Crecer entre golpes y silencios: el alarmante rostro de la violencia infantil
Este artículo fue publicado originalmente en El Día.
Santo Domingo.- La violencia infantil no siempre deja moretones visibles. A veces se manifiesta en golpes, pero otras adopta formas silenciosas y devastadoras, como el abuso verbal, la negligencia o el maltrato emocional, responsables de fracturar la autoestima y dejar huellas profundas e irreversibles en la psiquis de las víctimas.
Es un fenómeno persistente que se reproduce en los espacios que deberían ser los más seguros: el hogar y la familia.
En los últimos meses del año, República Dominicana ha sido sacudida por un alarmante incremento de casos de violencia contra niños, niñas y adolescentes.
Algunos menores han perdido la vida a manos de quienes tenían el deber de protegerlos; otros han resultado víctimas colaterales de enfrentamientos armados o sobreviven con secuelas físicas y emocionales que los acompañarán de por vida.
Esta realidad ha encendido las alarmas entre profesionales de la salud, juristas y defensores de derechos humanos, quienes coinciden en que el país enfrenta una crisis social de profundas implicaciones.
La directora del Hospital Infantil Doctor Robert Reid Cabral, Mabel Jones, confirmó que el centro recibe de manera recurrente casos de abuso sexual, principalmente en niñas de entre 14 y 15 años, muchas de ellas violentadas por familiares cercanos. También se registran episodios de maltrato físico severo, los cuales son notificados al Ministerio Público para los fines de investigación correspondientes.
En ese mismo sentido, Anyoli Sanabria, representante interina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en el país, advirtió que persisten desafíos estructurales como la violencia intrafamiliar, las uniones tempranas y el embarazo adolescente, factores que comprometen seriamente el desarrollo integral de la niñez y la adolescencia.
Un informe de Unicef titulado “Análisis de la Situación de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes ante las violencias en República Dominicana” revela una cifra estremecedora: el 63.5 % de los niños y niñas entre 1 y 14 años ha sufrido algún tipo de violencia en el hogar, porcentaje que asciende a un 70 % en menores de entre 3 y 4 años.
Patrones de abuso y mecanismos de supervivencia
La psicóloga y terapeuta familiar Yesmin Meyer explica que muchos agresores reproducen patrones de conducta aprendidos en entornos disfuncionales donde la violencia fue normalizada. Trastornos de dependencia, traumas no tratados, altos niveles de ansiedad, estrés crónico y el consumo de alcohol y drogas suelen estar asociados a comportamientos agresivos.
Según la especialista, los niños víctimas de abuso desarrollan mecanismos de adaptación para sobrevivir a entornos hostiles: algunos responden con sumisión extrema para evitar castigos, mientras otros adoptan conductas rebeldes como forma de defensa.
“Un niño necesita crecer en un entorno seguro y predecible para desarrollarse sanamente. La violencia genera miedo, hipervigilancia y afecta incluso el desarrollo cognitivo”, explicó.
Meyer subrayó que la disciplina y los límites son parte de la crianza responsable, pero nunca deben ejercerse a través de la violencia, ya que esta no corrige conductas, sino que profundiza daños emocionales y neurológicos.
Violencia, ley y responsabilidad social
Desde el ámbito jurídico, el abogado y politólogo Franklin Mercado sostuvo que los recientes casos de violencia infantil evidencian una preocupante pérdida de empatía y solidaridad en la sociedad dominicana. A su juicio, cuando la violencia alcanza a la niñez —base del futuro nacional— el deterioro social se vuelve inevitable.
Mercado destacó que el país cuenta con un marco legal robusto para sancionar el abuso infantil, sustentado en el Código Penal (modificado por la Ley 24-97) y la Ley 136-03 sobre Protección de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.
Estas normativas tipifican el maltrato físico, psicológico y sexual, e incluyen incluso actos sin contacto físico, como el exhibicionismo y la pornografía infantil.
No obstante, señaló que la complejidad de los procesos judiciales, el miedo a represalias y la falta de protección a testigos provocan que muchas personas prefieran guardar silencio ante hechos de abuso, a pesar de que la ley establece la obligatoriedad de denunciar.
El jurista recordó que el Estado tiene la obligación de garantizar atención psicológica a las víctimas y exhortó a los medios de comunicación a proteger la identidad y dignidad de los menores, conforme a lo establecido en el Código del Menor.
Una lista que no deja de crecer
El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) ha reiterado su llamado a no guardar silencio y a denunciar cualquier indicio de abuso para activar los mecanismos de protección disponibles.
Los casos registrados a lo largo del año dibujan un panorama desolador: desde la desaparición del niño Roldany Calderón en Jarabacoa, hasta asesinatos, abusos sexuales y agresiones cometidas por padres, padrastros, madres y otros familiares en distintos puntos del país. Cada historia refleja una falla colectiva: institucional, comunitaria y familiar.
El desafío pendiente
Aunque muchas de las personas responsables han sido apresadas, las campañas de prevención y concientización continúan siendo insuficientes.
La violencia infantil no solo destruye vidas, sino que erosiona los valores y debilita el tejido social.
Erradicar este flagelo exige más que sanciones penales: requiere educación, acompañamiento psicológico, políticas públicas sostenidas y una sociedad dispuesta a asumir su rol protector.
Porque cada niño violentado es una señal de alerta, y cada silencio cómplice prolonga el daño.
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