Cuando el Guadalquivir entra en el término municipal de Sanlúcar , su margen izquierda aparece conformada por unas playas mareales fangosas de suave inclinación hacia la corriente. La parte más baja de estas es simplemente barro limoso que entierra hasta la rodilla la pierna del mariscador que allí se aventura en busca de coquinas planas y bocas de La Isla. Es esta una especie, también conocida como cangrejo violinista ('Uca tangeri') , endémica de aquí y de la costa atlántica norteafricana que, a mediados del siglo pasado, fue objeto de una serie de tesis doctorales por parte de investigadores de la Universidad de Münster, Alemania . La zona intermareal media aparece cubierta de almajos de pequeño porte, ' sapinas ' ; y la franja más alta, que solo bañan las mareas de elevado coeficiente, era una pradera cubierta de matas espesas de barrón salino, 'Spartina densiflora' , una planta con aspecto de junco cuyas hojas aparecen cubiertas de sal que ella misma excreta, lo que la hace muy apetecible para el ganado. Este barrón es una especie alóctona de procedencia sudamericana, que probablemente fue ya importada por nuestros barcos en la era de los descubrimientos y que aquí compartía hábitat con espesares de carrizos ( 'Phragmites sp.' ). La playa fangosa más próxima a la corriente solo se hace visible con la bajamar y en ella pululan una serie de aves limícolas como chorlitejos, archibebes, agujas colipintas, vuelvepiedras y zarapitos de dos especies, así como garzas, garcetas, espátulas y cigüeñas . El águila pescadora se deja ver por allí también y con suerte se la puede espiar ejecutando la captura de un albur. En algunos lugares, como en la Punta de los Sapillos , el fango aparece cubierto de rodales de castañuela ('Scirpus marítima') que atrae a los ánsares del invierno. La pradera de barrones, que pueden alcanzar más de metro y medio de altura, atraía a vacas y yeguas marismeñas y a muchas agachadizas, 'agachonas', que andaban en busca de anélidos y otros pequeños organismos entre las boñigas de aquellas. Allí las cazábamos en batidas con, a veces, espectaculares resultados, sobre todo en los meses de otoño y en los de invierno tardío , las fechas de los pasos migratorios. Y allí, en primavera , criaban miles de patos reales, pardillas, frisos y porrones, que encontraban en las tupidas matas de barrón el escondite ideal para sus nidos. En primavera acudíamos allí a 'huevear' , la práctica marismeña de recolección de huevos de las aves acuáticas. En cualquier amanecer de marzo y abril, los vuelos de celo de los patos lo llenaban todo y, si nos escondíamos y sacábamos la gorra por encima de las matas, las pardillas acudían ciegas, encendidas de curiosidad. En esta zona se refugiaban los venados y los gamos que, desde el antiguo Coto de Doñana , se aventuraban a cruzar el río a nado –600 metros–, quizás pensando que al otro lado la hierba era más verde..., y allí les dábamos caza ocasionalmente. Unas cuantas parejas de aguiluchos laguneros anidaban en lo más apretado de los carrizos y alguna de aguilucho cenizo se establecía en los rodales de vegetación más baja. Pero en los años setenta del siglo pasado, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y las autoridades portuarias acometieron el dragado del río para facilitar el tráfico de grandes barcos cargueros hasta Sevilla y los sedimentos arenosos extraídos fueron acumulados en grandes mesetas que cubrieron y destruyeron las praderas de barrones. Estos depósitos de tierras, elevados hasta tres metros sobre el nivel original, se han cubierto de tarajes y juncos reales , eliminando así el hábitat que amparaba a tantas aves y las ha expulsado de su espacio predilecto. Una vez más, los organismos de la Administración pública atentaron impunemente contra un rico ecosistema. Hoy apenas cría una collera de patos en la zona. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir , cuya dejación de responsabilidades y connivencia han provocado tantos desastres ecológicos en la región de Doñana, debería restituir esta margen fluvial a su estado original, levantando y trasladando el material extraído por el dragado al interior del mar, como hasta entonces se había hecho siempre.