Ignacio Ortiz Salas, estudiante de Periodismo: ‘El MEP no estuvo ahí para nosotros’
En el marco del año preelectoral, en distintas ocasiones he escuchado decir: “Si se organiza, la juventud puede elegir a quien quiera en la presidencia”, usualmente seguido de: “Pero no le importa”.
Una y otra vez, las personas se refieren a la juventud como una masa homogénea, egoísta y desinteresada. Quisiera ahondar en algunas razones de nuestro supuesto egoísmo para con el país.
De mi educación básica, recuerdo dos temas de la materia de Educación Cívica. En sétimo año, uno sobre la ley de tránsito (9078) y, en décimo año, otro sobre las corrientes políticas –una clase que recuerdo, no por su contenido, sino por las mofas del grupo por el apellido Gorbachov–.
¿Somos conscientes de que las primeras interacciones que tuvimos con la democracia fue que nos dieran puntos extra en el curso de Cívica por participar en las elecciones estudiantiles? ¿Cómo devaluaron tanto la Educación Cívica? La materia que, se supone, debería enseñarnos a convivir en democracia se ha devaluado en el plan de estudios y no pocas veces es impartida por docentes sin aptitudes ni interés.
Tal vez, a la juventud “no le importa” la vida política porque nadie se esforzó en velar para que hubiera una educación de calidad para todo tipo de estudiantes, en todo tipo de contextos; una formación que creara una ciudadanía competente y comprometida para trabajar por la democracia.
La crisis de la Educación Cívica no es la única, pero creo que es muy preocupante. El X Informe del Estado de la Educación del Programa Estado de la Nación (PEN) asegura que se requerirá de al menos 15 años de esfuerzo para sacarnos del bache de rezago en que ha caído el país en materia educativa.
¿Qué les pido a las candidaturas para el próximo gobierno? Urgentes políticas educativas; claras y realizables, y que respondan a principios científicos. No existe proyecto-país sin ciudadanía crítica y comprometida, y esto solo puede surgir de un sistema educativo robusto e inclusivo. Pido implementar la evaluación y capacitación constante de las personas educadoras para que dispongan de las herramientas necesarias para formar a la sociedad costarricense.
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Entonces, no. No acepto que se tilde a la juventud de ingrata, egoísta y desinteresada. Somos un grupo olvidado en un increíble acto de “insolidaridad intergeneracional”. Pero somos también un grupo angustiado por un futuro que se muestra desdibujado, un grupo que perdió la fe en las instituciones, porque, al fin y al cabo, el MEP no estuvo ahí para nosotros.
Ignacio Ortiz Salas es estudiante de Periodismo.
