De repente, una esquiadora española: Celia Abad gana lo que nadie había logrado
Al esquí alpino español, presa de una inquietante sequía en los últimos tiempos, empiezan a aparecerle lo que se ha venido en llamar brotes verdes. Quim Salarich , el mejor esquiador español del momento, se destapó la temporada pasada con varios 'top ten' en la Copa del Mundo de eslalon y este año avanza hacia los mismos derroteros. Falta una émula en categoría femenina, y en esas anda Celia Abad (Huesca, 2000). La aragonesa acaba de conseguir el primer oro del esquí español en unos Juegos Universitarios de invierno tras ganar en la combinada, hazaña que completó con un bronce en el supergigante, dos medallas que la propulsan hacia gestas mayores y que hacen soñar con un futuro más luminoso. «Más allá del oro, es un resultado que me da confianza y me demuestra a mí misma que estoy en plena forma», cuenta la protagonista a ABC recién llegada a España desde las montañas de Lake Placid, preocupada aún porque parte de su material, esquíes y botas, sigue perdido en algún aeropuerto del mundo. «Es muy gratificante la repercusión que ha tenido, porque el esquí en España todavía es un deporte bastante minoritario y nos cuesta llegar a la gente. Y un premio para mí después de unos años que han sido un poco complicados». Celia Abad, en plena competición en Lake Placid RFEDI Se refiere Abad a las dos roturas del ligamento cruzado que ya arrastra pese a su juventud. La primera le llegó con apenas 17 años. La segunda la sufrió la temporada pasada. Dos cursos perdidos que la han obligado a hacer un curso acelerado de resiliencia. «La primera vez era muy joven y no lo afronté con tanta claridad. Pero llevo unos cinco años ya con una psicóloga y ha sido esencial para aprender tanto de los malos momentos como de los buenos. En las lesiones salen a relucir todas las dudas. Tú no estás esquiando y el resto de tus rivales, sí. No sabes si la rodilla volverá a estar bien, si podrás recuperar tu nivel... Al final es importante rodearse muy bien y pensar que es un precio a pagar por los deportistas de élite. Siempre digo que las desilusiones me han hecho ser quien soy. Que sin las lesiones no sería la misma. Valoro mucho más lo que tengo. Mi capacidad de esfuerzo y de persistir es mucho mayor. Mentiría si dijese que es todo maravilloso, pero intento aprender de esos reveses». La trayectoria de Celia es paradigmática. Padres esquiadores, apartamento en Formigal y dos hermanos mayores que competían y que le sirvieron de espejo para cuando empezó a subirse a los remontes. «Siempre me dicen que empecé a esquiar antes que a andar. Me pasaba toda la semana deseando que llegase el viernes para irme a la montaña. Era diversión pura y dura». La primera gran decisión le llegó en plena pubertad, cuando se marchó a vivir a Jaca para poder estar en un colegio que le permitiera estudiar y esquiar. Era el coste de empezar a disputar campeonatos de cierto nivel, y sería la primera de muchas veces en la que se ha visto lejos de los suyos. «En la cabeza de mis padres nunca entró la posibilidad de que yo dejase de estudiar para dedicarme al esquí. Pero tampoco en la mía, así que no me tuvieron que insistir. Tengo muy claro que del esquí no iba a vivir siempre». Ahora, a trompicones, intenta graduarse en Farmacia. «Es duro, no voy a mentir. Es una carrera bastante práctica y yo no puedo pisar la Universidad durante muchos meses. Voy un poquito más despacio, me matriculo en menos asignaturas y poco a poco lo voy sacando». Fuera del hogar Su rutina está ahora en el Val di Fassa , en el norte de Italia, donde convive con su grupo de entrenamiento y se sigue preparando para su gran sueño, disputar los Juegos Olímpicos de Cortina D'Ampezzo, en 2026. Los veranos los pasa en Sudamérica para no desaprovechar ni una sola nevada. «Son muchos días al año fuera de casa y cada vez aprecio más los ratos que puedo pasar con mi familia y junto a mi montaña». Por desgracia, no es posible en este momento. «En España las estaciones están más centradas en el ocio y el turismo, no tanto en la competición. No invierten en que haya pistas cerradas para que podamos utilizarlas». Sigue con minuciosidad a la italiana Marta Bassino y a la supercampeona Mikaela Shiffrin , «la mejor de todos los tiempos». Pero su gran referente está mucho más cerca. «Ana Galindo (dos cuartos puestos en la Copa del Mundo de gigante como mejor resultado en la década de los noventa) ha estado a mi lado desde que soy superpequeña. Consiguió cosas muy importantes en un momento en el que no era fácil y es y será siempre un ejemplo». MÁS INFORMACIÓN noticia No Real Madrid - Barça: bombazo de semifinales de Copa noticia No Óscar Sevilla: «En Europa son negativos, en Colombia se ríen por nada» noticia Si El laboratorio de Jordi Ribera: el cerebro de una selección irrepetible Aunque no desdeña el eslalon, buena prueba de ello es su oro en la combinada de la Universiada, se ha especializado en gigante y supergigante. La adrenalina de bajar a altas velocidades es lo que más le apasiona de su deporte. Eso, y la suerte de poder disfrutar de unos entornos privilegiados dando vueltas alrededor del mundo. La próxima semana estará ya de nuevo en faena en la Copa de Europa, primer paso para sumar los puntos necesarios que la lleven a debutar en la Copa del Mundo. «España es un país con muchísimo potencial y vienen generaciones superbuenas. Espero que de aquí a muy poquito estemos como mínimo tres chicas y tres chicos en el Top 30 de la Copa del Mundo. Yo soy optimista porque quiero estar ahí y creo que lo vamos a conseguir».