La consideración de los monarcas como depositarios de un poder derivado directamente de Dios les concedía a ojos del pueblo cualidades taumatúrgicas. De ahí que entre los siglos XI y XVII se creyera, especialmente en Francia e Inglaterra, que la imposición de manos de los soberanos o ‘toque real’ podía curar. Un privilegio que iba concretamente vinculado con los enfermos de escrófula, que pasó a llamarse ‘mal del rey’