El oasis habita hoy en Euskadi
Más del 50% de los votantes aprueba la gestión del Gobierno vasco; un 75% cree positiva la situación económica de Euskadi; la normalización de EH Bildu como un partido más se ha acelerado a un ritmo hace años inimaginable; nunca antes tantos vascos habían rechazado separarse de España… y, sin embargo, el apoyo de la suma a las fuerzas nacionalistas bate récords. Son paradojas de una sociedad que ha perdido el miedo, en la que los candidatos a la lehendakaritza no se increpan ni se interrumpen en el fragor de los debates electorales y donde no se atisba el más mínimo contagio de la polarización que corroe la esfera pública en España.
El antaño oasis catalán habita hoy en Euskadi, donde la campaña gira en torno a las preocupaciones ciudadanas -especialmente la sanidad y la vivienda- y muy alejada de las cuestiones identitarias. Y aun así según las últimas encuestas, Bildu no sólo ganaría hoy las elecciones, sino que la mayoría de los jóvenes -75.000 votarán por primera vez- elegirán la papeleta de los abertzales.
Bildu, para una mayoría de la sociedad vasca, ha pasado de ser un problema a ser la solución para un territorio en el que no pocas veces las campañas electorales se vieron golpeadas por el terrorismo etarra y en el que el PNV ha sido históricamente la fuerza hegemónica en los últimos 40 años. Sea por la necesidad de olvidar, por la ausencia de memoria juvenil o por el giro pragmático de los abertzales en la era del posterrorismo, lo cierto es que en Euskadi se ha producido ya un cambio de ciclo o mentalidad que abre la puerta a un tiempo nuevo, más allá de quien resulte primera fuerza el próximo domingo.
Que el candidato de Bildu, Pello Otxandiano, haya dicho que el futuro pasa por “avanzar y construir entre diferentes” es toda una declaración de intenciones al PNV y al PSE, pero también debiera ser un acicate para un PP incapaz de articular un discurso para una Euskadi sin ETA. Todo lo contrario. No hay intervención en la que sus líderes no traten de igualar a EH Bildu con la banda terrorista o en la que no usen de manera partidista a las víctimas del terrorismo.
Algo tendrá que ver con todo ello que mientras la sociedad vasca trate de pasar página, las perspectivas para los de Feijóo el próximo domingo no sean halagüeñas, a pesar de que partan de un suelo electoral tan bajo -cinco diputados y el 6,7% de los votos- que solo tengan margen para crecer y salir de la actual irrelevancia.
En los últimos 20 años, el PP ha perdido cuatro de cada cinco votos que llegó a tener en Euskadi. De su máximo histórico de 327.000 sufragios en las autonómicas de 2001 pasó a un mínimo de 60.600 apoyos, en coalición con Ciudadanos, en los últimos comicios vascos. Y de llegar a ser la segunda fuerza en el momento de mayor acoso de ETA pasó a ser la quinta en la Euskadi del posterrorismo.
Hoy, se presenta como la “única opción de cambio” y “único proyecto alternativo a los satélites” de Pedro Sánchez para apelar a los votantes socialistas “traicionados” por el presidente del Gobierno, según palabras de su portavoz nacional, Borja Sémper, que este lunes anunció una campaña de su partido tanto para las elecciones vascas como para las catalanas bajo el lema “tu voto frente al espejo”.
Nadie mejor que el propio Sémper para explicar a Feijóo las debilidades del PP en Euskadi, donde los electores allí no votan en clave nacional ni la sociedad da muestras de confiar en un partido que no es capaz de construir un proyecto político para el País Vasco, como tampoco lo tiene para Catalunya. En Génova saben que si su líder no fue elegido presidente del Gobierno tras imponerse en las urnas el 23J frente a Sánchez fue, no sólo por sus malos resultados en ambas comunidades autónomas, sino por su incapacidad para entenderse con el nacionalismo catalán y vasco, por dejarse arrastrar por los sectores más radicales de su partido representados por Aznar y Ayuso y por defender un país del que, al parecer, habría que borrar a vascos y catalanes que no piensen como él.