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Veneno que salva: científicos peruanos de San Marcos hallan en serpientes nativas potencial tratamiento contra cánceres agresivos

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Una investigación que podría cambiarlo todo. Hace más de una década, un hallazgo fortuito en una clase de biología molecular cambió el rumbo profesional del doctor Dan Erick Vivas Ruiz, hoy investigador del Laboratorio de Biología Molecular de la UNMSM. Mientras realizaba su maestría, llegó a sus manos un artículo sobre las desintegrinas, proteínas del veneno de serpiente con potencial antitumoral. “Me pareció fascinante. Redacté una revisión respecto al tema que gustó tanto a mi asesor, el Dr. Armando Yarleque, que terminamos publicándola en 2012 en la revista de Medicina Experimental y Salud Pública del Instituto Nacional de Salud”, recuerda el científico.

Desde entonces, la curiosidad se convirtió en propósito. A pesar de los rechazos iniciales de instituciones nacionales, Vivas persistió. En 2018 viajó a Brasil, donde el intercambio con expertos peruanos residentes abrió la puerta a colaboraciones con universidades y laboratorios dedicados al estudio del cáncer. “Ese año fue un punto de quiebre. En 2019 viajé a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y realizamos las primeras pruebas con una enzima ofídica purificada del veneno, llamada pictobina, en líneas de cáncer de mama triple negativo”, relata.

Científicos peruanos de San Marcos hallan en serpientes nativas potencial tratamiento contra cánceres agresivos
Dr. Félix Urra Faúndes, del Laboratorio de Plasticidad Metabólica y Bioenergetica de la Facultad Medicina de la Universidad de Chile

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Primeras pruebas: “Era como quitarle las pilas al cáncer”

"Guiado por ese ánimo de saber que existían componentes que podrían actuar directamente sobre células tumorales toqué algunas puertas que lamentablemente no se abrieron. Pensaban que no tendría mucho impacto, o por desconocimiento", recuerda. Sin embargo, la oportunidad llegó en el año 2019, en Chile, donde fue convocado por el Dr. Félix Urra Faúndes, del Laboratorio de Plasticidad Metabólica y Bioenergetica de la Facultad Medicina, para realizar investigaciones colaborativas. Urra es un farmacólogo interesado en la investigación de esta enfermedad, "específicamente en su metabolismo y la bioenergética con la que funciona, principalmente en cáncer de mama".

"A partir de ello, comenzamos una fase de exploración, y nos dimos con la sorpresa que esta sustancia no mataba las células cancerígenas. Ante esto, en mi ignorancia, dije: 'No sirve'". Sin embargo, un nuevo enfoque reveló algo asombroso: la enzima inhibía la migración celular en cultivo y reducía su metabolismo mitocondrial, es decir, "lograba inhibir potencialmente la metástasis (migración de celulas malignas al resto del cuerpo) y 'quitarles la batería' para que se mantengan estáticas". Ese descubrimiento dio origen a una publicación en 2020 en la Journal of Biological Macromoleculares, donde quedó descrito por primera vez el efecto de esta enzima.

Desde entonces, al equipo se unieron la doctora Fanny Lazo y la Dra. Rodríguez de la UNMSM. "En el 2022 logramos la publicación de otra enzima que tenía un mecanismo diferente de atacar a las células de cáncer de mama y las de pulmón". En 2023, fue el turno de la pictolicina 3, con resultados sorprendentes también en células de cáncer de mama: "Estas sí las mataba", confirma; y colorrectal: "Neutralizaba su actividad". “Hemos comprobado que el veneno de serpientes peruanas contiene componentes con un alto potencial anticancerígeno”, afirma Vivas.

Científicos sanmarquinos

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¿Cómo el veneno ataca solo a las células de cáncer?

Según afirma el especialista, el secreto está en los péptidos, pequeñas cadenas de aminoácidos que actúan de manera selectiva sobre las células tumorales. "Las células tienen un ‘DNI molecular'", explica. "Los péptidos del veneno reconocen receptores específicos que solo están sobreexpresados en las células cancerígenas, no en las sanas. Por eso las atacan sin dañar al resto". Este nivel de precisión convierte a los péptidos en una prometedora vía terapéutica para la sociedad, con menos efectos secundarios que la cirugía, quimioterapia o la radioterapia. Sin embargo, el proceso para aislar, purificar y sintetizar estos componentes es largo y riguroso.

El proceso comienza en el serpentario Oswaldo Meneses del Museo de Historia Natural de San Marcos, donde se extrae el veneno. Luego, en los laboratorios de biología molecular, se realiza la cromatografía para separar sus componentes. “Cada fracción del veneno se analiza y se prueba en cultivos celulares. Cuando identificamos una con efecto anticancerígeno, la secuenciamos y la sintetizamos por partes, como un rompecabezas”, detalla Vivas.

En San Marcos, el equipo trabaja con especies nativas "y de importancia clínica en el Perú", como la  Bothrops atrox (jergón de la selva o Shushupe), altamente venenosa; y la Bothrops pictus, conocida como jergón de costa, cuyas proteínas presentan propiedades únicas debido a su adaptación geográfica. "Los péptidos, como los que encontramos en el veneno de serpiente, pueden identificar los receptores que están sobreexpresados en las células tumorales y no en las células sanas. Ahí radica su potencial terapéutico: en su selectividad", señala. "Al inicio se usaba el veneno completo, y sí, mostraba efectos anticancerígenos. Pero lo que buscamos ahora es saber qué componente es el responsable y bajo qué mecanismo. Una cosa es saber que tiene un efecto, y otra, saber cómo se produce", apunta.

Apuntes del estudio

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El cáncer: una de las principales amenazas para la salud pública

En el Perú, el cáncer continúa siendo una de las principales amenazas para la salud pública. Solo en lo que va del año 2024, el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN) registró 12.918 nuevos casos de cáncer a nivel nacional, una disminución si consideramos cifras de 2022 (14.273) y 2023 (14.119). Detrás de cada cifra hay una historia, una familia, y una necesidad urgente de tratamientos más eficaces y accesibles. La posibilidad de una terapia más precisa, como las que se investigan con péptidos derivados del veneno de serpiente, podría transformar la vida de miles de personas que hoy enfrentan diagnósticos con tratamientos invasivos, efectos secundarios severos y, en muchos casos, pocas opciones cuando el cáncer ya está avanzado.

Los datos muestran que el cáncer de mama encabeza la lista con 1.743 casos nuevos, seguido por el de cuello uterino (1.373) y el de tiroides (879). La mayoría de diagnósticos se da en mujeres (62,6 %), y el grupo más afectado es el de mayores de 50 años. Sin embargo, preocupa la cantidad de casos en jóvenes y niños: más de 1.400 casos han sido registrados en personas menores de 30 años. Lima concentra más de la mitad de los diagnósticos (6.759), lo que refleja también las desigualdades en el acceso al diagnóstico oportuno.

Más alarmante aún es que solo el 16% de los pacientes son diagnosticados en etapas iniciales, mientras que muchos otros llegan en estado avanzado o sin una estadificación registrada, lo que limita las posibilidades de tratamiento efectivo. En este contexto, investigaciones como esta que apunten a terapias dirigidas, específicas y menos tóxicas no solo son prometedoras: son urgentes.

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Serpientes utilizadas en el estudio

Biodiversidad que cura

Aunque los resultados son alentadores, el Dr. Vivas es prudente: “En ciencia no somos sensacionalistas. Estamos en la fase del descubrimiento. Proyectamos que en unos diez años podremos tener un péptido identificado y probado como tratamiento o como base de nuevas terapias dirigidas”. Los antecedentes respaldan esa posibilidad. Según afirma, fármacos como el Captopril, usado para la hipertensión, o el Tirofiban, aplicado en cardiología, nacieron también de proteínas del veneno de serpiente. “Queremos que desde Perú nazca el próximo medicamento que cambie vidas”, dice con convicción.

Más allá de los avances científicos, Vivas también subraya la importancia de valorar la biodiversidad peruana. “Nuestra biodiversidad es una panacea. Tenemos compuestos únicos y debemos aprovecharlos con investigación responsable”, enfatiza. Sin embargo, lamenta que durante años muchos principios activos han sido extraídos y publicados fuera del país, sin que se reconozca ni se desarrolle la ciencia local: “Una de las cosas que también a mí me causaba impotencia es ver que colegas del extranjero vienen, se llevan el principio y lo publican afuera”.

Por eso, hoy en día, el trabajo en equipo entre instituciones nacionales e internacionales es clave para cambiar esa realidad. “Queremos quebrar eso de manera cordial, invitando a los investigadores extranjeros a trabajar con nosotros, pero que al menos el 50 % de toda esa investigación se haga en Perú”, explica. Este esfuerzo conjunto ya da frutos con colaboraciones en Chile, Brasil y otros países, fortaleciendo la capacidad peruana en investigación avanzada y en la aplicación biotecnológica de los recursos naturales.

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