Abandonar un carrito de la compra no es solo un gesto incívico, también supone un gasto millonario y un problema ambiental creciente según la ciencia
El planeta lo sufre - Los investigadores de la Universidad de Warwick demostraron que transportar y reponer miles de carros abandonados genera cientos de toneladas de CO₂, mucho más que repararlos y devolverlos al servicio
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Los aparcamientos de los supermercados españoles presentan un problema habitual que refleja una costumbre extendida. El abandono de carritos de la compra se repite cada día, en ocasiones junto a un bordillo, en otras bloqueando plazas de estacionamiento. Quienes actúan así suelen hacerlo por pura pereza y se marchan a casa con sus bolsas sin devolver el carro al punto habilitado.
La consecuencia inmediata es doble, ya que los empleados deben destinar tiempo a recogerlos y la compañía asume costes adicionales de reposición. Este comportamiento, lejos de ser anecdótico, se ha consolidado en España y en otros países como un ejemplo de incivismo con efectos económicos y ambientales que resultan cada vez más visibles.
El caso de Mercadona ilustra con claridad la magnitud del problema en España. La empresa calcula que cada año desaparecen 65 carritos de media en cada uno de sus supermercados, lo que supone más de 100.000 en toda su red de 1.600 establecimientos. Cada carro tiene un precio de unos 100 euros, lo que eleva el coste de reposición hasta los 10 millones de euros anuales.
Para limitar estas pérdidas, la compañía implantó un sistema que bloquea las ruedas en cuanto el carro abandona el recinto del supermercado. La medida evita desplazamientos indebidos y asegura que los carritos se mantengan en servicio durante más tiempo, aunque la eficacia depende de que los clientes respeten las normas.
En Reino Unido, la situación alcanza cifras mucho más preocupantes. El fabricante Wanzl ha documentado que más de 520.000 carritos terminan abandonados cada año, pese a las medidas disuasorias como ranuras de monedas o mecanismos de bloqueo.
Expertos británicos alertan de que la recogida constante consume demasiada energía
Los investigadores de la Universidad de Warwick analizaron el impacto ambiental de este fenómeno en la ciudad de Coventry y sus alrededores. Según el estudio, la recogida en furgonetas que funcionan con gasoil genera 343 toneladas de dióxido de carbono, equivalentes a la contaminación anual de 80 coches de gasolina.
Además, la fabricación completa de un carro nuevo produce 65,14 kg de CO₂, mientras que su recuperación y retorno solo supone 0,69 kg. Estos datos evidencian que reparar y reutilizar resulta mucho menos dañino para el planeta que fabricar desde cero.
La investigación publicada en la revista Sustainability subraya que incluso los procesos de rehabilitación, como aplicar un revestimiento de zinc para prevenir la corrosión, aumentan de forma considerable la huella ambiental. El ingeniero Neill Raath, de la Universidad de Warwick, señaló que “miles de carritos de la compra se reportan como abandonados cada año en Reino Unido” y añadió que “cuando se multiplica el impacto de carbono de recuperar cada uno, se convierte en algo importante y preocupante”. Su compañero Darren Hughes coincidió en que la recogida continua supone un gasto energético que convendría reducir con hábitos más responsables de los consumidores.
Sudáfrica y Australia también aparecen en el informe con cifras preocupantes, aunque los datos varían según las áreas urbanas y suburbanas analizadas. Los investigadores calcularon que un carro tendría que ser recogido 93 veces por una furgoneta de gasoil para generar el mismo impacto que la fabricación de uno nuevo. En la práctica, la reutilización reduce entre un 92 y un 99% la carga medioambiental. Por eso, la llamada de atención de los expertos se centra en la importancia no dejarlo a su suerte en cualquier parte y devolver el carro tras usarlo, un gesto simple que evita daños ambientales y costes económicos.
Expertos reclaman hábitos responsables para frenar un problema global
El estudio británico también advierte de los problemas colaterales que generan los carritos abandonados. Estos objetos obstaculizan calles y aceras, contaminan cauces de agua cuando acaban en ríos y deterioran la imagen de los espacios públicos. El propio Raath expresó que “aunque es improbable que logremos eliminar por completo el abandono de carritos, confiamos en que la próxima vez que alguien vea uno en un callejón o junto a un arbusto piense en el impacto ambiental de dejarlo sin uso”. La reflexión, por lo tanto, busca generar una conciencia social que complemente los mecanismos técnicos implantados por las cadenas de distribución.
La economía circular se perfila como un planteamiento útil para abordar el problema. La reparación y el retorno permiten alargar la vida útil de los carritos y reducen la necesidad de fabricar otros nuevos. Wanzl, fabricante global de estos elementos, ha impulsado servicios de recogida y rehabilitación como Trolleywise y Reviva, con los que trabaja junto a supermercados para frenar el abandono. Aunque la batalla no está resuelta, los expertos consideran que el futuro pasa por reforzar estas prácticas y concienciar al consumidor. Porque devolver un carrito tras hacer la compra es tan sencillo como empujarlo unos metros más, y esa diferencia cuenta más de lo que parece.