Poemas reunidos en la FIL, por MIrko Lauer
Los poemas reunidos en un tomo son casi como la garantía de que el autor, vivo o no, tiene logros que ya es posible presentar uno junto al otro. Pero tiene que haber un especial interés por él, un editor, un público, un crítico. Son libros que suelen agotarse, pues los lectores quieren acceso a lo no leído, y de paso ordenar sus bibliotecas.
Los nombres varían. El primer acopio de Martín Adán, de 1980, se llamó escuetamente Obra poética. Los acopios de Merio Montalbetti y Roger Santiváñez tienen títulos, pero en ambos casos también subtitulan Poesía reunida. El primero: Lejos de mí decirles (2024); el segundo: Comunión de los santos (2023).
Estos tres libros postulan que la obra de un poeta maduro se compone de los poemarios individuales más los poemas sueltos. Para un lector es ideal. Para un estudioso es complicado: por definición faltan cosas, que irán apareciendo con el tiempo, a veces por mucho tiempo. Está lo que el poeta no quiso reunir, o lo que el acopiador no conoció. Los inéditos siempre siguen apareciendo.
En estos tiempos el acopiador puede ser el propio poeta. En el 2006 Santiváñez juntó 30 años de poemas como Dolores Morales de Santiváñez, el exacto nombre de su madre. En el 2003 juntó los de un período todavía más largo. En muchos aspectos podría ya tratarse de otro poeta bajo el mismo nombre. Desde entonces ya ha publicado varias plaquetas sueltas.
Lo que suelen revelar estos volúmenes es una suerte de coherencia interior. El de Montalbetti, con 530 páginas, muestra al poeta-catedrático, en el sentido en que lo fueron los grandes poetas de la Nueva Inglaterra el siglo pasado. Pero hay muchas más coherencias que la cátedra. Este es un poeta del drama personal y de la cultura.
Las 560 páginas del volumen de Santivañez muestran que si Montalbetti es clásico y reflexivo, Santiváñez es barroco, lúdico y lírico. En Lejos de mí poemarios y poemas se ordenan con naturalidad; en cambio en Comunión, y también en Dolores Morales, los poemas y las plaquetas luchan por su libertad. Estamos ante dos poesías muy diferentes.
En cuanto a la Obra poética de Adán, está agotadisima. Para mejor, pues desde 1980 el corpus de la poesía adaniana se ha duplicado. Las casi 200 páginas de 1980 que trajo Ricardo Silva Santistéban de “La mano desasida” pasaron a ser 410 en la edición del Centro de Estudios Antonio Cornejo Polar. ¿Todavía puede crecer? Por supuesto.