos están en la sala de lectura. En el vestíbulo se apilan las camillas ensangrentadas. Las estanterías estilo imperio, donde antes había libros aburridos para huéspedes, se usan para los vendajes, las agujas hipodérmicas y los instrumentos quirúrgicos, y hay luces potentes en las lámparas de araña para las operaciones», escribió en 1937. «Hay un olor indescriptible en el aire, una mezcla de descomposición y azufre», reportó la británica Irene Hodson sobre el ambiente general de la ciudad Elena Garro , que se había desplazado a Pozoblanco, invitada por los brigadistas mexicanos, se vio sorprendida por un feroz ataque aéreo nocturno. Perdida en la oscuridad escuchó unos gritos desgarradores de un hombre a quien amputaban una pierna sin anestesia. También la mexicana Hanna Brenner, quien al estallar la guerra se encontraba en España acreditada por 'The Nation', escribió análisis pormenorizados de la polarización política que desembocaría en la guerra. Un buen número de periodistas viajaron a España con cámaras fotográficas. Gerda Taro es el nombre más conocido , pero al suyo se añade también el de ocho fotoperiodistas más, entre ellas: Kati Hoa, Margarethe Robinson, Tina Modot i y Marie Claude Vailant-Couturier. Muchas periodistas intervinieron de forma habitual o casual en las retransmisiones en lengua extranjera, por ejemplo Liliam Hellman, cuando hablaba para Estados Unidos. También lo hicieron Dora Lennard, Ilse Wolff, Dorothy Parker, Ilse Kulcsar y Florence Farmborough. Zona Nacional De las 183 autoras de información, crónicas, reportajes, fotografías y memorias identificadas en el libro, el 91% (163) viajó a la zona gubernamental republicana, más permeable a la actividad de los periodistas que en la ocupada por los sublevados. De las veinte restantes, trece estuvieron en la zona rebelde. En el material que escribieron se percibe una identificación en sus escritos con la causa de los sublevados. Virginia Cowles fue una de las más relevantes de cuantas viajaron a España, enviada por el grupo Hearst, conocido por su inclinación hacia los sublevados. En Barcelona sufrió de cerca los bombardeos aéreos y visitó Salamanca, donde entrevistó a Franco. La portuguesa Hilda de Toledano , en realidad María de Sajonia-Coburgo Gotha y Bragança, hija bastarda del rey Carlos I de Portugal, se identificó con la epopeya de Franco, Cabanellas, Queipo de Llano y Mola, y la glosó en esos términos. La británica Florence Farborough emprendió el camino a Sevilla para unirse a los sublevados («el 18 de julio de 1936, el general Franco, líder nato de hombres, desenvainó la espada», escribió), y más tarde, se incorporó como periodista a la naciente Radio Nacional de Salamanca. La periodista estadounidense Jane Anderson, partidaria de Franco en la zona republicana, se convirtió en denodada propagandista de los sublevados. Contratada por Goebbels al servicio de la propaganda Nazi, fue acusada de traición a su país antes de exiliarse en España. Las corresponsales del siglo XXI Mónica García Prieto comenzó su carrera cubriendo el levantamiento zapatista de Chiapas. Tenía 23 años. A lo largo de décadas ha sido corresponsal en Roma, Moscú, Jerusalén, Beirut, Bangkok y Shanghái. Informó durante la segunda guerra de Chechenia, la guerra de Georgia, el conflicto de Macedonia, las invasiones de Afganistán e Irak, también la guerra del Líbano, la guerra de Siria y más recientemente la guerra de Ucrania, cuyos reportajes ha publicado para ABC. A la pregunta sobre qué tienen en común las reporteras de su generación con la de aquellas corresponsales que en 1936 viajaron a España, Mónica García Prieto asume que las une el mismo hilo: «Esta profesión va más allá del tiempo, las generaciones e incluso del género, porque nos mueve la curiosa de estar ahí. Hay que entender y ver las cosas para explicarlas a los demás. Así comienzas tu trabajo, a medida que transcurre el tiempo, maduras. Cuanto más conoce al ser humano más te das cuenta lo poco que evoluciona. Nos quedamos atascados en comportamiento tribales. Los conflictos son todos iguales. Poco importa el continente, la etnia, los motivos, las fronteras. Y las cosas no van a cambiar». Desde 1984, Ángeles Espinosa trabaja como corresponsal del diario El País. Comenzó a muy temprana edad y aún hoy continúa en activo. «Pioneras las hubo, sin duda. Tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Guerra Civil Española. En mi caso, creo que fui de las primeras en llegar a Beirut, porque en aquel momento no había españolas. Lo mismo ocurrió en Irán. Sin duda alguna, lo que empuja a esta profesión es la curiosidad. No era sencillo trabajar como corresponsal en Oriente Próximo donde abundan comportamientos misóginos y discriminación a la mujer». Espinosa se especializó en el mundo árabe e islámico. Ha sido corresponsal Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Cubrió las guerras de Irán e Irak, las dos guerras de Estados Unidos contra Sadam Husein, el bombardeo estadounidense de Afganistán, así como los conflictos de Líbano, Palestina y Yemen. Escritoras y periodistas como Rosa Montero y Olga Merino también cubrieron conflictos durante los años noventa. «Cubrí la caída del Muro de Berlín. Estuve justo antes de la caída, recogiendo testimonios de los protagonistas y regresé un año después, para hacer un seguimiento. Tuve una visión de primera mano y muy profunda de uno de los momentos históricos más significativos en Europa y en mi vida. Fue muy emocionante», recuerda Rosa Montero, quien en aquel entonces trabajaba para el diario El País. Olga Merino recientemente ha publicado el libro 'Cinco inviernos' (Alfaguara) , un volumen conmovedor por su fuerza y belleza en el que narra sus cinco años como corresponsal en Moscú, donde llegó en 1992, con apenas 28 años, como corresponsal para 'El periódico'. En ese tiempo, narró esde la disolución del Congreso de los Diputados del Pueblo de Rusia y el Sóviet Supremo hasta la memoria de Chernóbil.











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