El poeta que nunca abandonó su cabaña

He conocido a un poeta al que un libro marcó su vida, de tal manera que a través de él encontró su paraíso, un paraíso que fue terrenal durante algún tiempo pero que llegó a convertirse en eterno porque no lo abandonaría jamás, ni siquiera después de su muerte (Santander, 17-12-2022). Ocurrió siendo un niño, en una mañana radiante que invitaba a salir a la calle. José del Saz-Orozco (Sevilla, 1951), Pepe, vivía en Madrid, tenía 12 años, y tras desayunar en su casa un colacao con pan frito como él mismo cuenta en un relato-tesoro del que yo dispongo gracias a la generosidad de otro poeta amigo suyo, Amador Palacios (Albacete, 1954), se dirigió a la Cuesta de Moyano a pasear y curiosear entre las casetas grises de la feria del libro permanente, hasta detenerse en una de ellas, captada su atención por el relato de un cartelillo manuscrito: 'Libros de montaña y naturaleza'. Los libros, «todos a veinticinco pesetas» (ya habían subido algo desde que Gómez de la Serna la llamase la Cuesta del Boquerón pues costaban quince céntimos, como la tapa) estaban malamente apilados en una jaula. Pero a pesar del aspecto desgastado de la mayoría, pudo encontrar uno perfectamente encuadernado en tapa roja dura, su título: La montaña y yo (Diario de un paseante cántabro) . Autor: Martín Quintana Mortera . Santander, 1933. Ediciones Calafate. La emoción del jovencito fue más grande si cabe cuando al ojearlo descubrió que algunas de sus hojas estaban pegadas, por lo que nadie antes las había podido leer. Se trataba de un libro muy especial, un intonso (sin afeitar), es decir, sin el último proceso de cortar las hojas para separarlas, y llevaba así puede que decenas de años. Dibujo publicado en el Manifiesto de La Camama (1982) de quienes fundaron la Escuela de Poesía (en el centro Del Saz-Orozo con los también poetas Manuel San Martín y Carlos Asorey Brey Al niño Pepe, que ya apuntaba maneras de poeta, le palpitaba el corazón en el pecho de la emoción. Apresuró su paso hacia el Retiro y «entre la paz de sus árboles» abrió el libro. Al hacerlo cayó de entre sus hojas una tarjeta amarillenta en la que a duras penas podía leerse: «Junto a esta tarjeta, en escrito aparte, te dejo mi despedida, es lo que merece una dama como tú, tanto me has querido, tanto me has despreciado». Una firma ilegible rubricaba el despecho. Pepito se dirigió a su casa con el libro ardiendo en sus manos, las mismas que temblaron buscando la despedida del despechado. Estaba entre las páginas 334 y 335 en media cuartilla de papel de seda, »escrita vigorosamente a lápiz«. Se trataba de una poesía: «Soñando paso las noches/y sueño en el porvenir/venturoso que me espera/lejos…, muy lejos de ti./Me dirigiste una carta/que empezaba 'Bida mía';/puedes decirle a tu padre/que te enseñe ortografía./Asómate a esa ventana/si te quieres asomar;/si no quieres…, no te asomes/porque lo mismo me da». José María de Pereda . Pepe no sabía quién era Pereda. Pero lo descubrió y tanto le marcó que leyó sus obras completas, su teatro y cuando pudo dejó todo en Madrid, su flamante casa, su despacho de abogados en la Castellana al que había accedido por una espléndida formación en Derecho y Económicas en la Universidad de Deusto y se fue a vivir a Cantabria donde reformó una cabaña pastoril pasiega en lo alto de la montaña y allí vivió hasta su muerte, el pasado mes de diciembre. Aquellos versos irónicos y populares, que componen uno de los Cantares de Pereda , le motivaron para escribir poesía, hacer teatro y cambiar drásticamente su vida . Desde la cabaña, en plena montaña, se divisa un paisaje de un verde encendido, los picos y laderas, los árboles y maizales, el riachuelo, las vacas, ovejas, caballos y los pájaros ondeando incansables sin más criterio que la libertad en una atmósfera extrañamente pura, fresca, limpia. En su relato, el poeta dice ser feliz allí. Y se pregunta: ¿Estaría hoy aquí si no hubiera llegado a mis manos ese libro? Pepe disfrutó durante la última etapa de su existencia de la vida que quería junto a su última esposa, María, su último hijo, Martín y dos perros de agua cantábricos. Quizás más tarde de lo que hubiese deseado (tres esposas y cuatro hijos difícilmente permiten dedicar toda una vida a la abstracción contemplativa). Su familia ha decidido esparcir sus cenizas en lo que él más quería, así que efectivamente el poeta nunca abandonó su cabaña. A su querida María, más joven que él, dedicó el poema 'As de Corazones' en su mejor libro de poesía, Poeta en la Higuera (2001) con este preludio: «La irrupción del amor cuando la vida parece ya baldía, superada la juventud, trastorna el corazón la cabeza y los sentidos. De nuevo se desgaja la vida del tiempo y cada quien desciende a su edad de oro. El amor cabalga a nuestros lomos y nos hace jóvenes y libres. Por instantes llegan a nuestras manos las flores ayer cortadas, versos que creímos imposibles y mágicos». Pero José del Saz-Orozco, Pepe, como dice su esquela, no sólo fue poeta. Hizo cine, radio, teatro, artes gráficas … Además, situado en la órbita del postismo de Gabino Alejandro Carriedo y el cura de Carboneras, Carlos de la Rica , creó el grupo poético neopostista La Camama (1982), llegando a lanzar junto a otros dos poetas, Manuel San Martín Palacios y Carlos Renaldo Asorey Brey , un manifiesto en el que defendían «la poesía como búsqueda de la autenticidad y los valores intemporales y universales del hombre frente a los valores artificiales que manipulan sus emociones». Para ellos «el poeta se asoma al umbral de la vida y descompone el abstracto con el prisma de su sabiduría para mostrar el lado oculto de lo concreto y así crear poesía, resorte mágico de la belleza». Pepe tuvo dos iniciativas vinculadas a la ciudad de Toledo . En colaboración con otros artistas organizó la exposición 'Origen, Destino, Encuentro' (2007) que se celebró en el Centro Cultural San Ildefonso, donde se unían música, danza, poesía y artes gráficas. La otra idea tiene que ver más con el emprendimiento, siempre al abrigo de la editorial conquense El Toro de Barro creó la colección El Sombrero de Ala Ancha , bajo cuya copa publicaron varios autores como el prestigioso autor y productor teatral Luis Lorente o como los poetas vinculados a la ciudad de Toledo Jesús Maroto , Amador Palacios y el dos veces alcalde de Cuenca y Defensor del Pueblo en Castilla – La Mancha, José Manuel Martínez Cenzano . En Cantabria, Pepe salía de su cabaña para ir a centros de enseñanza tratando de «despertar la creación literaria en niños y adolescentes» y dar una herramienta a los profesores para integrar la poesía en su formación. Creó un Premio de poesía para menores de 16 años auspiciado por el Ayuntamiento de Soro. Otro de los tesoros que tengo de este poeta es una carpeta con todas las muestras de cariño y agradecimiento que recibió de sus alumnos «por enseñarnos a hacer poesías» pero también por las historias que les contaba, por sus lecturas y por su simpatía. Para ellos era Pepe, 'el poeta que lo peta' . (Por cierto, muy buena la iniciativa del Ayuntamiento de Toledo para que autores locales puedan dar a conocer su obra a ciudadanos y estudiantes, poniendo en valor lo cercano). Pepe era multidisciplinar, un curioso en el desempeño artístico, comprometido y buena gente. En un artículo publicado en ABC Toledo, titulado 'Jesús Maroto, el poeta que ama y desama', él se retrata así: «Mientras Jesús Maroto es sólo poeta, yo soy diletante aprendiz de todo y maestro de nada. No del todo. Siempre he sido fiel a mí mismo. Ni me he engañado ni he engañado nunca a nadie. Soy maestro de mi vida. Sólo me molesta que me pisen en el autobús con las frenadas. Y no soporto la soberbia y la prepotencia. Y mucho menos la violencia en cuya cresta se corona la crueldad». La primera parte de Poeta en la Higuera la dedicó precisamente «A las víctimas de la violencia y el hambre». El poeta con su esposa María y su hijo Martín también en la cabaña Ahora con su muerte tan reciente puedo contemplar en mi imaginación el merodeo amoroso de sus cenizas por la cabaña , quién sabe si aventadas por su aliento, posándose microscópicas e invisibles en aquella vaca, en aquella rama, en su perro 'Tobi', en la infusión de María o en la tabla de surf de Martín, y me invade la tristeza al leer otro de sus poemas de Poeta en la Higuera , 'Qué corta la vida': Qué corta la vida,/qué corta la estancia,/qué duda,/qué miedo Unamuno,/qué miedo a la muerte./Qué miedo/a no querer/como hoy quiero,/qué miedo a la ausencia,/qué miedo a la nada./Qué emoción tan grande,/levantar cada mañana,/ sentirse como un toro enorme,/sentirse como una capa./Qué pena tengo yo siempre,/qué pena tan calcinada,/qué pregunta tan eterna/en mis eternos clavada». Gracias Pepe, por haberte conocido, por buscar «el lado oscuro de lo concreto» en la poesía y por no abandonar nunca tu cabaña.