Carlos Manzo: el miedo no lo detuvo
“Claro que tengo miedo, pero es más fuerte la convicción, las ganas de que Uruapan se componga”.
Así hablaba Carlos Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, asesinado por enfrentar al crimen con la voz y la ley.
No ocultaba el temor; lo transformó en coraje.
“Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No podemos dar ni un paso atrás.”
Sus palabras hoy duelen porque son espejo del país.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2025), en México se cometieron 33.5 millones de delitos en 2024, un 7 por ciento más que el año anterior.
Estos delitos afectaron a 23.1 millones de personas —el 17.4 por ciento de la población— y a 11.4 millones de hogares.
El costo del delito ascendió a 269.6 mil millones de pesos, equivalente al 1.07 por ciento del PIB nacional. Cada persona afectada perdió, en promedio, 6 mil 226 pesos al año.
En un país donde hasta cambiar una cerradura es un acto de defensa, la inseguridad se volvió la rutina más cara.
“Delincuente que se tope armado y que agreda a la ciudadanía, hay que abatirlo.”
“No tengo ningún trato con los grupos del crimen… No transo”.
Con esas frases, Manzo rompió la línea de complacencia que tantos eligieron. No gobernó desde la comodidad, sino desde la trinchera.
“El miedo es natural al hombre, pero lo dominamos, no dejamos que nos paralice.”
No fue ingenuo: “Cuánto más mediático me haga, es probable que menos se atrevan a matarme.”
Su muerte confirma lo que todos sabemos y pocos dicen: en México, ser honesto cuesta la vida, y decir la verdad te convierte en objetivo.
“Y no vamos a hacer lo que hacían otros gobiernos, que era irse a hincar al crimen organizado”, advirtió. Lo cumplió.
Hoy, su historia no es solo la de un alcalde valiente, sino la de un país que abandona a quienes lo defienden.
Carlos Manzo no murió por desafiar al crimen: murió por no rendirse ante él.
Y su asesinato grita lo que las cifras callan: México no necesita más héroes muertos, necesita un Estado vivo.
Mientras la impunidad siga respirando más fuerte que la justicia, cada ciudadano será un Carlos Manzo con miedo, pero sin protección.
Y cada silencio, una bala que se carga sola.
