Maya Ka’an, el corazón místico del Caribe Mexicano
En el corazón del Caribe Mexicano existe un destino que invita a detenerse y escuchar el pulso de la naturaleza, a descubrir la sabiduría de comunidades ancestrales y a sumergirse en un turismo que respeta el entorno: Maya Ka’an. Ubicado en la zona central de Quintana Roo, este espacio es mucho más que un lugar para vacacionar; es una experiencia profunda que entrelaza cultura, historia y sostenibilidad.
Un viaje a las raíces mayas
Maya Ka’an es ideal para los viajeros que buscan ir más allá de las playas tradicionales. Conformado por 78 comunidades mayas, el destino se ha consolidado como un modelo de turismo comunitario sostenible. Aquí, cada visitante tiene la oportunidad de convivir con la tierra y sus guardianes, mientras aprende de las prácticas que han sobrevivido por generaciones.
El aroma del Chokoj Waaj, tortilla caliente recién hecha en fogón de leña, acompañado de relatos transmitidos por abuelas, ofrece un primer acercamiento a la cosmovisión maya. Esa mezcla de gastronomía, tradición oral y vida comunitaria convierte cada jornada en una lección de respeto hacia el entorno.
La puerta de entrada a Sian Ka’an
Una de las joyas de este destino es la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Su nombre, que en maya significa “origen del cielo”, resume la majestuosidad de este ecosistema de más de 500 mil hectáreas que alberga selvas húmedas y secas, manglares, marismas y dunas costeras. Además, resguarda parte del Gran Arrecife Mesoamericano, el segundo más grande del mundo, lo que lo convierte en un refugio de biodiversidad sin igual.
Visitar Sian Ka’an no es solo contemplar paisajes, sino sumarse a experiencias que permiten vivir la relación armónica entre los mayas y la naturaleza.
Experiencias auténticas
Maya Ka’an propone un mosaico de actividades que van desde la aventura hasta la introspección.
Punta Allen ofrece senderos interpretativos entre manglares, recorridos en bicicleta guiados por expertos locales y pesca deportiva en busca de especies como macabí, palometa o róbalo.
En Muyil, la arqueología se combina con la naturaleza: se puede recorrer la selva, flotar en canales de aguas cristalinas, presenciar la puesta de sol en los humedales o participar en demostraciones de extracción de chicle, un legado de los antiguos mayas.
Kantemó sorprende con su Cueva de las Serpientes Colgantes, un espectáculo único donde los visitantes observan cómo estos reptiles cazan murciélagos al atardecer.
En X-Pichil, la tradición artesanal cobra vida con bordados de punto de cruz, llenos de color y simbolismo.
Tihosuco ofrece una inmersión cultural con ceremonias de bienvenida, hilado de algodón y la visita a la parroquia del Santo Niño Jesús, símbolo vivo de la Guerra de Castas.
En Señor, los viajeros participan en rituales de purificación, descubren la producción de miel de abejas meliponas y aprenden a trenzar henequén, todo acompañado de platillos típicos de la región.
Cada experiencia se convierte en un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de que el turismo puede fortalecer identidades y proteger recursos naturales.