Hay momentos en los que una palabra fuera de lugar, una broma incómoda o un comentario despectivo
rompen el equilibrio de una conversación. No siempre sucede en grandes conflictos; a veces ocurre en escenas cotidianas, casi invisibles,
donde la falta de respeto se cuela sin hacer ruido. En esos instantes, la reacción suele ser automática:
quedarse callado, mirar a otro lado o no saber muy bien cómo responder.
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