Coco Bedoya: “Te hace artista tu emocionalidad”
El artista argentino resalta la importancia de redefinir el lugar de lo emocional en lo crítico, afirmando que el arte es un enfrentamiento con lo divino desde un lugar emocional.
El taller de Coco Bedoya queda en uno de los departamentos dentro de las galerías Gemina de Barranco. Está próximo a partir a Buenos Aires, en donde vive desde hace más de cuatro décadas, pero promete regresar pronto. Además, es crítico y le reclama a la escena local haberse quedado en el costumbrismo y en lo teórico. “Es un neocostumbrismo, pero sigue siendo neo”, dice riendo. “Podemos ver a Pancho Fierro caminando por las calles, pero ya no vendiendo pescados, sino paseando perritos. El tema de lo doméstico y de la vida cotidiana está en un presente perspectivo”.
-¿En Argentina es así?
No existe así. Aquí el “culto” hace un costumbrismo de la modernidad y el “popular” se apropia de las nociones del arte culto de una forma mucho más crítica y mucho más agresiva. El arte culto se está volviendo decorativo y el arte popular se está volviendo cada vez más moderno.
-¿Crees que el vínculo entre la política y el arte aún tiene lugar?
Eso es muy interesante porque no hay soporte social. No hay un público. En este momento, después de todo lo que ha pasado en este mundo globalizado, el arte político trabaja para la foto, no trabaja para resolver el conflicto.
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-La política es vista como algo que compete a las noticias, pero no al ciudadano de a pie…
El mundo simbólico del arte está totalmente atravesado por esa cuestión de lo político. Hoy el arte está preñado de historia y de ideología, pero el conocimiento no está presente. Pero, más que eso, yo esperaría encontrar conocimiento sobre las emociones. Por eso hablo del amor: lo que nos pasa a nosotros, cómo sentimos, cómo pensamos, cómo vivimos, la cosa emocional del vivir, del crear. Te hace artista tu emocionalidad.
-¿Te parece que el entendimiento del vínculo entre arte y política se ha teorizado y ha apelado a lo conceptual, mas no a lo sensible?
El arte es conceptual en sí mismo, pero hay que redefinir el lugar de lo emocional en lo crítico. Cuando lees los papers que hablan de arte y de la creación, lo espiritual no existe, el amor no existe. La creación es un enfrentamiento con lo divino que sucede desde un lugar emocional y de la capacidad de transmitir y cambiar el mundo. Yo pienso que el arte nunca tuvo esa pretensión de cambiar el mundo, pero el arte acompañó de alguna manera esos vínculos de lo social y de lo político.
-Has sido activista político tanto aquí como en Argentina. También has experimentado atentados en contra de la libertad de expresión.
Ah, buenísimo que hables de la libertad de expresión, porque es el único punto que nos puede subir a los artistas. Sin embargo, acá ni siquiera hay un grupo que levante esas banderas. Ante mayor cantidad de gente que se exprese, habrá mejores artistas. Mucha gente se vuelve al arte porque hay una desesperación por vivir. Existe un vacío en esta sobreinformación que vivimos hoy. Por eso es que yo reivindico el amor en estos momentos y reivindico la belleza y la verdad de la belleza. Aunque la verdad de hoy es muy dura.
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-¿Cómo ves la relación con el pasado en nuestro país?
En el Perú, el tema del pasado es mucho más fuerte que el presente y el futuro. El pasado precolombino nos muestra que tenemos un montón de agujeros que tenemos que encarar. Ese lenguaje, por ejemplo, lo vemos clarísimo en las obras de Eielson. Uno puede ligarse al pasado para hablar del presente y del futuro. Vivimos en un país en el que el tema de la frontera está en todos lados. Vemos diariamente la desigualdad, el racismo y la discriminación. Pobre, burro, bruto, torpe, tonto, tosco, necio, zafio, patán, mersa, grasa, chino, cholo, cheto… son todas palabras de cinco letras... Es un pentagrama del horror… Te dicen, nos vemos, hablamos, sí, nos juntamos. No hay nada concreto. Nadie cumple. La gente te limita, te hace perder el tiempo y la energía. Es un país muy tóxico.
-¿Por eso te fuiste?
No, me fui por amor. Me enamoré de una porteña, con la cual tuve una hija, y duré veinticinco años. Pero ahora regreso porque tengo personas que amo profundamente aquí.