¿Podría estar en Cuenca el 'En un lugar de la Mancha'?
Puede que dilucidar cuál pudo ser el no recordado lugar donde nació (y murió) el protagonista del Quijote tenga más sentido del que se le suele atribuir. Es complicado separar la ironía o la broma de las verdades, pues entreveradas andan en ese complejo artefacto que es la obra maestra cervantina. De juego o especulación terruñista a posible clave de acceso a una comprensión mayor de la génesis, sentido y estructura del libro. Empezamos a apostar por esta segunda vía. El propio Cervantes formula la invitación al cierre de su novela con la muerte de Alonso Quijano (que don Quijote, el caballero, ya había muerto en la playa de Barcelona), transfiriendo la responsabilidad a su alter ego Cide Hamete: «Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las 7 ciudades de Grecia por Homero». Aunque la invitación tiene truco (Homero es autor y don Quijote un personaje), nuestras Esmirna, Argos, Rodas o Salamina ciertamente han proliferado: de las dos Argamasillas a Infantes, pasando por Esquivias o la conquense Mota del Cuervo , entre muchas localidades más. En una especie de juego en el que se han conjugado geografía, literatura y pasión localista. Un juego respetable, puesto que implica leer y escudriñar la mejor novela de todos los tiempos, a menudo preterida en su propio país. Un libro muy reciente del investigador José Manuel Ortega, Teoría del Quijote con Jorge Manrique al fondo (Huerga y Fierro, 2021), además de desvelar la profunda conexión, incluso estructural, compositiva y paródica, entre el Quijote y las Coplas, cuyo autor culminó su composición y falleció en la localidad conquense de Santa María del Campo Rus, apunta a esta villa como el lugar no nombrado por Cervantes. El libro, que recoge y amplía 14 artículos previamente publicados en ABC de las Artes y las Letras de Castilla-La Mancha, propone esta hipótesis con la apoyatura del texto; y por partida doble, tanto del Quijote, como del Persiles. En la segunda parte del libro, el célebre «voto a Rus», exclamado por Sancho Panza, y los capítulos de la Venta homónima, que yo prefiero calificar como «Venta de las maravillas» (ya saben, el mono adivino y fugitivo, la destrucción del lopesco retablo de maese Pedro o la primera vez que don Quijote tasa y paga desperfectos), remiten directamente al topónimo de Santa María. En el Persiles, esa ficción itinerante, después de las brumas septentrionales de los libros I y II, en el III los peregrinos (esos enamorados disfrazados de hermanos) tocan Lisboa e ingresan en la luz ibérica. Tras los sagrados puntos de Guadalupe y Toledo, rumbo a Roma, atraviesan la Mancha en sentido oriental. Entre Quintanar de la Orden y la bifurcación de los caminos reales de Valencia y de Cartagena, tocan el último pueblo de la Mancha: «un lugar no muy pequeño ni muy grande, de cuyo nombre no me acuerdo». ¡Ahí va! ¡Cómo nos suena la frase! Nos suena y nos resuena. Como escribe Cristian Lázaro en su ensayo «Luz toledana y manchega en la ruta del Persiles», publicado también en ABC, en 2018, ese lugar «significativamente no se nombra». Monumento a Jorge Manrique frente a la casa donde murió en Santa María de Campo Rus Un elemento más juega a favor de Santa María del Campo Rus: la existencia de un convento trinitario, estratégico en la ruta entre Madrid y los puertos mediterráneos y que tuvo que tener alguna conexión con las gestiones conducentes a la liberación de los hermanos Cervantes de su cautiverio en Argel. Un indicio más, que une el lugar no recordado del Persiles con Argel: la picaresca representación de un cautiverio en aquel lugar por parte de unos estudiantes de Salamanca que se hacían pasar por libertos. Y su desenmascaramiento por el propio alcalde, que sí era un veterano de esa guerra (como el propio Cervantes). La acción, en este caso teatro de calle, evoca también la representación de su retablo por maese Pedro, el antiguo galeote liberado por don Quijote Ginés de Pasamonte, en la secuencia de la Venta, próxima al lugar, del «voto a Rus» (con su ermitaño, también antiguo compañero de armas). Noticia Relacionada reportaje Si Una ruta para poner en cuestión la 'leyenda negra' Jesús Nieto Jurado De 17 a 19 horas, y los días laborables hasta el miércoles de octubre, las visitas guiadas ponen en valor las concomitancias entre la capital y la América hispana Como escribe José Manuel Ortega , «no hay ni rastro del nombre de Jorge Manrique» en todo el Quijote ni en el conjunto de la obra cervantina, donde se menciona elogiosamente a más de doscientos poetas (la mayoría olvidables y olvidados), aunque sí un influjo recurrente y decisivo en parodias, personajes, anécdotas y aun en el sentido final de la obra (ambas, Coplas y Quijote, certifican sendos fines de época). Viendo a don Quijote embelesado con la plebeya transformación de su dama/ídolo, Dulcinea, Sancho le espeta que «avive y despierte». ¿Qué esconde esta maraña de sincronicidades y coincidencias en un punto geográfico, donde pudieron coincidir la muerte real de su mayor cantor, Jorge Manrique, y la del personaje más universal de la Literatura, el hidalgo que soñó ser caballero y cambiar el mundo? El Quijote dista mucho de haber agotado su exégesis, de estar desentrañado en su totalidad. Pero un municipio de Cuenca, Santa María del Campo Rus, irrumpe con fuerza, y legitimidad textual e histórica, para incorporarse a ese elenco de lugares manchegos donde Cide Hamete Cervantes pudo concebir y ubicar, sin mencionarla, la patria de su más excelsa criatura. ¿Por qué Cervantes no nombra a su maestro Manrique? ¿Por qué tampoco el lugar de don Quijote? Muy recomendable leer el libro ya glosado del conquense José Manuel Ortega. Y entretanto, silencio sobre silencio, misterio y sorpresa.