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El alojamiento en forma de cuevas más innovador de Granada

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En el norte de Granada, donde la tierra se quiebra en tonos rojizos y el paisaje parece esculpido por siglos de paciencia, Benalúa de Guadix guarda una historia que no se encuentra fácilmente. Entre lomas suaves y badlands infinitas, la vida ha aprendido a adaptarse al terreno, a excavarlo, a convertir la tierra en refugio. Mucho antes de que el descanso se pusiera de moda, ya se sabía que bajo la arcilla se dormía mejor.

Tras la expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII, un episodio que marcó profundamente esta comarca, el territorio inició una larga etapa de transformación social y demográfica. A lo largo de los siglos posteriores, y en un contexto de necesidad y escasos recursos, muchas personas comenzaron a picar la montaña y a horadar la tierra roja, rica en arcilla y barro, dando forma a las cuevas que hoy definen el paisaje humano de la zona. No fue una elección estética, fue una solución práctica. Sin pretenderlo, estaban aprovechando de forma natural las cualidades térmicas y protectoras del terreno.

Benalúa es un pueblo de apenas tres mil habitantes. Por fuera, austero, casi silencioso. Calles sencillas, ritmo lento, vida de pueblo. Pero basta cruzar una puerta para que la sorpresa aparezca: interiores cuidados, proyectos gastronómicos que destacan, espacios que dialogan con el pasado sin nostalgia impostada. Aquí la sofisticación no se exhibe, se descubre.

Alojamiento con historia

Uno de esos lugares es Las Cuevas de Kabila, un hotel boutique que no busca impresionar, sino reconectar. Tres cavidades excavadas en la montaña que mantienen la esencia de la arquitectura rupestre tradicional de la comarca de Guadix, fusionada con las comodidades del siglo XXI.

Tierra, piedra y silencio. La temperatura se mantiene estable durante todo el año, los muros aíslan del ruido y la luz entra con timidez. Su fundador, Carlos Moreno Mullor, lo explica en primera persona: la primera noche que durmió en una cueva entendió que algo cambiaba. «No quería volver a la casa», afirma. El silencio, la oscuridad y la ausencia de estímulos generan una sensación difícil de describir. A partir de esa experiencia, comenzó a reflexionar sobre la importancia del descanso y sobre cómo la sociedad actual ha normalizado dormir poco y mal. Las Cuevas de Kabila nacen de esa toma de conciencia: recuperar el reposo como parte esencial del bienestar. La experiencia se completa con una estética coherente con el entorno. Muchos elementos decorativos proceden de Wallapop, reutilizados con intención, y los accesorios incluyen guiños a la herencia cultural del territorio. Cerámicas locales, chimeneas tradicionales y acabados muy andaluces. Nada sobra. Todo responde a una lógica.

El proyecto se integra además en el Geoparque de Granada, un espacio de alto valor geológico y paisajístico. En el exterior, el territorio ofrece rutas de senderismo y bicicleta, miradores naturales como el del Fin del Mundo, donde la observación de atardeceres y estrellas se convierte en una experiencia serena. Aquí la naturaleza no es decorado, es protagonista.

La gastronomía también habla de identidad. La cocina de la Sierra Norte de Granada es honesta y profundamente ligada al territorio: migas, guisos de caza, potajes de hinojos, gachas. Hierbas silvestres, recetas transmitidas generación tras generación.

El compromiso con el entorno se percibe también en los pequeños gestos. Al llegar a Las Cuevas de Kabila, cada huésped es recibido con pan del Horno María Diezma, una panadería de Benalúa que sigue elaborando el pan como siempre, con tiempos largos y saber heredado. Es el mismo pan que acompaña las mesas del pueblo y que aquí se comparte como una forma de apoyo real a los pequeños comercios de la zona. Para las cenas, la experiencia continúa en el gastro-restaurante Pegote, proyecto del chef local Iván Higueras, donde la cocina del territorio sorprende. Nadie se espera la autenticidad de platos que el chef pone en la mesa, hechos al detalle sin perder raíz. Producto cercano, técnica precisa y una mirada contemporánea que demuestra que en lo rural también hay espacio para la excelencia. Dentro de la localidad, una opción que vale la pena saborear.

De este modo, las Cuevas de Kabila proponen un regreso a lo esencial. Slow living, desconexión digital, descanso real. No aspiran a ser tendencia ni lugar de moda. Porque a veces, el verdadero lujo está en redescubrir tradiciones antiguas, como habitar las cuevas, pero con más estilo.















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