Una Costa Rica en crisis pero no perdida: ¿aún estamos a tiempo?
Todos sabemos lo que hace falta para recuperar la esperanza y el estímulo necesarios para seguir construyendo nuestra patria.
Llevamos varios años sin que se logre dar ni un solo paso para componer las cosas. Al contrario, los rugidos, los insultos, la incomprensión, la carencia de una visión común de futuro, nos tienen estacionados. Y, a pesar de que tenemos instrumentos de “quéjese aquí!, estos se han convertido en instituciones politizadas, desactualizadas y hasta ciegas ante los problemas del desarrollo.
El 1.° de octubre empezó la campaña política para nombrar a los miembros del Poder Legislativo, que tiene como cometido renovar y hacer nuevas leyes, y velar para que se cumplan, con la ayuda de la Contraloría General de la República y la Defensoría de los Habitantes.
Igualmente, elegiremos al presidente de la República, quien a su vez se encargará de nombrar a un equipo idóneo que cumplirá las leyes y propondrá las que hagan falta para acometer su tarea. Lo anterior, de acuerdo con una visión país que lo oriente.
¿Y cuál es la visión país? Claro. Democracia económica para todos; es decir, oportunidades, seguridad, trabajo, educación, salud, infraestructura, energía, telecomunicaciones, paz...
La pregunta es ¿cómo?
¿Cómo recuperar aquel país seguro, donde podíamos salir a las calles sin correr sin peligro?
¿Cómo llevar la educación y la cultura a una generación de estudiantes que, según numerosos informes y evaluaciones, tiene graves carencias en su formación? ¿Cómo cerrar las brechas y lograr que todo el país tenga acceso a las nuevas tecnologías?
¿Cómo componer el sistema de salud, que debería cobijarnos a todos, sin listas de espera y con la atención que nos merecemos? ¿Cómo resolver el problema del ineficiente transporte público y las presas, casi permanentes, en todas las carreteras del país?
Y la lista de problemas es mucho más larga. Pero, si tenemos claro lo que requerimos, lo que ansiamos para todos, entonces el siguiente paso debería ser trabajar en una propuesta nacional e incluyente que permita materializar tales anhelos.
¿Seguridad? ¿Qué haríamos? ¿Pedir a los países poderosos que nos ayuden a hacer frente al narcotráfico y la delincuencia, como parece que pretende hacerlo el actual presidente? Esto habría que negociarlo con sumo cuidado.
¿Educación? Ya el Estado de la Educación ha definido la senda. Lo que hace falta es contar con la gente idónea y el apropiado financiamiento, que podría provenir, al principio, de más impuestos que se pagarían con el enorme desarrollo que la educación de calidad garantizaría a mediano plazo.
¿Acceso a nuevas tecnologías y telecomunicaciones? Entre otras opciones, se pueden contemplar alianzas con empresas privadas apoyadas por el Estado.
¿Salud? Sin duda, es urgente una revisión del sistema y podría contemplarse la posibilidad de prestar servicios conjuntamente con la empresa privada.
¿Infraestructura vial? Es posible que tengamos que recurrir a empresas extranjeras que cobren su inversión a los usuarios mediante el pago de peajes. Recurso que, a pesar de las quejas sobre la gran ganancia de la empresa extranjera, ha resuelto el problema del mantenimiento de la ruta 27.
En resumen, si eligiéramos como presidente al aspirante idóneo (o idónea), que igualmente se rodee de gente idónea, culta y bien calificada, empezaríamos de nuevo, después de estos años de desastre.
Igualmente, si lográramos nombrar en la Asamblea Legislativa a personas con idoneidad, cultura y amor por la patria, entonces solo habría que obtener el dinero y cuidarlo para que, a corto plazo, produzca el desarrollo que nos permita pagarlo y seguiríamos construyendo el país que nuestros visionarios antecesores soñaron y cimentaron con orgullo.
Nuestras ventajas comparativas y competitivas están aquí, en potencia. Entonces… ¿qué nos falta? ¿Solo dinero?
joycezurcher@gmail.com
Joyce Zurcher es filósofa.
