La playa de Cantabria donde podrás caminar sobre el agua hasta un islote y disfrutar de una cascada sobre la arena
Entre acantilados calizos y sin presencia urbana, este enclave natural ofrece un paisaje protegido moldeado por el tiempo, donde la marea marca el acceso a la isla
El pueblo que guarda un paraíso natural entre dunas y acantilados en Cantabria
Situada en el litoral central de Cantabria, a unos tres kilómetros de la localidad de Soto de la Marina, la playa de Covachos es un pequeño arenal que llama la atención por una particularidad poco frecuente: en marea baja, una lengua de arena conecta el continente con la Isla del Castro, un islote de unas tres hectáreas de superficie cubierto de vegetación baja.
El tómbolo que se forma entre ambos puntos permite recorrer a pie, y sin necesidad de calzado acuático, un tramo de escasos metros sobre el fondo marino, en un momento en el que el mar queda dividido a ambos lados. El acceso al lugar no es inmediato. La playa se encuentra en una zona sin urbanizar, bajo un acantilado que requiere un descenso por un camino de tierra, con algunos tramos escalonados y cuerdas fijas instaladas para facilitar la bajada.
No dispone de servicios de socorrismo ni equipamientos básicos, y no está adaptada para personas con movilidad reducida. Aun así, quienes llegan hasta el arenal encuentran un entorno relativamente aislado y sin construcciones visibles, marcado por el sonido del oleaje y la presencia de una cascada que cae directamente sobre la arena desde el acantilado.
Una playa con formaciones geológicas singulares
Covachos forma parte del tramo de litoral conocido como la Costa Quebrada, una franja declarada paisaje protegido por el Gobierno de Cantabria debido a su interés geológico. El relieve del entorno, modelado por la erosión del mar y el viento, incluye acantilados de caliza, pequeñas cuevas y formaciones rocosas que continúan mar adentro. El arenal principal tiene una longitud de unos 600 metros, aunque la zona útil para el baño se reduce en pleamar.
El islote que protagoniza el paisaje, la Isla del Castro, es una elevación rocosa separada del continente salvo durante la bajamar. Este fenómeno, que permite cruzar a pie gracias al tómbolo que emerge de forma natural, es uno de los principales atractivos del lugar. La zona tiene también cierta tradición naturista, especialmente en los tramos más alejados de la entrada principal.
Uno de los elementos más característicos del entorno es la pequeña cascada que fluye desde lo alto del acantilado hasta la arena. El agua, de origen dulce, discurre por una hendidura natural en la roca y desemboca directamente en la playa, generando un contraste con la salinidad del mar. Aunque no tiene un gran caudal, está presente de forma constante y es visible incluso en días secos.
Un entorno sin intervención urbana
El carácter aislado de Covachos se mantiene por la ausencia de edificaciones, paseos marítimos o instalaciones turísticas. No hay chiringuitos, sombrillas ni pasarelas, y la playa carece de señalización oficial. Esto la convierte en un espacio natural relativamente bien conservado, aunque también implica que los visitantes deben tener en cuenta ciertos riesgos asociados: no hay cobertura constante de teléfono móvil, el acceso puede ser resbaladizo y las mareas modifican notablemente la superficie útil.
Durante la pleamar, el arenal se reduce y el acceso a la Isla del Castro queda cubierto por el mar, lo que obliga a calcular los horarios con antelación si se quiere cruzar con seguridad. Es recomendable consultar las tablas de mareas antes de visitar la playa, ya que el paso natural solo es transitable durante un intervalo limitado de tiempo.
La zona no está vigilada, por lo que se recomienda precaución al bañarse, especialmente en los extremos de la playa o cerca del islote, donde las corrientes pueden ser más intensas. También es importante tener cuidado en el descenso, especialmente tras lluvias o en días de oleaje fuerte, ya que el terreno puede volverse inestable.
Una playa discreta con características únicas
La playa de Covachos no es la más conocida ni la más accesible del litoral cántabro, pero destaca por una combinación poco habitual de elementos naturales: un tómbolo visible en marea baja, una cascada de agua dulce sobre la arena, y un entorno libre de construcciones o servicios artificiales. Su localización, en un tramo protegido de costa, refuerza su valor como espacio natural.
No es un lugar preparado para el turismo masivo, y probablemente no lo será en el futuro. Su atractivo reside en la particularidad del paisaje, en la variación que aportan las mareas, y en la posibilidad de observar cómo interactúan elementos geológicos, hídricos y biológicos en un espacio reducido. Para quien busca playas tranquilas, con un grado de aislamiento y sin alteraciones urbanas, Covachos representa una opción singular dentro de la geografía cantábrica.