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La sombra de Kushner en Serbia: “Primero bombardean nuestros edificios y luego los compran”

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El yerno de Trump quiere convertir edificios bombardeados por la OTAN en Belgrado en 1999 en un hotel y apartamentos de lujo

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“Primero bombardean nuestros edificios y luego los compran”, me decía indignado un guía turístico de Belgrado, Serbia, el año pasado. Estábamos parados frente a los dos grandes bloques que en los años 90 acogían el Estado Mayor de Yugoslavia. Los edificios permanecen congelados en el tiempo medio derruidos desde el bombardeo ilegal de la OTAN de 1999.

Había ido a cubrir el (no) camino de Serbia a la UE y entonces se decía que Jared Kushner, el poderoso yerno de Donald Trump y negociador en la sombra del presidente para conflictos internacionales, quería quedarse los edificios bombardeados y convertirlos en un hotel y apartamentos de lujo. Te cuento todo esto porque hace unos días el Parlamento serbio aprobó una ley para acelerar el negocio de Kushner en Belgrado pese a las protestas ciudadanas. La legislación declara el negocio inmobiliario como “proyecto de importancia para la República de Serbia”, lo que le permite saltarse determinados controles. 

Las autoridades serbias habían decidido no restaurar la única obra de Belgrado del arquitecto modernista estrella de Yugoslavia, Nikola Dobrovic, para convertirlo en símbolo de la memoria de la campaña de la OTAN, que dejó alrededor de 500 civiles muertos. Con dos edificios altos y escalonados enfrentados a un lado y al otro de la calle, el complejo representa el cañón del río Sutjeska, donde los partisanos derrotaron a las fuerzas alemanas e italianas en una de las batallas más importantes de la Segunda Guerra Mundial para Yugoslavia. Ahora, los edificios tendrán que ser derribados antes de mayo del año que viene, según revela el acuerdo secreto firmado entre Serbia y Kushner y filtrado la semana pasada a la prensa.

En ese acuerdo secreto se observa cómo el Gobierno de Serbia ha creado una empresa conjunta con Kushner en la que este último tiene el 77,5% y Serbia, el 22,5%. El Gobierno se compromete también a retirar su protección como bien cultural y garantiza un alquiler gratuito del terreno durante 99 años. Casi nada. Mientras tanto, el ministro de Información, Boris Bratina, ataca a los pocos medios críticos que quedan en el país afirmando que “no deberían existir”.

30 años de paz y un Estado disfuncional

Sin salir de la región, la semana pasada recordamos un episodio terrible de la humanidad: los safaris humanos de Sarajevo, en Bosnia. Durante el asedio más largo a una ciudad en la historia de la guerra moderna, organizado por el Ejército Popular Yugoslavo y las fuerzas serbias de la autoproclamada República Srpska, decenas o incluso centenares de turistas francotiradores pagaban altísimas cantidades de dinero por pasar unos días allí matando a civiles. La Fiscalía de Milán ha abierto una investigación para tratar de encontrar a algunos de esos asesinos por placer y hemos conseguido hablar con uno de los abogados del caso.

Aquella guerra guerra terminó en noviembre de 1995 con la firma de los Acuerdos de Dayton entre Slobodan Milosevic (el líder serbio objetivo de los bombardeos de la OTAN pocos años después) y los representantes bosnios y croatas. Unos acuerdos que en un mes cumplen 30 años y que se han usado como ejemplo y lección aprendida para conflictos actuales tanto en Ucrania como en Gaza.

Los expertos coinciden en que esos acuerdos lograron detener el derramamiento de sangre congelando el conflicto, pero sentaron las bases de un Estado disfuncional basado en la división étnica (que continúa a día de hoy). El acuerdo dividía el Estado de Bosnia Herzegovina en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina (compuesta en su mayoría por bosnios —musulmanes— y croatas) y la Republica Srpska (compuesta por serbios). Además se estableció una presidencia tripartita (un serbio, un bosnio y un croata) en la que cada uno tiene capacidad de veto y que se ha convertido en un motor de parálisis, ya que cada líder actúa como representante de su comunidad y no estatal.

Además, la mayoría simple de los delegados de cualquiera de las tres naciones puede declarar que una ley aprobada en el Parlamento afecta a su interés nacional y quedar invalidada. Por último, otra figura curiosa de este acuerdo es la del alto representante, que sigue existiendo a día de hoy y que es elegido por un consejo multinacional. Este cargo es el ‘árbitro’ de los acuerdos de paz e incluso tiene poderes ejecutivos para imponer leyes, anularlas y destituir cargos públicos (recuerda a la junta internacional planteada por EEUU para supervisar el Gobierno de Gaza en una hipotética segunda fase que parece que no llegará nunca).

Tras una grave crisis durante todo el año (“la peor desde 1995”, según algunos expertos), la República Srpska acude este domingo a las urnas para elegir nuevo presidente. El hasta ahora líder de la región serbia, Milorad Dodik, se ha convertido en motor del nacionalismo serbobosnio y del secesionismo, amenazando con unirse a Serbia. Fue condenado y destituido a principios de año por la justicia nacional por no reconocer la autoridad del alto representante, Christian Schmidt, exministro alemán, y tratar de invalidar sus decisiones al no incluirlas en el boletín oficial.

El actual representante de la presidencia tripartita, el bosnio Zeljko Komsic, ha denunciado su propio sistema nacional ante la ONU: “Este sistema político no es democrático, sino más bien una forma desviada de democracia, sin precedentes en la práctica en ninguna parte del mundo, en la que se da prioridad a la afiliación étnica y, por lo tanto, se niegan por completo los derechos humanos fundamentales y se socava la democracia hasta tal punto que es casi inexistente”.

Algunos utilizan los Acuerdos de Dayton para demostrar que la paz entre israelíes y palestinos es posible y no hace falta construir una confianza inviable entre ambos (a día de hoy, las encuestas siguen reflejando la desconfianza entre serbios y bosnios); también se destaca que un acuerdo permanente, aunque lejos (muy lejos) de perfecto, es infinitamente mejor que múltiples acuerdos de alto el fuego, que solo son garantía de una vuelta a la violencia en algún momento. Otros señalan que la creación de regiones autónomas en el Dónbas ucraniano —y aliadas del enemigo— (como planteaban por ejemplo los Acuerdos de Minsk), son la garantía de un futuro Estado disfuncional como hoy es Bosnia y su República Srpska.

Ni Ucrania ni Palestina son comparables a la guerra de los balcanes, pero 30 años después, se pueden sacar muchas conclusiones útiles de los Acuerdos de Dayton para futuros procesos de paz.

Tienes que ver...

Voy a recomendarte algo que no he visto, pero de lo que se ha hablado mucho esta semana: ‘Sarajevo safari’, un documental de 2022 que investigó el turismo francotirador del que hablábamos antes. Siguiendo con el tema balcánico, también hay una serie que está muy bien, 'Operación Sabre', sobre el asesinato de Zoran Dindic, el primer ministro que trató de acercar a Serbia a Occidente y que extraditó a Milosevic al Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, quien moriría años más tarde en su celda en La Haya durante su juicio.















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