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El invierno demográfico de Reino Unido del que nadie habla

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Durante años, el Reino Unido ha construido su debate político en torno a la llegada de inmigrantes. “Recuperar el control de las fronteras” fue, de hecho, el mantra de la campaña del Brexit. Desde entonces, se han aprobado leyes más duras, se ha debatido sobre visados, se han reformado umbrales salariales y se ha convertido el control fronterizo en una bandera electoral. Pero, mientras Westminster sigue mirando obsesivamente hacia quienes entran, el país está sufriendo un fenómeno mucho más inquietante del que apenas se habla: los que se marchan.

El goteo silencioso de británicos que deciden rehacer su vida lejos de casa ha pasado prácticamente desapercibido hasta que las nuevas cifras de la Oficina Nacional de Estadística (ONS) han puesto sobre el tablero un éxodo que llevaba años gestándose sin que nadie quisiera verlo: casi un millón de ciudadanos británicos abandonaron el país entre 2021 y 2024. El dato, que multiplica por tres las estimaciones previas, ha encendido alarmas en sectores económicos y administrativos que observan con preocupación una tendencia que mezcla desafección, cansancio y búsqueda de oportunidades.

Al mismo tiempo, la fuga de grandes fortunas que durante años fueron parte del motor económico del país avanza a un ritmo que no tiene comparación en el mundo desarrollado. En 2023, el Reino Unido perdió 10.800 millonarios netos, y las previsiones para este año apuntan a 16.500 salidas, una cifra que sitúa al país como el mayor perdedor global de grandes fortunas, por encima incluso de China. Se trata de algo realmente preocupante para Downing Street, cuyo objetivo es impulsar un crecimiento económico estancado.

Peter Kyle, secretario de Estado de Empresa y figura clave del Gabinete, admitía que le preocupa “si alguien siente que debe irse del Reino Unido para triunfar”. “Lo que no quiero es que, como país, nos centremos solo en los multimillonarios, porque hay otras personas que han tenido que irse. Hay personas que han empezado a emprender y se han ido a Estados Unidos —en masa— porque no han tenido la financiación necesaria en este país para triunfar. Y eso es algo que estamos frenando fundamentalmente mediante la recapitalización de los mercados y el esfuerzo invertido en esas startups, esas empresas en expansión”, matizó.

El relato político, sin embargo, continúa atrapado en un prisma distinto. El auge del populismo de derecha radical de Nigel Farage, líder de Reform UK, ha arrastrado al laborismo hacia una agenda centrada en demostrar firmeza ante la inmigración. El Gobierno de Keir Starmer se ha esforzado por endurecer los requisitos de entrada, elevar umbrales salariales y reforzar los controles a fin de solventar una crisis de liderazgo cada vez más agonizante.

El perfil de quienes se marchan es de lo más diverso. En un extremo están los profesionales jóvenes, la generación que debería sostener el futuro económico del país. Entre 16 y 34 años se concentra la mayor parte de las salidas: 174.000 personas emigraron en apenas un año, muchas atraídas por salarios más competitivos, acceso a vivienda razonable y perspectivas profesionales que el Reino Unido ya no parece ofrecer.

En el otro extremo se encuentran los ciudadanos del Este de Europa que llegaron durante la libertad de movimiento de la UE, construyeron una vida en Reino Unido, obtuvieron la nacionalidad… y ahora emprenden el camino de retorno con sus parejas e hijos británicos. El análisis de datos de Naciones Unidas muestra que países como Polonia, Rumanía o Malta han registrado un aumento de más de 100.000 ciudadanos con pasaporte británico en los últimos cuatro años. Una parte significativa son familias mixtas que han decidido regresar allí donde el coste de vida es menor, la red de apoyo familiar es más amplia y la sensación de estabilidad cotidiana resulta más sólida que en un Reino Unido con servicios públicos bajo presión.

Pero quizá el movimiento más llamativo —y el que más inquietud genera en la City— es la fuga de grandes fortunas. Entre quienes han decidido reubicar su residencia figuran nombres tan conocidos como el magnate siderúrgico Lakshmi Mittal o altos ejecutivos vinculados al sector financiero y tecnológico descontentos con el nuevo escenario fiscal.

La ministra del Tesoro, Rachel Reeves, ha impulsado cambios profundos para desmontar el modelo non-dom, el régimen que permitía vivir en Reino Unido sin tributar por ingresos generados en el extranjero. Su eliminación, unida al incremento de impuestos sobre ganancias de capital y a los nuevos gravámenes sobre propiedades de lujo, ha alterado por completo el atractivo tradicional de Londres para los grandes patrimonios internacionales. El país que una vez vendió estabilidad y ventajas fiscales se ha convertido en uno de los entornos más gravosos para el capital.

Mientras Reino Unido aprieta, otros países aflojan. Italia destaca como el gran beneficiado. El Gobierno de Giorgia Meloni ha sabido aprovechar la oportunidad para reforzar su “flat tax” para nuevos residentes: un impuesto fijo anual —mucho más ventajoso que los tramos progresivos británicos— que convierte a ciudades como Milán en destinos especialmente apetecibles para quienes buscan mantener su actividad internacional sin soportar una carga fiscal creciente. Varios de los millonarios que han abandonado Reino Unido este año ya se han instalado allí o han comenzado los trámites para hacerlo.

El Ejecutivo nunca escondió que quería romper con el modelo non-dom de décadas anteriores con los tories, que permitía a los residentes con grandes patrimonios vivir en el Reino Unido pero no pagar aquí impuestos por el dinero que ganaban en el extranjero. Pero lo que no anticipó fue la velocidad a la que esa ruptura desencadenaría una salida masiva de capital humano y financiero.

Los críticos dentro del propio sector empresarial afirman que el Gobierno “demonizó” a un grupo que representa una parte desproporcionada de la recaudación estatal. Leslie MacLeod-Miller, consejero delegado de Foreign Investors for Britain, señala que las reformas “mal planificadas” han provocado “una salida acelerada de riqueza y talento en un momento crítico para el país”, y comparó la actual actitud del Gobierno con “el capitán del Titanic ignorando el iceberg”.















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