Agenda enredada
Durante agosto, el gobierno ha tenido cuatro logros iniciales, parciales o temporales. Pese a ello, no ha podido darles la resonancia y la relevancia deseada ni fijar con ellos la agenda del debate.
Esa realidad ha llevado a la jefa del Ejecutivo a esforzarse por centrar la conferencia matutina en los temas del interés oficial y a mostrarse más reactiva que proactiva ante el vértigo informativo. Hasta ahora, el esfuerzo no ha dado el fruto esperado y la actitud ha revelado un cierto desbalance en el estilo de la mandataria.
Si la intención presidencial es mantener la diaria conferencia no sólo como medio propio de comunicación, sino también como instrumento de gobierno es preciso reconocer el punto de inflexión donde se halla. Llegó la hora de revisar sus términos, así como de explorar otros recursos y ejercicios de comunicación, tomar acción política ante quienes restan eficacia al discurso y checar si hay cuadros para operar posibles relevos.
Sin restarle relativa validez al argumento oficial, achacar la circunstancia exclusivamente a campañas de la oposición, la resistencia, la prensa y la intelectualidad no resuelve el problema y sí puede complicarlo aún más.
...
Aun cuando su eventual efecto positivo tardará en percibirse y sentirse, los logros no fueron menores.
Esos aciertos se cifraron en la prórroga a la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a las exportaciones mexicanas; el plan de rescate de Petróleos Mexicanos; el descenso de la tasa de homicidios; y el reporte del rescate de la pobreza de 13.4 millones de personas. Todos ellos derivaron de negociaciones complicadas, planeación y desarrollo de políticas, emprendimiento de acciones firmes y fruto de decisiones tomadas tiempo atrás.
Aun cuando no faltan quienes le regatean méritos, cada una de esas acciones congregaba ingredientes o elementos para constituirse en eje del debate público durante días. Sin embargo, no fue así. Su presencia mediática fue limitada y, luego, se desvanecieron o diluyeron a una velocidad inaudita. Al margen del influjo de ciertos factores en la disminución de la respectiva importancia de ellos, otros hechos remaron en su contra.
Entre los acontecimientos que desplazaron a los logros, pueden considerarse los siguientes: la oscilante tensión y relación con Estados Unidos; los escándalos, excesos y jaloneos protagonizados por cuadros Morena; los incidentes registrados en obras o políticas públicas; la zafiedad o soberbia en el planteamiento de la reforma electoral.
Ante esos sucesos hay y no márgenes de acción gubernamental o partidista.
...
Las variables en el ir y venir del inexorable vínculo con el vecino del norte están lejos del control y dominio doméstico e, incluso, el encaramiento de esa circunstancia se complica por el rejuego dentro y entre las propias dependencias y agencias de Estados Unidos, interesadas en destacar en la embestida contra México y ganar puntos en el concurso de halagar a su jefe, Donald Trump. En ese caso, guste o no la realidad es esa y con ella hay que lidiar.
Sin embargo, ante los otros sucesos que restaron relevancia a los aciertos, la situación es distinta. Frente a los escándalos y la soberbia protagonizada o practicada por funcionarios, coordinadores parlamentarios, legisladores o cuadros de Morena se echa de menos una acción del gobierno o el movimiento más determinante. Puede entenderse, pero no justificarse esa tolerancia en el afán de no provocar fricciones o fisuras en el movimiento o irritar a quien desde la sombra observa, pero indudablemente cuanto está sucediendo daña a la autollamada cuarta transformación. A título de ilustración, para qué recibir en Palacio Nacional y, con ello, legitimar al coordinador parlamentario de Morena en el Senado, Adán Augusto López. Si el decoro no ha llevado a ese político a dejar la coordinación en el Senado, recibirlo en la sede del Poder Ejecutivo es extenderle un certificado cuando menos de pusilanimidad.
Sí, los escándalos, excesos, abusos y soberbia de algunos cuadros del oficialismo están afectando a la causa y los resultados del proyecto, inciden en el desvanecimiento de los logros. Podrá acusar el gobierno campañas ofensivas de los adversarios, pero no ignorar una evidencia: frecuentemente son actos de propios o aliados los que dan pie o motivo a la oposición y la resistencia para recargar sus baterías contra la jefa del Ejecutivo.
...
La respuesta fácil al hecho de que los recientes logros no hayan tenido la resonancia y relevancia deseada es, desde luego, decir que a la prensa “le duele” dar buenas noticias, que la mezquindad política ciega a los adversarios y que los críticos añoran viejos tiempos o echan de menos privilegios.
Parte de razón puede haber en ello, pero eso no resuelve el problema ni absuelve al equipo de la Presidencia de la urgencia de revisar los yerros propios. Como el anterior, este gobierno no ha sido capaz de alinear, jerarquizar y administrar la comunicación. Se lanzan pronunciamientos, divulgan actos y anuncian proyectos con escopeta sin calcular adonde irán a dar los perdigones informativos y cuál será su efecto. No se hacen tiros de precisión e, incluso, no se dejan respirar ni sus propios aciertos y después se preguntan por qué no se valoran.
Asimismo, han hecho de la conferencia matutina el principal instrumento para comunicar y gobernar la información, sin explorar ni utilizar otros recursos y, peor aún, no han conseguido consolidar medios y programas de comunicación con información y verdadera fuerza de convencimiento. Esas instancias, la propaganda, la actitud contestataria o la descalificación del contrario se han deificado.
No sobraría que la jefa del Ejecutivo revisará qué pasa con la comunicación.