El nadador de aguas abiertas»: una amistad con el mar al fondo
Tanttaka Teatroa ha estrenado en el teatro de Rojas de Toledo una nueva creación, «El nadador de aguas abiertas», una dramatización de la novela del mismo título de Adam Martín Skilton . La pieza se mueve entre el sentimentalismo, las emociones que sustentan la superación personal, el trabajo de coach para lograr un buen fin vital y salir del agujero de los miedos y las dudas, aprendiendo a no desfallecer y saber seguir dando una brazada tras otra, y entre algunos anclajes a una realidad que puede haber sido vivida por cualquiera de los espectadores. Desde ese punto de vista positivo, se puede decir que la pieza es un canto a la superación personal y que esta se sustenta en principios básicos del positivismo emocional. Por eso, lo que se cuenta, que entra dentro de lo normal, aunque se utilicen hechos extraordinarios para dar consistencia al devenir narrativo de la historia que se representa, es fácilmente asumible sin mucha reflexión, pues apunta más al corazón emotivo de los espectadores que a la cabeza fría y razonadora. Metafóricamente hablando, es cierto que, en «El nadador de aguas abiertas» , el mar sirve muy bien como marco para ejemplificar esta capacidad de superación y se convierte en una gran metáfora, donde, para entrar en él, hay que aprender a nadar, a perder los miedos, a vencer las olas y el cansancio, a medir el tiempo, la fuerza y las distancias, a saber respirar e, incluso, a dejarse llevar simplemente flotando. Es decir, la vida misma, pues, como dicen, el secreto de la felicidad está en cada brazada. Los personajes Nilo (actor mediocre al que ya no le dan trabajo y al que le ha dejado su mujer y no tiene una buena relación con su padre) entra en una espiral de pensamientos autodestructivos, y Walrus (un nadador experto que oculta un trauma familiar) forjan una amistad que marcará sus vidas, a partir de que el primero quiera aprender a nadar a sus cuarenta y ocho años. Esto es para él un reto que le servirá de revulsivo y le hará replantearse su vida, considerando que ha sido una persona pusilánime que se ha limitado a transitar por derroteros marcados por otras personas (padres, esposa) y que, en consecuencia, se considera un ser anodino y gris y, se podría decir que frustrado. La relación con Walrus se va a trocar en una verdadera amistad que le llevará a Nilo, por un lado, a superarse a sí mismo y a vencer sus miedos, y por otro a conocer el secreto que le oculta su amigo y que ha supuesto una tragedia en su vida. La adaptación de María Goiricelaya ha traducido al lenguaje teatral la novela con una enorme simplicidad de elementos: abundantes textos narrativos, prácticamente monólogos, y partes de breves pero intensos diálogos. En la dramaturgia ideada incide una original y simbólica escenografía, compuesta por más de un centenar de cubos, unos con agua azulada y otros con arena, que representa el mar y la playa, los dos lugares más importantes en los que ocurre la acción (hay otros insinuados por otros elementos, como la piscina, el vestuario o algunos sugeridos por los propios gestos de los actores). La proyección de enormes olas marinas y el atronador sonido del mar configuran un paisaje, que es propiamente el personaje necesario y sin voz de la obra. El verdadero sostén del espectáculo se cimenta en una excelente y empática interpretación de los dos actores, Markos Marín y Adolfo Fernández , con mucha capacidad de conexión con el público. Son ellos, con su desarrollo actoral, quienes dotan de verdadero carácter a los personajes y son determinantes para hacer creíble esta historia de mar de aguas revueltas que ruge como fondo sonoro en el que se atisban las emociones humanas. En especial hay que destacar la versatilidad de Adolfo Fernández, que, con su gesto, sus muecas, su expresión corporal, su movimiento y su gracejo mantiene la atención del espectador y dota al espectáculo de un humor tierno que se agradece como envoltorio a una historia en ocasiones triste y a veces dramática. Afirma uno de los personajes, Walrus , que «El mar es el mar y la vida es la vida». También se dice que «las lágrimas son saladas como el mar». En el fondo tendremos que concluir con una reflexión o una enseñanza de esta hora y media de espectáculo: que en la vida cada uno somos dueños de las brazadas que demos y que lo épico reside en aguatar una brazada más y no bajar los brazos; que el estado mental positivo ayuda a sentirse bien; y que en ocasiones es imposible controlar el oleaje y el viento de las tormentas vitales y hay que saber flotar y aceptar las situaciones que vengan de manera lo más sensata posible. «El nadador de aguas abiertas», en su función de estreno el Teatro de Rojas, ha sido aplaudida por un público conforme con este tipo de teatro narrativo, un tanto realista, pero sin llegar a lo profundo, emocional, y más comprometido con la forma que con el fondo, que se paladea bien y deja un regusto dulzón en la conciencia. Ficha Título: «El nadador de aguas abiertas». Autor: Adam Martín Skilton. Adaptación: Maria Goiricelaya . Dirección y espacio escénico: Fernando Bernúes . Intérpretes: Markos Marín y Adolfo Fernández. Vestuario: Ana Turrillas . Iluminación: David Bernués . Música y espacio sonoro: Fernando Velázquez. Producción: K. Producciones y Tanttaka teatroa. Escenario: Teatro de Rojas . SOBRE EL AUTOR Antonio Illán Illán Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Escritor y poeta