Casi un año después de la tragedia y tras un prolongado silencio, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar declaró como testigo ante la juez que investiga la gestión de la riada del pasado 29 de octubre. En su relato de los hechos reconoció que hasta las 18:45 horas no se enteró de la enorme crecida del barranco del Poyo que causó la mayoría de las víctimas, y que no lo comunicó al Cecopi porque su magnitud no le sorprendió. Cabe recordar el elocuente silencio que tanto Jesús Polo como su superiora, la entonces ministra Teresa Ribera, mantuvieron en los días posteriores a la catástrofe, evitando que se comprobara, como ahora, que la gestión resultó desastrosa en varios frentes administrativos, por mucho que la responsabilidad máxima fuera del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. En su declaración –genuino testimonio de autoinculpación– Polo aportó información relevante, y de una extrema gravedad, para entender cómo pudo suceder la tragedia, puso en solfa la solvencia y los reflejos del organismo que preside ante el desastre y apuntó a nuevas responsabilidades, ya incontestables. El presidente de la CHJ aseguró que no era suya la tarea de vigilar los caudales al ser cuestionado en un interrogatorio incisivo de la Fiscalía, que contrastó con la actitud de la juez. La instructora siempre apostó por situar a la Generalitat como única posible culpable, incluso tras el informe de la Guardia Civil que indicaba que la CHJ y la Aemet no proporcionaron suficiente información sobre los fenómenos meteorológicos e hidrográficos de aquella jornada. Este documento fue desechado precipitadamente como «erróneo» e «incompleto» por la juez, que rechazó imputar a Miguel Polo, como pedían las acusaciones populares, una decisión que mereció la apertura de diligencias informativas por parte del Consejo General del Poder Judicial. Entonces y ahora cabe preguntarse cómo es posible que hasta las 18.43, horas de aquel 29 de octubre, y dadas las alertas que circulaban por los servicios de emergencia, el presidente de la CHJ no supiera del caudal del barranco del Poyo, dado que el organismo que dirige es el encargado de recoger estos datos. Polo afirma que tardó horas en saber que por aquel barranco bajaba una cantidad enorme de agua, y que ni siquiera entendió que era peligrosa para la población. Estaba centrado en la sobrecarga de la presa de Forata, vigilada para evitar una rotura que no llegó a producirse. Polo también explicó que hubo un parón en la reunión del Cecopi en la que estaba presente, y que cuando volvió no creyó necesario avisar de que el barranco del Poyo estaba fuera de control, pues le resultaba «congruente» con la situación. El papel de Polo se limitó a llamar a sus superiores para quejarse de que no se enviaba una alerta sobre Forata, pero en ningún momento advirtió del peligro que representaba el volumen de agua que bajaba por las localidades que cruzan el barranco. Entonces, la riada que ya había arrasado Chiva seguía la cuesta abajo de destrucción que afectó a diversas localidades, sobre todo a Paiporta. Este hecho explica que la alerta que se envió por parte del Cecopi se refiriera a la presa de Forata y no al barranco del Poyo, y que llegara cuando muchos de los vecinos ya se estaban ahogando. Tampoco aclaró Polo por qué entre las cuatro y las seis de la tarde, durante dos horas de apagón, nadie recibiera los mensajes de los medidores de caudal del barranco del Poyo, un tiempo que, como todo el perdido por los responsables del desastre, hubiera resultado precioso para salvar algunas de las vidas que se perdieron, víctimas de la riada, pero también de una irresponsabilidad compartida y viciada de origen.