Cada átomo de Oppenheimer
Oppenheimer: «Siento que tengo las manos manchadas de sangre». El presidente Truman, tras sacarse un pañuelo de la americana: «Tome, ¿quiere limpiárselas» Anécdota apócrifa Ha tenido que ser la adaptación de Christopher Nolan al cine lo que provocase la publicación en España, casi veinte años tarde, de 'El triunfo y la caída de Robert J. Oppenheimer. Prometeo americano'. Y si estas operaciones editoriales normalmente se mueven en el oportunismo comercial, aquí nos encontramos con otro caso: reparar una falta. Este trabajo de Kai Bird, escritor, y Martin J. Sherwin, historiador ya fallecido, roza lo monumental . En el tomo de más de ochocientas páginas se encuentra cada átomo cognoscible —o al menos cognoscible a través de un estudio historiográfico— de Oppenheimer, responsable principal de la creación de la bomba atómica y, una vez finalizada la II GM, perseguido institucionalmente por su anterior cercanía a ideas izquierdistas. Mediante un orden cronológico que la aleja de lo novelesco y la arrima al ensayo biográfico, la obra comienza con la infancia del científico en su familia de clase alta y en sus rarezas de niño excepcional. Ahí el libro planta, dureza narrativa mediante, las bases de cómo va a ser el trabajo de los autores: multitud de referencias, datos bibliográficos o entrevistas que buscan a conocidos, familiares o simples encuentros del protagonista y encadenados —lo más concienzudo— también a conocidos, familias o simples encuentros de los anteriores. BIOGRAFÍA 'Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer' Autores Kay Bird y Martin J. Sherwin Editorial Debate Año 2023 Páginas 864 Precio 29,90 euros 4 Con este método avasallador se escapa 'El triunfo y la caída de Robert J. Oppenheimer. Prometeo americano' de las estanterías de las librerías: se debería exponer en las vitrinas de las Bibliotecas Nacionales. Porque es tragedia pero sobre todo porque clausura su trozo de Historia: su trabajo obsesivo ata cabos, contrasta versiones, remata oscuridades. No: Oppenheimer no fue comunista. Sí: simpatizó con algunas causas cercanas al Partido durante la década de los treinta . No: luego se convirtió en un patriota norteamericano tan cercano a elefantes como a burros, dependiendo de quién fuese el presidente. Sí: tuvo un tiempo de zozobra, posterior a la guerra, provocado más por una caza de brujas que por su remordimiento tras crear ese terrible implosionador de mundos. El volumen se regodea en explorar la psicología de su protagonista y a veces se pierde: hay demasiados interrogantes en una persona que sólo se definía por su trabajo. Los profetas se mimetizan con su profecía: más allá, no hay nada. Quizá, quizá, quiso a su familia de niñez. No se puede concluir tampoco que quisiese a otros incluidos esposa —trágica alcohólica— e hijos. Su tintineo personal huele a siglo XX: desde el 'crack' del 29 o la Guerra Civil española hasta la II Guerra Mundial o la formación de futuros científicos como John Nash. Se regodea en explorar la psicología de su protagonista y a veces se pierde Incluso pudo vivir su transformación en icono pop, esa metaexperiencia del que se ve reflejado durante su vida en obras de teatro, películas o series de televisión. En el libreto teatral 'El caso Oppenheimer' (1964) de Heinar Kipphard se le dibujaba cual moderno Galileo . Al final el Oppenheimer-personaje declamaba: «hemos estado haciendo el trabajo del diablo». Esto sacó de quicio al Oppenheimer-real: el creador de la bomba odiaba cualquier relación con el remordimiento. Delgada línea Una constatación clave del texto: lo cercanos que estamos del horror total y lo habituados que estamos al horror cotidiano . 225.000 muertos en Hiroshima y Nagasaki nos hablan del espanto habitual —por nuestra propia mano, por mano de desastres naturales, por pandemias…—. Horrores que se olvidan y, en consecuencia, se repiten. Pero ¿y si hubiese caído la moneda hacia la destrucción total en una de las pruebas de la Bomba en Los Álamos? ¿Y si la competición atómica estadounidense-soviética hubiese terminado con nuestro planeta? En esa delgada línea se mueve lo humano en un plano tectónico, general, mientras convivimos, inconscientes, con nuestros quehaceres particulares -«¿Me querrá?», «¿Quiere pollo o salmón?»-. Lo asombroso es que Oppenheimer se movió por el centro del azar y, durante un ínfimo instante, consiguió decantarlo de un lado.