Libertad, monstruos y secretos familiares: los videojuegos 'road trip' que tienes que probar
Los videojuegos de road trip o viajes por carretera conforman un género peculiar que captura el espíritu de la aventura viajera. ¿Por qué nos atraen tanto? Porque todos queremos ser Ryan Gosling conduciendo con Kavinsky de fondo, pero estos títulos también recrean la emoción de lanzarse a lo desconocido: nunca sabes a quién vas a conocer ni qué va a pasar en el siguiente tramo de ruta. Como dijo el director creativo de
Esa incertidumbre constante ¿encuentro liberador o peligro mortal? es la esencia de un buen viaje por carretera tanto en películas como en videojuegos. Además, las historias de carretera tienden a reflejar la sociedad: sacan a relucir tensiones culturales y marginación mientras sus personajes se reconectan entre sí y consigo mismos. En otras palabras, un road trip no es solo moverse del punto A al B, sino todo lo que sucede en el camino: los lazos que se forman, los obstáculos y las reflexiones que surgen con las ruedas en movimiento.
De hecho, en los últimos años, ha florecido una cosecha de videojuegos de road trip que llevan estas ideas a terrenos novedosos. Desde aventuras narrativas procedurales hasta simuladores de supervivencia en carretera, pasando por comedias cooperativas con monstruos, el tema del viaje en carretera se ha adaptado a múltiples géneros; como veremos a continuación.
Este aclamado indie nos sitúa en verano de 1996 en Petria, un país ficticio gobernado por una dictadura, y nos pone en la piel de varios adolescentes que huyen hacia la frontera norte en busca de libertad.
Este título logra transmitir la emoción de la carretera abierta y lo inesperado. Uno siente a la vez la euforia de la aventura y el miedo a que cualquier decisión en el camino pueda ser la última. Gracias a su estructura dinámica, ofrece cientos de rutas posibles y múltiples finales. Cada intento de cruzar la frontera es único, pero las decisiones que tomes repercuten en intentos posteriores, construyendo un arco narrativo mayor que culmina el día de las elecciones en Petria.
La magia de
Para Yoan Fanise, director creativo, el formato de viaje por carretera era ideal porque cuando viajas de mochilero no sabes a quién vas a conocer ni qué va a pasar, para bien o para mal; esa es la esencia del road trip y de la vida, según le comentó a Wired. Esa filosofía impregna el juego, haciéndonos sentir verdaderos trotamundos en cada partida, siempre con la maleta llena de esperanza y un poco de temor.
Si alguna vez imaginaste una mezcla entre
Cómo o si llegas es asunto tuyo. Este título combina elementos de aventura, rol y simulador de recursos: tendrás que hacer autostopistas (cada uno con su personalidad e historia), buscar trabajos ocasionales para financiar el viaje, y mejorar o reparar tu coche con las piezas que encuentres. Todo mientras sobrevives a los típicos problemas de un viaje largo: tráfico lento, carreteras en mal estado, policías quisquillosos... ¡incluso abejas furiosas dentro del coche!
El juego presenta sus desafíos mediante un ingenioso sistema de combate por turnos: cuando surge un obstáculo por ejemplo, quedarte atascado detrás de un tractor aparecen iconos que representan el problema, y debes contrarrestarlos usando tus habilidades o los objetos del guantera (quizá una llave inglesa para arreglar el motor, o un cassette para calmar los ánimos). Cada decisión consume tiempo y recursos, y el reloj avanza hacia la hora del concierto al que quieres llegar. Pero no te preocupes si te distraes en el camino: Keep Driving está hecho para rejugarse, con al menos 9 finales distintos según las rutas y decisiones que tomes.
Su encantadora estética retro y banda sonora de rock alternativo sueco añaden mucho ambiente indie. No es casualidad que la prensa lo haya descrito como un Oregon Trail moderno con gráficos neo-retro de los 90 y estética grunge. Con críticas muy favorables (es de los juegos mejor valorados de 2025 hasta ahora), demuestra que incluso un viaje lento y lleno de contratiempos puede convertirse en una gran aventura interactiva.
¿Te apetece un viaje exótico por la Europa del Este de los 90 en un coche destartalado?
De eso se trata, convierte la mecánica en aventura. Deberás montar y mantener el vehículo pieza a pieza cambiar neumáticos, reparar el motor, reponer aceite y agua, llenar el depósito para poder seguir avanzando. Cada jornada termina idealmente en un motel de carretera (¡si tienes dinero para pagarlo!), donde tu entrañable Tío Lütfi se echará una siesta mientras tú quizá husmeas en su maletín para descubrir secretos familiares de la época de la Guerra Fría. Lo genial de este título es cómo convierte lo mundano en memorable. Por ejemplo, el juego permite traficar con mercancías: puedes comprar productos baratos en un país y tratar de pasarlos por la frontera al siguiente para venderlos con ganancia, en plan estraperlo. Eso sí, ojo con el limitado espacio del maletero y con la policía fronteriza, que considerará contrabando ciertos artículos.
Te encontrarás en situaciones dignas de una comedia: empujando el coche en medio de la lluvia porque te quedaste sin gasolina, o rebuscando piezas en la cuneta para arreglar una avería inesperada. Existe incluso la posibilidad de quedarte varado en mitad de la nada sin dinero ni repuestos si tu coche se estropea del todo y no tienes cómo repararlo. Por suerte, siempre puedes reiniciar el día (¡milagros de los videojuegos!) y aprender de tus errores.
Combina el encanto de un viaje nostálgico por una Europa en transformación con un toque de survival ligero y mucho humor emergente. Al final, lograr que ese cacharro llegue a Istanbul se siente como un triunfo épico, y cada contratiempo en la ruta aporta una anécdota más a tu gran viaje por carretera.
Pasamos de la chatarra a un coche familiar y de la excentricidad a la intimidad emocional con
Intrigada, Tess convence a una reticente Opal de emprender un viaje en coche hasta la antigua casa de verano familiar, con la esperanza de desentrañar ese secreto. Open Roads se convierte así en una mezcla de thriller misterioso y drama familiar en plena carretera. A nivel jugable, es principalmente una aventura narrativa estilo walking simulator. Controlamos a Tess explorando diversos entornos (casas abandonadas, paraderos pintorescos, etc.), inspeccionando objetos que desencadenan diálogos con su madre. Las conversaciones se presentan en forma de viñetas animadas dibujadas a mano, casi como un cómic interactivo, y a veces nos permiten elegir entre distintas respuestas que pueden alterar ligeramente cómo fluye su relación.
No esperes puzzles complicados ni acción trepidante; el foco está en la historia y los personajes. El viaje llevará a Tess y Opal desde Michigan hasta Canadá, siguiendo pistas que revelan poco a poco verdades sorprendentes sobre su familia incluyendo la identidad real del abuelo de Tess y los motivos tras viejos conflictos. Con actuaciones de voz de lujo (Keri Russell y Kaitlyn Dever dan vida a Opal y Tess respectivamente), el juego logra que nos involucremos en esa relación madre-hija: hay tensiones generacionales, reproches por secretos callados, pero también momentos de complicidad y comprensión mientras comparten el camino.
¿Qué tal un road trip en pleno apocalipsis?
Piensa en
El equilibrio entre riesgo y recompensa es constante. La gestión de recursos y del vehículo es central. Empiezas con un modesto coche y unos víveres, pero a medida que avanzas deberás buscar gasolina, botiquines y armas para poder seguir adelante. También puedes encontrar vehículos mejores (o peor, quedarte sin coche si lo destruyen). En ocasiones toparás con un perro perdido que puedes rescatar como compañero detalle entrañable que el juego incluso reconoce con humor: uno de los dilemas frecuentes es discutir si salvar o no al perrito en medio del caos.
Cada movimiento es por turnos en cuadrículas, por lo que recuerda un poco a
Con muy poco diálogo, logras encariñarte con los miembros de tu grupo al ayudarles: curándolos, compartiendo la última lata de comida o reparando el coche juntos. Incluso acabas cogiendo cariño al coche destartalado, que se siente como un refugio en medio de un mundo hostil.
De los desiertos de Norteamérica saltamos a la costa italiana en los años 70 con
Es 1978, una época turbulenta para Italia (años de terrorismo, secuestros y agitación política), y Lella va recogiendo autoestopistas y compañeros de viaje en el camino, cada uno con sus propias historias y opiniones sobre lo que pasa en el país. La gracia es que mientras conduces, vas conversando con tu pasajero. El juego se controla como un viejo juego de carreras isométrico, esquivando coches y tomando desvíos, pero al mismo tiempo debes elegir líneas de diálogo que determinarán la ruta y el desenlace de la aventura.
Lo interesante de este título es su estructura ramificada: según las decisiones y desvíos que tomes, Lella puede vivir situaciones muy distintas. Según tus elecciones puedes acabar en persecuciones con la policía, carreras callejeras ilegales, o en tensos debates que te harán preguntarte quién es realmente tu acompañante.
En una partida quizá ayudas a una monja embarazada en apuros, en otra terminas participando en una carrera contra un coche deportivo, o tal vez discutiendo de feminismo con una pasajera. El juego tiene 16 finales diferentes que invitan a rejugar para descubrir todas las historias (afortunadamente, cada partida dura solo alrededor de 15-20 minutos, reflejando un viaje relativamente corto).
Es un juego a medio camino entre road movie y visual novel, que demuestra que un viaje en coche puede ser tanto una competición de velocidad como una conversación profunda sobre la vida. Breve, estilizado y único, este título se ha ganado su culto entre los amantes de las experiencias narrativas experimentales.
¿Quién dijo que los viajes por carretera eran solo para humanos?
En palabras de sus creadores, en esencia es un juego similar [a Monster Prom]: una aventura narrativa multijugador llena de personajes estrafalarios y diálogos desternillantes. Pero esta vez el objetivo no es conseguir una cita, sino sobrevivir a un viaje por carretera. Hasta 4 jugadores (o en solitario, manejando a varios personajes) deben colaborar para llegar a uno de los destinos finales antes de quedarse sin recursos. ¿Recursos? Sí, en lugar de puntos de vida aquí tenemos indicadores como Combustible, Comida, Hype, Magia, Dinero, Alma y Aguante, que suben o bajan según las decisiones que tomemos. Si alguno llega a cero ¡se acaba el road trip!
La jugabilidad es sencilla pero muy rejugable: en cada turno eliges una ubicación donde parar (por ejemplo, El Bosque Espeluznante o La Área de Descanso Embrujada), y allí enfrentas un evento narrativo con varias opciones. Cada opción afectará a dos recursos (uno sube, otro baja), así que el quid está en gestionar bien el balance para no quedarte sin gasolina, sin dinero o peor aún sin Hype (¿un viaje sin diversión? ¡ni pensarlo!). Las situaciones son absolutamente disparatadas y llenas de humor irreverente, sello de la franquicia.
Por ejemplo, puedes encontrarte organizando una rave con fantasmas, compitiendo en un concurso de comer tarántulas fritas, o resolviendo un triángulo amoroso entre monstruos literalmente hambrientos de amor. Todo con constantes referencias paródicas a la cultura pop y al propio género de terror adolescente. Aunque el foco está en la cooperación,
La veterana saga
De hecho, muchos han descrito FFXV como un road trip con los mejores amigos que nunca tuviste. Y es que el juego abraza totalmente la temática: desde el inicio vemos a los cuatro protagonistas empujando su coche averiado, el Regalia, por la autopista bajo el sol ardiente mientras suena Stand by Me una escena que clava la sensación de partir a la aventura y que es literalmente un tropo de viaje por carretera (¿a quién no se le ha roto el coche nada más empezar el viaje?).
Sin dinero ni gasolina, los chicos tienen que hacer encargos en un taller para costear la reparación, y así el juego tutorializa sus mecánicas de forma diegética: presentándonos misiones secundarias, cacerías de monstruos y demás sidequests como trabajitos que los protagonistas hacen para financiar su viaje. Una vez con el coche en marcha, este título nos deja sueltos en un enorme mundo abierto que recuerda más a un road trip por Norteamérica que a los típicos mapas de fantasía medieval. Hay largas autopistas, gasolineras con cafetería que parecen sacadas de la Ruta 66, estaciones de descanso Incluso campamentos donde los héroes deben dormir para acumular experiencia (sí, en este juego tienes que acampar regularmente, lo cual es perfecto para el ambiente viajero).
Conducir el Regalia es un placer contemplativo: puedes dejar que Ignis conduzca automáticamente (y apreciar el paisaje mientras los personajes charlan), o tomar el volante tú mismo y desviarte hacia cualquier punto de interés que veas por el camino. No puedes salirte locamente de la carretera, pero hay suficiente libertad para detenerte a ver algo curioso al borde del camino, tal como los desarrolladores querían.
El juego te tienta constantemente a distraerte del objetivo principal: tal vez ves un lago y decides parar a pescar, o Prompto (el amigo fotógrafo) sugiere sacar una foto grupal en un mirador pintoresco. Y allí estás, olvidando momentáneamente la misión de salvar el mundo, simplemente disfrutando del viaje con tus colegas virtuales. Esa sensación de camaradería está lograda con detalles: los chistes internos que comparten, las discusiones sobre música en el coche, o el hecho de que cada noche Ignis cocine un plato diferente para el grupo en el campamento (¡con ingredientes que recolectaste durante el día!).
Todo contribuye a que el jugador sienta que está de road trip de verdad. Por supuesto, siendo un Final Fantasy, eventualmente la historia toma derroteros más serios y fantásticos, con imperios malignos, invocaciones de dioses gigantes y combates trepidantes. Pero incluso entonces, el juego nunca olvida su identidad de viaje. De hecho, hacia el final se las ingenia para que nuestros héroes retomen la carretera para un último viaje juntos, en una de las secuencias más emotivas del juego. Muchos fans coinciden en que lo mejor de FFXV es precisamente esa primera mitad libre y viajera, donde se apoya fuertemente en su temática de road trip y la explota al máximo.
Al final, pese a sus elementos de fantasía, este juego consigue algo único: que nos encariñemos con un grupo de personajes viviendo momentos cotidianos en carretera, haciendo de una épica fantástica algo íntimo y nostálgico. Porque sí, hay monstruos que cazar y cristales mágicos que salvar, pero también hay risas alrededor de una fogata, bromas en el coche y la melancolía de un atardecer visto desde la autopista. Es la prueba de que incluso en un JRPG lleno de espadas y hechizos, el viaje (por carretera) puede ser más importante que el destino.
Casi cerramos el recorrido con un juego muy especial que lleva el concepto de road trip a un plano onírico y profundamente artístico:
El protagonista es Conway, un camionero que intenta hacer una última entrega para su tienda de antigüedades, y en el camino descubre la misteriosa Ruta Zero: una carretera secreta que corre por las entrañas de Kentucky. A diferencia de otros juegos de esta lista, aquí no hay gestión de recursos ni peligro mortal acechando; el énfasis está en la exploración narrativa y la atmósfera. Conducirás por carreteras secundarias, tomarás desvíos extraños (como un ferry subterraneo operado por esqueletos) y harás paradas en lugares tan mundanos como fantásticos: una gasolinera fantasma, un museo vacío, un bar que solo aparece a ciertas horas Lo que realmente define a este título es su tono onírico y melancólico.
Visualmente parece una obra de teatro expresionista, y cada escena está cargada de simbolismo. El juego explora temas como las deudas impagables, el colapso de la industria minera, la pérdida de hogar y la búsqueda de comunidad. Se ha dicho que es el viaje por carretera más perdurable de los últimos tiempos, por su inquietante retrato de una América moderna en ruinas y sus ciudadanos olvidados. Sus creadores se inspiraron en películas como True Stories de David Byrne, enfatizando el ritmo lento y la contemplación de detalles extraños de lo cotidiano.
De hecho, muchas veces , este juego nos hace detenernos a oler las rosas de lo raro: por ejemplo, en Acto II hay un momento donde debes detener la furgoneta para consultar un mapa y, al hacerlo, el juego te describe el paisaje en términos poéticos, logrando que sientas esa sensación tan propia de un road trip de estar perdido pero maravillado en medio de la nada. En otra escena, simplemente escuchas una canción completa en un bar mientras observas a los personajes sumidos en sus pensamientos, como si el tiempo se detuviera en la carretera.
A nivel jugable, puede resultar minimalista: muchas decisiones son elegir diálogos (que moldean la historia de manera sutil), y navegar por un mapa abstracto siguiendo las indicaciones que te dan otros viajeros o las pistas de la radio. Por eso, a veces el mapa en vez de ayudar, confunde; tienes que fiarte de las instrucciones crípticas de extraños para encontrar ciertos lugares, igual que en la vida real preguntas a lugareños y terminas en parajes insospechados.
El juego incluso juega con el concepto de ser pasajero en el Acto IV. Este título es una obra muy diferente a los demás juegos aquí descritos: más poética, lenta y reflexiva, pero sin duda un road trip en el sentido más literario. Es el tipo de viaje que nos recuerda que las carreteras no solo conectan lugares, sino también historias humanas invisibles para quien no reduce la velocidad para mirarlas. Un juego único, aclamado por su belleza y profundidad, que cierra nuestro listado demostrando que el género del viaje por carretera en videojuegos puede ser tan amplio y sorprendente como la vida misma en la ruta.
A modo de epílogo, añadimos un juego que lleva el road trip al terreno del survival horror y la ciencia ficción.
Aquí no viajas de costa a costa, sino que te adentras repetidamente en la Zona de Exclusión Olímpica, una versión reimaginada y surrealista del bosque del noroeste del Pacífico (sí, por la zona de Seattle y el Parque Nacional Olympic) que ha sido sellada por el gobierno tras un misterioso desastre. En la práctica, funciona como un roguelite: tu base es un viejo garaje abandonado fuera de la zona, desde donde haces incursiones con tu station wagon (un fiel coche familiar de los 80 que se convierte en protagonista tanto como el jugador).
Cada expedición que emprendes por la zona es diferente, con anomalías y desafíos generados de forma semi-aleatoria. Puede que en un viaje te persiga una tormenta eléctrica de origen paranormal, en otro te topes con extrañas criaturas salidas de experimentos fallidos. El objetivo es explorar, recolectar recursos y llegar lo más lejos posible adentrándote más y más, mientras descubres pistas sobre el origen de la catástrofe. El elemento crucial es tu coche: literalmente tu vida depende de él. De inicio, el vehículo está hecho polvo, pero con las piezas y chatarra que recolectes puedes repararlo y personalizarlo tipo Mad Max: reforzar el parachoques, mejorar el motor, añadir escudos contra radiación, etc.
La gestión es intensa: hay que vigilar el nivel de gasolina, el estado de cada pieza, y reaccionar rápido ante daños. Si un neumático revienta o el radiador falla en medio de la zona, tendrás que bajarte a arreglarlo in situ con los materiales que lleves rezando porque no aparezca algo mientras tanto. Y si el coche queda destruido o te quedas sin combustible dentro de la zona, probablemente encontrarás tu fin. Como advierten los desarrolladores, será necesario algo más que un juego de neumáticos nuevo para mantenerte con vida dentro y fuera de la carretera.
En cada viaje exitoso de vuelta al garage, puedes invertir los recursos en mejorar la estación base y el coche para ir un poco más lejos la próxima vez. Este ciclo de riesgo-recompensa, típico de roguelikes, se combina con una atmósfera opresiva: la zona está llena de fenómenos extraños (lluvias de ácido, campos magnéticos que lanzan objetos por los aires, bosques que cambian de posición) que hacen cada trayecto emocionante y tenso.
En el fondo, este título homenajea a esas películas de road trip post-apocalíptico como The Road o
Si