Gary Oldman (67 años) ha abierto de nuevo la puerta a uno de los episodios más determinantes de su vida: su rehabilitación del alcohol . En conversación con 'The Hollywood Reporter', el actor británico recordó los años más oscuros de su adicción y el camino que lo llevó a cumplir, en 2025, casi tres décadas de sobriedad. «Hubo un momento en que pensé que no podría aguantar ni 28 segundos sin beber», confesó, antes de añadir una reflexión tajante: «O habría acabado muerto o ingresado ». El intérprete, ganador del Oscar por El instante más oscuro y con una carrera que abarca desde el teatro londinense hasta las grandes sagas de Hollywood, aseguró que hoy atraviesa un punto vital muy distinto: «Estoy en un muy buen momento, y mucho de eso tiene que ver con la sobriedad. Han pasado 28 años». En la entrevista, Oldman explicó cómo durante años creyó en la romantización del artista autodestructivo , una imagen que había visto en muchos de sus referentes culturales: «Mis héroes —literarios, cinematográficos, teatrales, deportivos, musicales— eran todos tipos de borrachos y drogadictos… Eran poetas y artistas torturados. Los admiras, los romantizas y quieres emularlos». Aunque asegura que no empezó a beber porque quisiera parecerse a Hemingway o a Richard Burton, sí reconoce que esas figuras alimentaron la falsa idea de que el alcohol formaba parte del talento. «No empecé a beber porque me gustara Hemingway. Lo hice porque era una norma social, pero en un momento dado se descontroló. Y eso no tiene que ver con nadie más que conmigo. Pero sí lo glamorizas», afirmó. El actor recordó incluso la leyenda que rodeaba a Burton: «Hizo 136 representaciones de Hamlet, ocho funciones a la semana en Broadway. Se bebía una botella entera de vodka y después interpretaba todo el papel completamente borracho». Con el tiempo, dice, entendió que esa «épica alcohólica» no era más que una coartada: «Es solo una excusa, en realidad, y te estás engañando a ti mismo». Hoy su conclusión es opuesta: la sobriedad no le quitó nada , sino que le dio todo. «Mi propia vida, mi vida personal, es inmediblemente mejor simplemente por no vivir en una niebla. Pero creo que el trabajo también es mejor», afirmó. Oldman lleva desde 1997 sin probar el alcohol. Para él, la fecha no es un simple número en el calendario, sino el límite entre dos vidas: la que pudo costarle la carrera y la que finalmente lo catapultó hacia la madurez artística. «Al ritmo al que iba, no estaría aquí sentado contigo ahora. O estaría muerto o institucionalizado», repitió en su charla con The Hollywood Reporter. En 2021 ya había hablado de aquella etapa al promocionar Mank, película en la que dio vida al guionista Herman J. Mankiewicz, también alcohólico: «Solía sudar vodka… Mi lengua se volvía negra por la mañana… No se lo desearía ni a mi peor enemigo; es un infierno», relató entonces. En aquella ocasión reconoció que el humor con el que intentaba relativizar su problema solo servía para encubrir la insuficiencia y la negación que lo mantenían atrapado. En un presente que describe como «muy bueno», el actor reconoce que cada año sobrio no es solo una cifra más, sino una frontera vital. «Han pasado 28 años», concluyó. Y en esa afirmación late una certeza: su carrera, su familia y su vida entera no existirían del mismo modo sin aquella decisión que, en los noventa, parecía imposible de tomar.