Guillermo Arriaga: “Te destruye más un éxito brutal que nunca más vas a volver a tener”
Este año 2025 resulta especial para el escritor y guionista mexicano Guillermo Arriaga. Por un lado, está presentando su última novela El hombre (Alfaguara), proyecto coral (seis voces) que empieza en el siglo XIX siguiendo la ruta de Henry Lloyd, un hombre ambicioso que no solo forma un imperio, sino que en él también es posible ver la complejidad de la construcción de una nación, hasta el siglo XXI. Por las señas dadas, se colige que este es un proyecto ambicioso de Arriaga. Por otro lado, la película Amores perros, cuyo guion fue escrito por él, está cumpliendo medio siglo de vida.
-Siempre te he percibido como un autor que está en el medio del foco cultural y que a la vez no está.
-No pertenezco a ningún grupo literario. No pertenezco a ningún grupo cinematográfico. No me pueden identificar con ningún grupo. Cuando yo empecé mi carrera, la persona de la editorial me dijo que, en este país, si no tienes un grupo literario, no vas a sobrevivir, no vas a aparecer en las revistas culturales, no va a haber reseñas de tus libros, no te van a entrevistar y vas a pasar desapercibido. En mi país no me reseñan.
-Has ganado el Alfaguara en el 2020 con Salvar el fuego y Amores perros sigue siendo un impacto cultural. ¿No es suficiente?
-No es suficiente. La obra es la que manda por encima de cualquier cosa. Están los grupos literarios, pues, ¡ay, este tipo viene del cine! ¿Quién le va a hacer caso? Y de alguna manera hasta boicotean los espacios, pero la obra manda. Tengo muy pocos amigos escritores y no los frecuento. No voy a comidas. Hay gente que se reúne todos los jueves en un restaurante. No me interesa. Como decimos en México, yo voy por la libre. Mi primer libro se publicó gracias a la generosidad de una escritora muy conocida en México que no me conocía. Ella, que es Laura Esquivel, fue jurado en un certamen de novela y sin conocerme me recomendó con su editorial porque yo nunca voy a ir a tocar la puerta de nadie. Si mi obra no manda, entonces no.
-En tu obra narrativa y cinematográfica, vemos trabajada la psicología de los personajes.
-Lo mejor que me pudo pasar fue haber sido expulsado de la primaria. En esa escuela, la materia de teatro era obligatoria. Y me dio todas las bases necesarias para escribir. Porque, aparte de que teatro era obligatorio, había un maestro de deportes que hacía que confiaras en ti mismo y cursé la carrera técnica de secretario bilingüe. Me dieron clases de mecanografía donde tenías que escribir 90 palabras por minuto y, si te faltaba una palabra, te bajaban un punto. O sea, reprobar era muy fácil. Pero en teatro, además de que me hicieron leer a Shakespeare, Calderón de la Barca y Sófocles, teníamos que montar las obras y actuarlas. El entrenamiento de actor me ha permitido meterme en la psicología de los personajes y en los espacios de los personajes.
-¿De dónde viene la violencia que vemos en tus libros y películas?
-Vengo de una familia que veía el clasismo, el racismo y la falta de oportunidades como los verdaderos pecados. Yo no vengo de una familia religiosa. No sé de dónde viene la violencia. Sí, te digo, que fui sujeto de actos muy violentos de niño en el barrio. La calle es la calle y tuve que aprender a pelear.
-Como Coffee, el perro de Amores perros.
-Es la historia de mi perro. Yo tenía 8 años, yo no lo peleaba, pero los vecinos adultos se lo llevaban a pelear.
-Tú publicaste tarde. ¿Ello ayudó a que no marearas con la fama de Amores Perros?
-Así hubiera pasado a los 21, la fama no me iba a marear. Mis padres no me criaron para eso. ¿Sabes qué es lo triste? Ser hombre de una sola obra reconocida. Eso sí que me hubiera matado, ser un one hit wonder. Lo he visto con escritores cuyas novelas se convierten en un boom brutal y luego no pasa nada con ellas. Eso es bien duro, yo prefiero tener un poquito a poquito que un éxito así. Te destruye más un éxito brutal que nunca más vas a volver a tener.
-Este 2025, estás de aniversario.
-Estoy de aniversario. La película sigue siendo un fenómeno cultural, por lo menos en México. Aquí en Perú, muchos jóvenes que no habían nacido cuando la película salió, me dicen que es su película favorita.
-Tu personaje Henry Lloyd es un hombre con muchos claroscuros.
-El otro día, en un club de lectura por zoom, varios psicólogos me dijeron que Lloyd es un psicópata y otros dijeron que no se puede juzgar a un hombre del siglo XIX con las herramientas teóricas del siglo XX. Yo les dije que Lloyd es un hombre de su tiempo. Es un hombre que responde a las presiones, a las circunstancias, a las oportunidades de su tiempo. El tipo lee una oportunidad, viene de la nada y se construye un imperio.
-Y tiene el poder de crear empatía o lealtades fuertes.
-Los esclavos que él maneja, porque es administrador de una plantación de algodón, lo respetan. Lo primero que hace cuando llega a la plantación de algodón y le promete al dueño de la plantación que va a duplicar la producción, es cortar las horas de trabajo de los esclavos. De 16 pasa a 12 horas con descansos. Y el dueño de la plantación le dice: pero ¿qué estás haciendo? Yo te dije que iba a duplicar la producción, pero están trabajando menos. Y dice: trabajar más no significa rendir.
-En tus películas y libros, no hay buenos ni malos.
-Si algo rige a la condición humana es la contradicción, la paradoja. No juzgo a mis personajes.
-La contradicción humana no tiene espacio en tiempos de polarización.
-La polarización le conviene al poder político. La función del novelista es confrontar, desgastar el discurso de los políticos, no permitir que sea la polarización la que campee. La mayoría de la gente no quiere caer en ese juego. A veces, a los políticos con tal de mantener el poder, no les importa la destrucción de la economía, porque siempre se cree que el poder económico rige al poder político, pero no siempre es así, el poder político puede regir sobre el poder económico. El poder político tiene formas de erosionar la democracia y tiene formas de irse enquistando y no soltar el poder.