Vulnerable, fuerte, Leticia
EN la telenovela Regreso al corazón, Linda Soriano da vida a uno de los personajes más complejos y emocionalmente densos de la historia: Leticia. A través de una interpretación matizada, la actriz logra que el espectador no solo entienda, sino que empatice con una mujer marcada por la herida temprana del desamor. «Lo primero que hice, cuando comencé a leer a Leticia, fue buscar su matriz: ¿por qué se comporta así? ¿Qué pasó? Y, obviamente, fui a su infancia», comenta Soriano a JR. Su Leticia no es solo una antagonista movida por los celos, sino una figura atrapada en un vacío afectivo que arrastra desde la niñez.
Leticia es la hermana mayor de una familia acomodada, la niña consentida que lo tenía todo… hasta que nació Alejandra (Gabriela Álvarez). Ese punto de inflexión marcó su camino hacia la inseguridad y el resentimiento. «Leticia, que ya era una niña volátil y de temperamento fuerte, empieza a tener una relación cada vez más tensa con su madre, quien además tenía poca tolerancia con ella», explica Soriano. En su relato se percibe cómo la actriz construyó una biografía emocional del personaje, tejida a partir del guion, pero enriquecida con sus propios aportes. La llegada de la nueva hermana desencadenó un conflicto interno que, con los años, se transformó en una lucha constante por el afecto y la validación.
«Lo fundamental para mí fue identificar esa matriz del personaje. Solo así pude humanizarla, comprender su dolor», confiesa la actriz. Esa búsqueda interior le permitió equilibrar las aristas de Leticia: su vulnerabilidad, su necesidad de afecto no satisfecho, y su capacidad de infligir dolor a quienes más ama. Paradójicamente, mientras arremete contra su madre y su hermana, idealiza a las figuras masculinas de su vida: su padre (Roberto Perdomo), su hermano Adriano (Tony Lugones), y Mariano (Delvys Fernández), su esposo. En ese vaivén emocional, Linda Soriano nos regala una Leticia tan real como desgarradora, que desarma con sus contradicciones y se queda en la memoria del público.
—¿Qué aspectos sicológicos o comportamentales te parecieron más interesantes para desarrollar el personaje?
—Básicamente, construí a Leticia desde su sicología: una niña herida que crece siendo un poco egoísta con su familia, altanera, celosa, muy temperamental. Es una persona que se comporta sin filtro: dice lo que piensa, actúa muchas veces sin pensar, lo que la lleva a cometer errores de los que después se arrepiente, aunque ya es tarde.
«Su movimiento es rápido, violento, desafiante. Todo esto nace de su herida emocional de infancia, como comenté antes. Esa herida la convierte en un personaje fuerte en apariencia, que proyecta seguridad, pero que en el fondo es muy frágil. Es esa contradicción —entre la fortaleza externa y la vulnerabilidad interna— lo que me pareció más interesante explorar desde lo sicológico».
—¿Qué aspectos del personaje crees que podrían resonar con la audiencia más allá del drama, en términos de comprensión humana y empatía?
—Leticia es un personaje hermoso porque está lleno de contrastes y contradicciones. Creo que conecta mucho con la audiencia justamente por eso. Lo primero que se ha percibido del personaje es que, pese a todo, es una madre. No le pueden tocar a sus hijos. Amén de los errores que ha cometido como madre, trabajé mucho ese aspecto desde mi experiencia también. Como madre, pienso que los niños no vienen con manual, y una aprende sobre la marcha.
«Leticia comete errores con sus hijos, pero los va trabajando a lo largo de la historia. Para ella, sus hijos son lo más importante. Hay muchos problemas que no sabe cómo resolver, pero su prioridad siempre son ellos. Ese instinto protector genera empatía. Al público cubano le gusta ver una madre fuerte, que defienda a sus hijos, y Leticia representa eso.
«Otro aspecto que me pareció importante trabajar fue su relación con Mariano. Originalmente, Leticia estaba escrita como una mujer más sumisa, alguien que bajaba la cabeza constantemente frente a él. Pero en el proceso, nos propusimos construir una Leticia diferente, que representara a otro tipo de mujer: una mujer fuerte, independiente económicamente y profesionalmente, pero con una gran dependencia emocional.
«Hay muchas mujeres así: empoderadas, con carácter, pero que caen en relaciones tóxicas con personas narcisistas. Mujeres que no ven, en ese momento, la manipulación emocional a la que están siendo sometidas. Quise darles voz a ellas. Leticia se deja manipular, sí, pero no desde la debilidad, sino desde una herida emocional profunda. A través del supuesto amor, del “buen trato”, cae en una relación dañina. Y eso, curiosamente, ha conectado con muchas mujeres que me han escrito diciendo que se sienten identificadas».
—En un momento donde la televisión cubana está explorando temas sociales diversos y profundos, ¿cómo ves el papel del actor para contribuir a esa narrativa desde personajes como Leticia?
—Muy importante. El actor tiene una responsabilidad social. Nuestra voz, a través del trabajo artístico, puede provocar reflexión. Detrás del personaje siempre hay un actor que piensa, que siente, que tiene un punto de vista. A veces se funde con el personaje, a veces no, pero siempre está ahí.
«En el teatro hay una idea que me marcó desde que estudié con Alexis Díaz de Villegas: si un espectador reflexiona, se emociona o dialoga con la puesta en escena, entonces esa presentación funcionó. Lo mismo aplica para la televisión.
«Si un televidente se identifica, reflexiona, conecta o cambia —aunque sea en la conciencia—, entonces valió la pena. Me ha pasado que mujeres me escriben y me dicen: “Me identifico con Leticia. Soy una mujer fuerte, empoderada, pero he vivido algo parecido”. Y eso es el mayor regalo para un actor. Es la responsabilidad asumida.
«Y creo que más ahora, con las redes, donde se debate todo lo que pasa en la novela. Se discute, se cuestiona, se opina. Eso también forma parte del objetivo: generar diálogo, crecer como seres humanos, preguntarnos qué está mal, cómo enfrentarlo, cómo sanar. La actuación da herramientas para eso».
—Si Leticia pudiera hablar contigo como actriz, ¿qué crees que te diría sobre su propia historia y sus decisiones?
—Es curioso. Yo le decía a mi esposo que veía a Leticia como una amiga a la que le presté mi cuerpo y mi ser. Dialogaba con ella todo el tiempo. A veces me desesperaba su actitud, otras veces la entendía, y en ocasiones me fusionaba completamente con ella. Le tuve muchísimo respeto, muchísimo amor. Ganas de que se entendiera, de que el personaje fuera comprendido tanto por los compañeros en el rodaje como por el espectador. Y eso, poco a poco, irá pasando.
«Lo que nos unió fue el amor. La amé profundamente. Y sin falsa modestia, creo que Leticia me lo agradecería, porque la defendí, la comprendí y la viví a fondo. La sentí mía, aunque no lo era.
«Para mí, la familia es lo primero, lo más importante. En ese sentido, agradezco a todos los que me acompañaron en este proceso de darle vida a Leticia. Ella, en efecto, casi siempre se sintió separada de su familia, y por eso le estoy agradecida por la oportunidad que me dio de interpretarla».
Con los ojos puestos en el futuro, Linda Soriano no deja de soñar ni de imaginar nuevas formas de habitar la escena. Le entusiasman los desafíos, las historias profundas y los personajes rotos que le permitan no solo interpretarlos, sino también acompañarlos en sus procesos de sanación. «Me encantaría hacer un musical. Doña Bárbara es un personaje que desde niña me gusta mucho…», dice con la pasión de quien todavía guarda intacta la capacidad de asombro. Le atraen los clásicos, las tramas teatrales que indagan en lo humano, pero también le seduce el riesgo: personajes de acción, mundos fantásticos, propuestas intensas donde pueda dar rienda suelta a su creatividad y entrega total.
Aunque no puede dar demasiados detalles aún, Soriano adelanta que está inmersa en un proyecto cinematográfico que la tiene completamente enfocada y emocionada. «Mi corazón y mi energía están volcados en ese trabajo», confiesa con brillo en los ojos. Es evidente que para ella no hay personaje pequeño ni reto al que no se enfrente con amor, intensidad y compromiso. Mientras Leticia aún respira en la pantalla, ya hay nuevas historias latiendo detrás del telón, esperando por la actriz que sabe mirar en lo profundo y hacer de cada rol un espejo del alma.