El asesino de Algeciras y nuestro propio cadáver
El PP ha desvinculado el asesinato de Algeciras de la inmigración ilegal y siempre es acertado no criminalizar a los colectivos, sobre todo si se tiene algún interés en resolver los problemas. Yo también pienso que el asesinato no tiene nada que ver con la situación de regularidad o irregularidad de la persona que cometió el crimen. Más bien tiene que ver con su fanatismo. También el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo , ha dicho que hace mucho tiempo que un cristiano no mata en nombre de su religión. Y también tiene razón. Hay un problema de atraso en el islam, y las criminales derivaciones del islamismo. No es justo atacar a alguien por su fe, porque no es justo atacar a alguien por lo que no puede defenderse. Pero alrededor del islam y ya no digamos del isalmismo jamás han florecido sociedades libres. No es que haya una civilización cristiana, o la civilización cristiana. La Civilización es cristiana . Hay una sola Civilización -Baudelaire lo dice- y adquirimos la fuerza de lo que conquistamos. La inmigración ilegal es un problema estadístico. De compleja solución, pero estadístico. El islam y el islamismo son un problema de la Guardia Civil, por lo menos en España. Descontamos, porque hay que hacerlo, a las personas de buena voluntad. Pero en las mezquitas se predica la destrucción de Occidente y de nuestro modo de vida libre. El asesinato de Algeciras tiene que ver con este drama profundo, enquistado, con este atraso fundamental; y también con nuestra progresiva, obscena desvinculación. Han asesinado a un sacerdote y cuando hay un cadáver hay que ser cuidadoso con las metáforas, pero nosotros llevamos mucho más tiempo que el chico de Algecieras siendo los cotidianos, minuciosos asesinos de Dios. Las iglesias vacías no son nuestro drama. Nuestro desprecio por la trascendencia, nuestro clamoroso olvido de que la vida es sagrada y que todo lo que nos parecen derechos son semillas, son las esperanzas que la Creación ha puesto en nosotros y tenemos un deber, una deuda con ellas. Vivir consiste en borrar las huellas del pecado original. Si vivir no consiste en este amor profundo, entonces la vida o la muerte dan igual, y el bien y el mal, y puestos en la senda de la indiferencia, un asesinato no tendría que escandalizarnos tanto. El islam tiene un problema, que no es sólo el islamismo . Nosotros también tenemos un problema y no son «los inmigrantes que vienen a robarnos lo que es nuestro»: cualquier adulto alfabetizado debería sentir vergüenza de ser capaz de pronunciar esta frase si no es para burlarse de quienes suelen decirla. Nosotros tenemos un problema y es que somos nuestros propios y silenciosos asesinos: con nuestra frialdad, con nuestra dejadez, con nuestro relativismo, con nuestro amor siempre a medias y sin pagar nunca el precio. Si Dios no es la medida de todas las cosas , todo se vuelve tan pequeño que no se ve y pasamos de largo, muchas veces pisándolo sin darnos cuenta. Un asesinato en Algeciras es muy llamativo. Un inmigrante es un culpable muy sabroso. El islamismo es un problema pero también una cortina. Detrás estamos nosotros, indefensos, destruidos, sin asideros . Detrás estamos nosotros con nuestra humanidad demediada, de espaldas a lo que nos hace importantes, decisivos, esenciales. Detrás estamos nosotros con nuestro crimen constante, alfombrando el mal, escandalizándonos como hipócritas cuando el suceso deja un charco de sangre ajena mientras cada día nos lavamos las manos mirando de reojo en el espejo a nuestro propio cadáver.