'Moby Dick', viaje al corazón del mal
Las adaptaciones cinematográficas de los clásicos de la literatura siempre son muy arriesgadas. Suelen terminar en fracaso porque resulta muy difícil plasmar en imágenes la textualidad de un libro, lleno de matices y digresiones que son inexpresables en la gran pantalla. John Huston es uno de los directores que acometió el empeño de trasladar grandes narraciones literarias al cine. Ninguna película suya desmereció el intento. Ahí quedan 'El halcón maltés' (Hammett), 'Medalla roja al valor' (Crane), 'Reflejos de un ojo dorado' ( McCullers ), 'Bajo el volcán' ( Lowry ) o 'Los muertos' ( Joyce ), su último filme. Pero si hubo una adaptación en la larga y meritoria trayectoria de Huston que sobresalga sobre el resto es, a mi juicio, 'Moby Dick', un trabajo que acometió con perfecto conocimiento de las dificultades de la empresa. Había quedado fascinado por la lectura de la novela de Herman Melville, publicada en 1851, considerada por la crítica como una obra maestra de la literatura universal. Y, pese al coste de la producción y los problemas técnicos que conllevaba el rodaje, Huston se lanzó a la aventura que culminó con éxito en una de sus mejores películas, sin duda, la más compleja y una de las más personales. 'Moby Dick', de casi dos horas de duración, se estrenó en 1956 con una buena acogida de la crítica. El guion, fiel al texto de Melville, había sido escrito por Ray Bradbury y el propio Huston, que viajó a Nueva Inglaterra y a Madeira para documentarse sobre la caza de las ballenas. Como es sabido, la novela cuenta la obsesión del capitán Achab para acabar con Moby Dick, la gigantesca ballena blanca que le había mutilado la pierna en su juventud. El filme sorprende por el virtuosismo de sus imágenes y el poder de evocación del mundo de los balleneros Achab parte de New Bedford en el Pequod, un bergantín cuyas cornamusas son dientes de cachalote, para matar a la ballena que le obsesiona. A bordo, un centenar de hombres siguen fielmente las ordenes de este hombre obsesionado por una venganza que le corroe el alma. No piensa en el dinero ni en la vida de sus marineros porque lo único que le importa es exterminar al monstruo, un Leviatán que ha ido regando el océano de cadáveres. Vista seis décadas después, la película de Huston sorprende por el virtuosismo de sus imágenes y el poder de evocación del mundo de los balleneros del siglo XIX. Hay una secuencia memorable, una de las mejores de la historia del cine, cuando el Pequod abandona New Bedford mientras la cámara se detiene el filmar los rostros de la tripulación, sus familiares y los curiosos que miran como la nave de aleja del puerto para una expedición de tres años. Huston permanece siempre fiel a la narración de Melville hasta el punto de que la película comienza con las mismas palabras que la novela: «Llamadme Ismael» . En la primera secuencia del filme, Ismael desciende por la ladera de una montaña hasta la capital de la industria ballenera para enrolarse en el barco de Achab, ignorante del trágico destino que aguarda a todos los que se embarquen en el Pequod. Sin escrúpulos El papel de Ismael es interpretado por un joven Richard Basehart, mientras que el capitán Achab es Gregory Peck , una elección que algunos críticos han cuestionado porque ciertamente resulta difícil ver en su físico la personalidad de un marino atormentado, sin el menor escrúpulo moral en enviar a la tripulación a la muerte. Cabe resaltar el magnífico trabajo de Leo Genn como Starbuck, el primer oficial de la nave, que, consciente de la locura de Achab, intenta inútilmente disuadirle de su obsesión de dar caza a la ballena. Las escenas del buque y los arponeros arrojando sus ganchos desde unas barcas en medio de las olas son insuperables desde el punto de vista técnico. Huston tuvo que construir una ballena mecánica en unos astilleros de Las Palmas y utilizó la isla de Gran Canaria para rodar parte de su película. Alquiló una goleta de 1870 que ya había sido utilizada para filmar 'La isla del tesoro' y reconstruyó hasta los más mínimos detalles la forma de vida de los balleneros. Al inicio, la cámara nos muestra a la tripulación en la iglesia de New Bedford, cuyas paredes estás llenas de lápidas de capitanes muertos en la caza de cetáceos. El predicador, interpretado magistralmente por Orson Welles , habla desde un púlpito que es la proa de un barco sobre el pecado, la soberbia y el castigo. 'Moby Dick' no sólo es una gran película. Es una profunda reflexión sobre el mal y l os límites de la ambición humana, un viaje al corazón de las tinieblas que nos subyuga por la fuerza de las imágenes de un Huston en estado de gracia.