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Октябрь
2025

De cómo el PSOE se ha abrazado a la supremacía del catalán

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El lunes, Carles Puigdemont volvía a ofrecernos una nueva actuación dramática ante las cámaras. Anunciaba que rompía con Pedro Sánchez, cansado de sus promesas no cumplidas. Él y su partido habían decidido que esta vez sí que sí, que el amor se había acabado y que cada uno debía seguir por su lado.

El culebrón entre Puigdemont y Sánchez es lo que definiríamos, vulgarmente, como un tostón. Y digo «es» porque me resisto a creer que se haya acabado. Parece el final abierto de una telenovela de sesión de tarde en la que, después de doscientos capítulos, los guionistas, agotados, se toman un descanso.

La normalización de la relación con el prófugo en Bruselas ha sido y es un espectáculo bochornoso que no se ha producido en casa y a puerta cerrada, sino que los vecinos del edificio europeo han sido testigos –y lo han sufrido, además– en pasillos, sesiones parlamentarias y comisiones varias.

El empeño en conseguir que el catalán sea lengua oficial en Europa, con el único objetivo de contentar a Puigdemont y los suyos, ha llevado a la diplomacia de nuestro país a perder cualquier sentido del ridículo. No quiero ni imaginar a esos ministros de Asuntos Exteriores, preocupados por la amenaza de Rusia, los aranceles de Estados Unidos, las tensiones en Oriente Próximo o la presión migratoria en las fronteras europeas, cuando aparece el señor Albares en un corrillo a preguntarles si han tenido tiempo de pensar en lo de hacer del catalán una lengua oficial.

Cuesta concebir que alguien nos pueda tomar en serio cuando priorizamos este tema –que supondría cambiar las reglas de juego para todas las lenguas oficiales en Europa–, a sabiendas de que todos nuestros socios conocen las razones que hay detrás de esta petición. A la vista están los comentarios de algunos ministros europeos que, como poco, han mostrado hartazgo, o la reacción del primer ministro alemán, que ridiculizó o minimizó la relevancia de este asunto hace solo unas semanas.

Pero, cosas de la política, de pronto, cuando más lo necesitaba Pedro Sánchez, Alemania hace público que se abre a dialogar sobre ello, «aunque» –dice– no ha cambiado de opinión. Ese «oportuno favor» podría entenderse si viniera de otro partido socialdemócrata, pero ¿de Alemania? ¿A cambio de qué? El tiempo, seguro, lo dirá.

La apuesta del inquilino de la Moncloa, que aspira a convertirse en propietario de ella, no nace en 2023 fruto de la necesidad de su investidura. A partir de su elección como secretario general, el PSOE abrazó, aún con más fuerza que el PSC, las tesis en defensa de la supremacía del catalán sobre el español y de la escuela monolingüe en Cataluña. Ese cambio se visualizó primero de todo en Europa.

De ello puedo dar fe. En abril de 2018, nuestra asociación recurrió a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo para denunciar la discriminación de los alumnos castellanohablantes en Cataluña. Nuestra intervención, de tan solo diez minutos, fue contestada duramente por una eurodiputada socialista andaluza que nos acusó de intolerantes y de querer imponer el español «como antaño». Logramos mantener la queja abierta gracias a los votos de la propia presidenta (del grupo liberal) y de otros dos eurodiputados socialistas que no siguieron el camino marcado por su portavoz.

En esos mismos meses, el PSC, después de haber perdido ante Ciudadanos miles de votos en el cinturón industrial de Barcelona, se había abierto a hablar del bilingüismo en la escuela. En aquel momento, el señor Iceta era el líder del partido y Salvador Illa su fiel escudero. Mantuvimos dos primeras reuniones. En la primera, el ahora delegado permanente de España ante la UNESCO nos aseguró que desconocía que la inmersión suponía que no se impartieran asignaturas en

castellano (¡santa paciencia!). En la segunda, escucharon testimonios de familias a favor del bilingüismo.

La tercera reunión se programó ya solo con Salvador Illa, que nos trasladó su intención de pilotar él personalmente este tema dentro del PSC. Nos preparamos esperanzados con nuestras propuestas, pero, poco antes de entrar, nos anunciaron que le era imposible asistir y que nos dejaba con dos personas de su máxima confianza.

Dos defensores a ultranza de la inmersión lingüística. La reunión fue más que tensa y costó, en algún momento, mantener el diálogo dentro de los límites de la buena educación ante los ataques que recibíamos por nuestras posiciones. La fecha de la reunión fue pocos días después de la investidura de Sánchez, «causalmente». No hubo más reuniones para abordar un posible cambio de política lingüística del PSC.

Hoy, con el catalán elevado ya a causa de Estado en Europa, el Partido Socialista de Pedro Sánchez se sienta siempre del lado de quienes en España ningunean al español y a sus hablantes.

Una defensa fervorosa de una lengua y un silencio calculado ante el evidente menosprecio de la otra.















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