Lo bueno, lo malo y lo feo. Balance económico de un desgobierno, por Javier Herrera
El 28 de julio del año pasado, la presidenta Boluarte, que no se distingue por su locuacidad ante los medios, cual encantadora de serpiente, leyó durante 5 horas un discurso de casi 80 páginas, enumerando las mil y una acciones y los supuestos logros de su gobierno. La duración del discurso y la profusión de detalles sirven en muchos casos para ocultar la indigencia de contenido y hacernos perder de vista lo esencial. A ello se sumaron anuncios de futuras acciones en beneficio de la población, en particular de los hogares en situación de pobreza y vulnerabilidad. A pocos días del próximo y último discurso de 28 de julio, es oportuno hacer un balance de cuánto de lo prometido se realizó.
La mandataria destacó el desempeño macroeconómico, en particular el crecimiento del PBI (+3.3%), la reducción de la inflación (de 3.2% a 2% en 2024) y la recuperación del empleo formal en 2.1% a mayo del 2024. Estos resultados positivos deben ser puestos en perspectiva respecto a los desafíos pendientes y perspectivas futuras. Tomando en cuenta el aumento de población, el crecimiento del PBI per cápita fue de 2.3%, muy insuficiente como para lograr una reducción significativa de la pobreza, incluso a mediano plazo. Según BCR, en el periodo de mayo 2024 a mayo 2025, la masa salarial de los trabajadores formales en planilla aumentó en 5.8%, principalmente gracias al incremento del número de trabajadores (+3.9%), antes que a la mejora de sus ingresos (+1.8%). Además, el crecimiento de estas 3 variables se viene desacelerando desde marzo de este año
La pobreza monetaria se redujo en apenas -1.4 puntos (de 29% a 27.6%); aún estamos 7.4 puntos porcentuales por encima del nivel pre pandemia, lo que significa 2 millones 904 mil personas más en pobreza respecto al año 2019. Los hogares pobres siguen igual de pobres. En promedio en 2024, solo les alcanza para comprar el 75% del valor de la canasta. Interrogados en el primer trimestre 2025 sobre la evolución del nivel vida de su hogar en el último año, para dos de cada tres las cosas están igual mientras que para uno de cada cinco, tanto en las ciudades como en área rural, su nivel de vida ha empeorado. Muchos de los gastos son inevitables. Hay que pagar la luz y el agua y el transporte y ello implica tener que sacrificar otros gastos muy importantes, la alimentación en particular. “Ajustarse el cinturón” es literalmente comer menos y mal.
Entrada, segundo y postrecito a 10 soles
En este primer trimestre de 2025, siete de cada diez peruanos apenas logra equilibrar sus ingresos y gastos mientras que dos de cada diez debe recurrir a endeudarse o utilizar sus ahorros para poder llegar a fin de mes. Ello primero conduce a reducir los gastos en bienes superfluos y luego a una disminución de la calidad y cantidad de comida. Ello es más frecuente en las ciudades en donde, a la diferencia del campo, los hogares no pueden recurrir al autoconsumo y deben además sacrificar parte de sus gastos para costear el transporte. Es verdad que en 2025 los precios crecen menos rápidamente pero no por eso los productos se vuelven menos caros sino lo contario. Desde el año 2021 a la fecha, la canasta de consumo se ha encarecido en 23.1%, es decir los hogares han perdido casi un cuarto de poder de compra. Por ponerlo de manera figurativa, si antes se podían comprar un pollo entero, ahora, con el mismo sueldo solo pueden comprar un cuarto de pollo. En 2024, un poco más de uno de cada tres peruanos pasa hambre, muy por encima del nivel pre pandemia (26.8%). Muy preocupante es la situación de la capital en donde el 40.2% sufre hambre, 10 puntos por encima del nivel pre pandemia. No sorprende entonces que el hambre tenga ahora un rostro urbano. Si los hogares pudiesen gastar 10 soles diarios en comida (no todos pueden), casi un tercio (31.4%) sufrirían de déficit calórico.
La pauperización de las ciudades
La totalidad del incremento de la pobreza se concentró en las ciudades, en donde la implementación de una estrategia específicamente urbana de lucha contra la pobreza es hasta la fecha una promesa incumplida. La presidenta se comprometió el 28 de julio pasado en aprobar en 2024, “por primera vez en el Perú la estrategia para la reducción de la pobreza urbana”). Recién esta semana se publicó el DS-007-2025-MIDIS aprobando la Estrategia Multisectorial para contribuir a la reducción de la pobreza urbana al 2040 (muchos ya no serán de este mundo). El MIDIS tiene previsto lanzar en lo que queda del año varios pilotos de implementación involucrando a 24 mil hogares, “conformados por 177.000 personas” (dado el tamaño promedio de un hogar de 3.3. la cifra no cuadra, serian 100.000 menos que lo anunciado). También se prometió la entrega de manera temporal y progresiva de una transferencia monetaria bimestral a hogares urbanos en pobreza extrema y que “para ello he dispuesto encargar al MIDIS, en coordinación con el MEF, el diseño, la focalización, los recursos y la implementación de la medida. De dicha transferencia, los hogares urbanos en pobreza y vulnerabilidad aún no han visto ni el color.
Agua pa´ti, agua pa’mi
Otra de las promesas del 28 de julio del año pasado se refirió al acceso universal al agua potable. La presidenta dijo “quiero agradecer al Congreso de la República por la aprobación de una norma histórica, que es la Ley de Acceso Universal al Agua Potable, que representa una solución inmediata a las necesidades de las familias más vulnerables que no tienen acceso a este servicio básico.” Sin embargo, no se trata simplemente de tener conexión al servicio de agua por red pública (cosa que dos de cada diez hogares rurales no tienen y tampoco uno de cada diez en las ciudades). Se trata de tener acceso continuo al agua potable, es decir agua todos los días y horas, tratada contra las bacterias. ¿Qué nos dice la realidad? que en promedio los hogares cuentan con agua únicamente 123 horas a la semana, el equivalente de 5.3 días por semana. Estamos en el mismo nivel de hace 8 años y las mismas promesas incumplidas. El 8.2% de hogares urbanos y el 16.4% de los rurales no cuentan con el servicio de agua todos los días de la semana. Peor aún, en más de la mitad (56.2%) de los hogares urbanos y en casi todos los rurales (97%), la calidad del agua que consumen es inadecuada pues, el nivel de cloro es insuficiente para eliminar las bacterias. El no contar con un servicio continuo obliga a muchas familias a almacenar agua en baldes, verdaderos caldos de cultivo para la proliferación de mosquitos vectores del dengue, fiebre amarilla, etc. El acceso continuo de agua segura para todos debe ser una prioridad nacional de salud pública.
El debilitamiento del MEF y su sometimiento a la mayoría congresal ha terminado con la idea que la economía y la política iban en el Perú por cuerdas separadas. El debilitamiento y la desconfianza en las instituciones, la desaprobación del gobierno central y local, la inseguridad, los conflictos sociales y las protestas están conduciendo a una cada vez mayor preferencia (o indiferencia) por un gobierno autoritario y a una menor capacidad del estado para diseñar e implementar las políticas públicas. Recordemos este 28 de julio lo que decía el presidente francés Chirac, no sin cierto cinismo, “las promesas de los políticos solo comprometen a quienes se las creen”.