Alberto, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal
Échenle un poco de gracia y acompáñenme el artículo con las palmas, venga: “Alberto, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal; tu cuerpo se mueve como una palmera, suave, suave, su-su-suave…”
Siento otra vez mi relajo intelectual veraniego, pero desde que el rey propuso el martes a Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura, es ver su cara y ponerme a canturrear la famosa cancioncilla de campamento, esa que se hizo popular hace unos años por una genialidad de Muchachada Nui.
Yo la recuerdo de mis veranos de monitor. El juego consistía en sentar a todos los niños en círculo, y señalar al primero que debía salir a bailar, al que invitábamos cantando y acompañando con palmas: “Fulanito sal a bailar, que tú lo haces fenomenal…”. El pobre Fulanito tenía que levantarse, ponerse en el centro del círculo y acompañar la interminable canción con un baile más o menos rumbero, muerto de vergüenza, hasta que terminaba y entonces era él quien elegía al siguiente danzante para que se levantara, y cuyo nombre pasaba a protagonizar la canción: “Menganito, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal…”.
A veces Menganito era tímido y se negaba a salir, pero lo único que conseguía es que todos cantásemos más fuerte hasta conseguir que se levantara y así seguir el juego: “Menganito, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal…”
Imagino estos días a Feijóo en el centro del círculo, o del hemiciclo, después de que pidiese él mismo empezar el baile, y el rey y la prensa de derechas le tocasen las palmas con ganas. Pero ahora Alberto no consigue que se levante nadie más, así que va a tirarse un mes contoneándose como una palmera, suave, su-su-suave, mientras va de un lado a otro del círculo buscando unos poquitos diputados que se pongan en pie y bailen en su investidura.
Lo ha intentado primero con el PNV: se ha acercado meneando la cintura y poniéndole ojitos para que los nacionalistas vascos recuerden que también ellos son de derecha, qué fácil entenderse, como en los buenos tiempos en que eran bisagra para la gobernabilidad española. Pero el PNV ya no sabe cómo decirle que no, Alberto, que contigo no, bicho; o más bien que con Vox no, bicharraco. Y de ahí no se moverán, porque no se van a presentar en las próximas autonómicas vascas como el partido que votó junto a Vox un gobierno de derecha españolista.
No se rinde el líder palmeril, y en su contoneo se acerca incluso a los diputados de Junts. No a Puigdemont, ojo, que a ese no lo va a sacar a bailar, pues el PP aclara que no están hablando con un prófugo de la justicia sino con un grupo parlamentario como cualquier otro, y que además “está hablando, no pactando”. Poco que rascar ahí también, pero el candidato echará su ratito de baile para disgusto de su socio ultraderechista y de parte de los suyos.
Buscando que alguien, cualquiera, se ponga en pie, el “ganador de las elecciones”, jaleado por las palmas de la derecha política y mediática, es capaz de mover el cuerpo delante de los diputados del PSOE, por si alguno baila por libre su-su-suave, ta-ta-tamayazo. Tampoco parece probable, porque un tamayazo es por sorpresa o no es.
O sea, que Feijóo va a pasarse un mes bailando en medio del hemiciclo, que lo hace fenomenal. Un mes entero, cuando le sobraría con una tarde para apuntar todos los noes y ningún sí. Un mes que él creerá de exhibición de dotes danzantes, para que los votantes admiremos su su-su-suavidad de cara a una hipotética repetición electoral. Pero en realidad será un mes de desgaste, de certificar su incapacidad de recibir apoyos mientras su suerte esté atada a la ultraderecha.
Todo un mes de bailecito que a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz les vendrá muy bien para negociar discretamente, sin focos y sin palmas, los apoyos para cuando Sánchez salga a bailar, que ése sí que lo hace fenomenal.
Otra vez, acompañémosle con las palmas: “Alberto, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal; tu cuerpo se mueve como una palmera, suave, suave, su-su-suave…”